El triunfo de Donald Trump ha cogido con el pie cambiado a Europa. Sus dos principales motores tractores, Alemania y Francia, están a punto de griparse. Solo cabe esperar a que el BCE venga en su auxilio en la reunión del próximo 18 de diciembre. Una bajada de los tipos de interés sería muy bien recibida, mejor medio punto que un cuartillo. Pero Christine Lagarde es muy insegura y las amenazas inflacionistas siguen ahí.
Pero, aunque solo sea una rebaja de tipos de 25 puntos básicos, para situarlos en un 3%, sería un balón de oxígeno no solo para los países con problemas económicos sino también para España. En un momento en que el Gobierno de coalición progresista parece encontrarse en un callejón sin salida, una rebaja del precio del dinero sería muy bien recibida. Reducir la factura del pago de intereses podría compensar parcialmente los gastos que han ocasionado las riadas del Levante. Mientras la economía vaya bien, Pedro Sánchez aguantará en la Moncloa.
Tras la victoria republicana en EE.UU. es probable un giro similar en Alemania
Otra cosa distinta es que la influencia del Gobierno español cada vez será menor en la UE. Por mucho que se empeñe la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el peso de la socialdemocracia no puede ser el mismo que el que tuvo en la anterior legislatura. Europa ha girado a la derecha como lo ha hecho Estados Unidos y el mundo desarrollado inicia una nueva etapa de la revolución conservadora. Tras la aplastante victoria del partido republicano norteamericano, en los próximos meses muy probablemente veremos un giro similar en Alemania.
El programa de Donald Trump supone bajar impuestos, eliminar regulaciones, apoyar a las empresas, recortar burocracia, limitar la emigración e incrementar el gasto en tecnología y defensa. Es exactamente lo contrario de lo que ha venido haciendo hasta ahora la Comisión Europea. Pero esto va a empezar a cambiar a partir de ahora. Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo ya fueron el primer aviso.
En este contexto resulta muy difícil que una política socialista y ecologista como Teresa Ribera ocupe la vicepresidencia europea de la competencia y de política verde. Antes de su polémica gestión de la DANA, los conservadores españoles y europeos ya no pensaban votarla, por entender que no era la persona adecuada para ocupar este cargo. Después de las riadas mucho menos. Y si no queda otro remedio que aceptarla, el Partido Popular Europeo al menos va a intentar recortar sus atribuciones. En cualquier caso, ya ha dejado de ser un peso pesado en Bruselas.
Hasta ahora EE.UU. inventaba, China fabricaba y Europa regulaba. Von der Leyen sabe que esto no puede seguir así o será el fin de la Unión. Hay que competir con las mismas armas que los chinos y los americanos y la primera pregunta que tiene que responder es cuáles serán las relaciones comerciales con Rusia una vez que la guerra con Ucrania finalice. Nuestros competidores lo tienen muy claro.