Hacia la tecnoreligión

Opinión

Cuando empecé a hablar de tecnología en los medios, en Ràdio Barcelona hará unos 25 años, la tecnología era un medio para conseguir un fin. Como en años de “internet es el futuro” y de “si no sales en Google no existes” corrimos a subir nuestros productos a la web y nuestra vida al blog. Ni el más tecnooptimista imaginaba el gran salto que suponía para la humanidad ese pequeño paso.

El nuevo milenio nos trajo las redes sociales. Friendster y MySpace dejaron paso a Facebook en 2004 y a Twitter en 2006. Instagram y Snapchat llegarían en 2010. En 2007, en El Món a RAC1 , recuerdo cómo todavía me costaba explicar qué era y cómo funcionaba Twitter. Las redes sociales llegaron con la promesa de conectarnos con el mundo, pero ha resultado que nos han desconectado de la tierra. Esa web abierta que los tecnohippies creíamos un espacio de libertad fue parcelada, cerrada y monetizada por empresas que hoy se encuentran entre las diez más cotizadas del mundo. Esto ya no iba de tecnología sino de economía: “Si no sales a Google no comes”. Les tecnologías digitales se habían hecho inseparables de la economía.

Que la tecnología se ha convertido en una religión ya no es cuestión de fe

Pero el viaje no termina ahí.

Un repaso a la hemeroteca reciente muestra que además de la economía, la tecnología ha invadido su gestión; la política. Obama entendió que podía conseguir repercusión adicional y sobre todo microdonaciones a través de las incipientes redes sociales de 2008. Las mismas fueron instrumentales para la Primavera Árabe de 2010. Los movimientos sociales del 15-M de 2011, canalizados a través de las redes sociales, resultaron en la irrupción de Podemos en la política española. Trump pudo realizar campañas micro-segmentadas en base a miedos personales en 2016 gracias a las malas artes de Cambridge Analytica y la permisividad de Facebook. Por no hablar del papel de X, Elon Musk y de los fondos cripto en la reciente victoria del presidente naranja.

Tecnología, economía, política… todo apunta a que la tecnología está mutando en una nueva religión global. La manipulación del algoritmo de X ha servido para llevar la buena nueva de Trump a los “pobres de espíritu”; las clases más desfavorecidas, las que se informan exclusivamente por las redes sociales. Unas redes llenas de imágenes y mensajes generados por IA que algunos profetas del Apocalipsis como Sam Altman de OpenIA o Yuval Noah-Harari, dicen que pueden traer el final de la civilización. Otros, como Ray Kurzweil o Nick Bostrom, profetizan que la IA nos llevará a la singularidad y que disfrutaremos de una vida eterna digital. Que la tecnología se ha convertido en una religión no parece ya cuestión de fe.

Por cierto, Ray Kurzweil sale como “Santo Patrón” en el Manifiesto Tecno-Optimista de Marc Adreessen, una especie de diez mandamientos de una religión tecnológica que tiene en Elon Musk su Mesías.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...