El atajo de Florentino y Laporta

El atajo de Florentino y Laporta

La idea de que la única salida a la encrucijada financiera en la que se encuentran Barça y Real Madrid es la privatización se extiende entre amplios sectores de la élite económica del país. Dejarían de ser propiedad mancomunada de sus socios y se convertirían en sociedades anónimas, con el capital dividido en acciones en manos de ricos propietarios, dispuestos a gastarse un dineral para presumir de club potente o para colmar ambiciones sociales o políticas.

En el caso del Barça, algunos piensan que existe un proyecto de este tipo tras la mezcla de inoperancia, incoherencia y pasividad de Joan Laporta que ha desembocado en el fracaso de la contratación de Leo Messi. Episodio que ha dejado abierto en canal al club, sin su principal activo –también su primer gasto–, con la imagen deteriorada y exponiendo ante el mundo del fútbol y del showbusiness una situación patrimonial de práctica insolvencia. Los malpensados aducen que la debacle es el preámbulo de la privatización. Sobrevenida, en apariencia; buscada, en realidad.

Empezó Laporta fiando su campaña electoral a la baza vencedora de Messi. Y cuatro meses después, ha ejecutado un brusco giro. El que va de retar a Florentino Pérez, “ganas de volver a veros” a cien metros del Bernabeu, a sellar con el interpelado una alianza hacia algo que el mandatario blaugrana no ha explicado aún a los socios.

Por el camino, ha roto con La Liga de Javier Tebas y rechaza el acuerdo que este ha alcanzado con el fondo CVC. El mismo que ya estuvo en la pomada en los preparativos financieros iniciales de la abortada Superliga, en este caso de la mano de Florentino. Y con idéntico papel al que ahora le ha adjudicado Tebas, comprar una parte de la sociedad gestora del negocio de los clubes.

Florentino Pérez, Joan Laporta y Andrea Agnelli, reunidos en Barcelona

Los defensores públicos de la Superliga, compartiendo mesa en Barcelona

LV

Pese a todo, el quiebro de Laporta presenta alguna coherencia. No tenía sentido apostar por el plan de La Liga –mantener el status quo actual, ligas nacionales más fuertes, complementadas con una Champions de acceso abierto y cerrar el paso a la Superliga– y al mismo tiempo seguir en el diezmado grupo que abandera esa Superliga –Real Madrid, Barça y Juventus– que pretende lo contrario. Laporta ha elegido.

Esa es la lógica que subyace en la imagen del ágape de los presidentes de los tres clubs en el Botafumeiro barcelonés. El día después de la rueda de prensa desmarcándose de La Liga y dando por despedido a Messi. Víspera de la comparecencia pública de este último, llorando a moco tendido desde la cuneta, para pasmo de media humanidad.

El fichaje de Leo es el punto de no retorno, la victoria de la globalización financiera en el deporte de masas

A corto plazo, el reto para la directiva azulgrana es rotundo: descarta el pájaro en mano, los 275 millones de la Liga, por los ciento volando, las promesas de Superliga de Florentino. ¿Cuenta la palabra del constructor con el respaldo de algún documento o pacto formal que haya convencido a Laporta de que nuevos ingresos llegarán con seguridad?

Más allá de la aparatosa conducción del Barça, el tema de fondo, las bondades de la privatización, tampoco está claro. Sus defensores aducen que los clubs de fútbol profesional que son propiedad de sus socios –cuatro en España, muchos más en el Reino Unido o Alemania– andan escasos de recursos para pagar millonadas a las estrellas. Los que son sociedades anónimas, en cambio, tienen a su alcance el bolsillo de petroestados, oligarcas, jeques, magnates de la comunicación y ricos en general. De ese modo falsean la competición, al disponer de recursos casi ilimitados. Pero la buena gestión no es un argumento. Ahora, en unos casos es mediocre e irresponsable, en otros, caprichosa.

Sería como lo de las cajas de ahorros frente a los bancos, pero en el ámbito deportivo. Las primeras prácticamente no existen ya en España. De nuevo, en Alemania es diferente.

El fichaje de Messi por el PSG habría representado el punto de no retorno, la victoria definitiva de la globalización financiera en el deporte de masas por excelencia. Ni contando con la complicidad de la estrella, dispuesta a grandes renuncias con tal de quedarse en el club, ha sido posible, vencida por la dictadura del dinero, admitiendo que, en el caso que comentamos, esta es bastante dulce.

Pérez y Laporta no han hablado de privatización. El primero no debe verle sentido. Ya controla y dirige el club como si fuera suyo; ni siquiera hay campañas electorales, mucho menos votaciones. Si el Madrid fuera sociedad anónima, el actual presidente tendría que pagar para mantener su posición, ahora no le cuesta nada. Laporta, solo podría plantearse la operación como comisionista de un tercero, un tapado con recursos.

La respuesta de Florentino, la Superliga o una Champions transformada, que es lo único que ahora podría parecer factible, colma su temor a quedarse sin capacidad financiera, al tiempo que ofrece una salida a los privados. El rendimiento de estos últimos tal vez satisfaga el ego de sus dueños, pero está muy lejos de ser una buena inversión o un negocio. Ni en la cuenta de resultados ni en la bolsa.

Laporta ha escogido las promesas de Florentino y se ha llevado a Messi por delante; apuesta de riesgo

Tampoco en lo deportivo. La igualdad que a veces se establece entre ingresos y victorias no es aún una realidad. En los últimos viente años, solo cuatro clubs privados han ganado la Champions, en seis ocasiones. En ningún caso el PSG o el City, los nuevos Rey Midas de la competición. En las ligas nacionales, su dominio sí es casi total, pero es mucho menos lucrativo.

Florentino propugna un modelo que canalice más dinero hacia los grandes difuminando la diferencias entre los que son propiedad de socios y los de accionistas. Una parte vendría de cambios en la gestión de derechos audiovisuales, merchandasing y negocios digitales, igual pretende La Liga. Pero los clubs no incluidos en la selecta lista están seguros de ser ellos los que aportarían una parte importante del dinero a las arcas de los grandes, una transferencia de riqueza hacia la cúspide. Una disputa también argumental entre las razones de la globalización, por un lado y las de la pasión y las raíces, por otro.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...