La vivienda, a la cesta de la compra

La vivienda, a la cesta de la compra
Fernando Trías de Bes Escritor y economista. Profesor asociado de Esade

De las declaraciones de la semana pasada de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) Christine Lagarde, que incluyó la nueva flexibilización respecto a la inflación por encima del 2% en la zona euro, pasó bastante desapercibida una que, bajo mi punto de vista, era tanto o más importante.

Se trata de la decisión de incorporar, de forma paulatina, los aumentos del coste de la vivienda en adquisición en el cálculo del índice de precios al consumo (IPC).

Somos muchos los economistas que llevamos años reclamando una actualización del cálculo del IPC en tal sentido. Resulta chocante que el componente que mayor peso tiene en el gasto mensual de las familias no forme parte de la lista de productos y servicios que sirven para calcular cuánto aumenta el coste de la vida. La adquisición de la vivienda supone, en promedio y según los años, el 40% del presupuesto de gastos familiares.

La inflación a la que ha estado sometida la vivienda estos últimos años la conocemos todos. Esta inflación no se ha tenido en cuenta para calcular el aumento de precios del país, a partir del cual se negocian los incrementos salariales.

En otras palabras, la partida que más aumentos de gasto familiar ha concentrado en la última década no se ha tenido en cuenta para calcular cómo deberían haberse actualizados los salarios.

Claro, de haberlo hecho, la inflación (y ahora sí conectamos con la declaración más mediática de Lagarde) habría aumentado mucho más porque las empresas se habrían visto obligadas a aumentar salarios y, en consonancia, a productividades constantes, los precios de venta de sus productos y servicios, si querían mantener rentabilidad. De haber introducido la adquisición de vivienda en el IPC haría años que estaríamos con el IPC por encima del 2%.

Ahora se toman dos medidas. Incluir la compra de vivienda en el cálculo de la inflación y permitir que esta supere el 2%. La medida tiene un claro objetivo. La deflación salarial de Europa está aumentando de forma preocupante en las capas sociales que viven en el umbral de pobreza. Los populismos son inversamente proporcionales al tamaño de las clases medias. Si estas decrecen, los populismos aumentan.

Europa necesita fabricar inflación, como apunté en una columna anterior, para reducir las deudas nominales y aumentar la capacidad adquisitiva de las familias. De lo contrario, la estabilidad política se verá amenazada.

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