La tecnología cambia muy rápido, las personas más lentamente y las empresas, a diferencia de lo que ocurría antaño, lo hacen “todavía más despacio”, sostiene el profesor de escuela de negocios Pablo Foncillas. El divulgador atribuye este fenómeno a lo que se conoce como “curva de adopción tecnológica”, donde los individuos van un paso por delante de las compañías.
Por este motivo, argumenta, los directivos “no deberían estar preocupados” por la adopción de la tecnología en la empresa. La clave radica en la distancia entre la velocidad de asimilación por parte de los individuos y la celeridad con la que lo hacen los negocios, lo que puede provocar que estas últimas no estén a la altura a veces de las expectativas de los clientes y que esto acabe derivando en problemas económicos.