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Florentino, la Superliga y el jaque a la industria del fútbol

Análisis | Las claves del poder

La pandemia pincha la burbuja de las ligas europeas igual que el crac del 2009 acabó con el boom inmobiliario

Florentino Pérez, en un acto de la UEFA del 2018

Claude Paris / AP

A Florentino Pérez no le gusta el fútbol, lo que le gusta es ganar dinero. Nunca ha sido un empresario al uso, de esos que crean una empresa y la hacen crecer. Él es un bróker de los que compran y venden, realizando a veces apuestas muy arriesgadas, como ha sucedido con la Superliga o en su día el intento de hacerse con el control de Iberdrola, que tampoco le salió.

Es un cazador frío y calculador, con mucha paciencia. Puede esperar mucho tiempo sin ponerse nervioso hasta que consigue obtener la presa. Por eso ha advertido que el proyecto de su vida, hacerse con el control de la mayor competición privada de fútbol del mundo, como Bernie Ecclestone y la Fórmula 1, no ha fracasado. Simplemente está en stand by, ya caerá como la fruta madura.

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No es un hombre que olvida. Le han hecho mucho daño, volverá para ajustar cuentas. Nada per­sonal, son negocios. Se defiende afirmando que esto no va de ricos, “yo no soy el dueño del Real Madrid, el club es de sus socios”. Pero todos saben que es él quien corta el bacalao sin que nadie se atreva a toserle.

Su argumento central es que todo esto lo hace para salvar el fútbol. Una industria que en España emplea de forma directa o indirecta a unas 180.000 personas y representa casi un 2% del PIB. Jugadores, empleados, anunciantes, medios de comunicación, controvertidas apuestas y un larguísimo etcétera. De hecho, es un pilar fundamental del sector del ocio, donde España se ha convertido en una auténtica potencia. No hay que olvidar que el Bernabeu es uno de los estadios más visitados de España y el más rentable.

En realidad, el fútbol no está en peligro. Lo que realmente se tambalea es la industria del fútbol tal como había sido concebida hace algunas décadas entre las grandes ligas. Un modelo imitado de la liga privada de baloncesto norteamericana, la NBA. Creada en 1949 para llenar los grandes estadios deportivos, lo que hizo fue enfrentar a los principales equipos y a sus grandes estrellas. Es exactamente lo que reclamaba la afición, participar en primera fila del enfrentamiento entre las grandes estrellas, y estaba dispuesta a pagar por ello lo que le pidiesen. Actualmente se retransmite por televisión e internet a 212 naciones en 42 idiomas diferentes.

Un negocio monumental que Florentino pensaba actualizar para repartirse entre una docena de los grandes clubs europeos. En la medida en que el fútbol se ha globalizado y que los grandes partidos se siguen con pasión en los cinco continentes, su sueño era crear una liga global privada que concentrase a los grandes jugadores del mundo. Dicho de otra manera, se trataba de arrebatar el monopolio del negocio, en manos de la ­FIFA y la UEFA. Una actividad que factura 35.000 millones de euros y que moviliza a 300.000 jugadores en los cinco continentes. El fútbol como deporte que centraliza los sentimientos de identidad y meritocracia no le interesan. Eso son cuentos. Aquí lo que realmente interesa es el negocio.

Por este motivo la lucha por el control del negocio del fútbol ha sido tan contundente. Nadie está dispuesto a que venga un tiburón español y les arrebate su pastel.

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En lo que sí tiene razón Pérez es en que los clubs de fútbol son entidades privadas y juegan donde quieren y con quien quieren. Por tanto, antes o después se acabará rompiendo el modelo de la FIFA, que como la ­UEFA es una asociación privada de interés público. Se mueven a espaldas de las leyes de la libre competencia y la doctrina de la UE. El modelo actual, que ha funcionado durante más de un siglo con su estatus peculiar y sus corruptelas, no aguanta más.

De la misma manera que la crisis financiera del 2008 pinchó la burbuja inmobiliaria, muy contaminada por las hipotecas basura, la pandemia del 2020 ha pinchado la burbuja del negocio del fútbol y ha sacado a la luz sus vergüenzas. Hasta el momento solo hemos visto una batalla en una larga guerra que se va a mantener en el tiempo. Ha quedado meridianamente claro que este modelo de negocio ha entrado en declive, no solo en España, sino en toda Europa.

Cuando el 13 de marzo del 2020 la Liga española suspendió el campeonato como consecuencia de la covid, pinchó la burbuja especulativa creada en la última década en torno a este espectáculo. Dos años con los estadios vacíos han sido suficientes para que los clubs, según el informe de la consultora PwC, se hayan reducido en 2.020 millones de euros.

Necesariamente han tenido que reducir los gastos, el coste de los multimillonarios fichajes. Y si no tienes a los mejores, la Liga de las estrellas deja de interesar. Hay que cambiar el modelo. Renovarse o morir.

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