Hace un año pocos ciudadanos habrían sido capaces de explicar qué es un ERTE. De repente, la pandemia hizo explotar la relevancia de los expedientes de regulación temporal de empleo, un mecanismo que se extendió como la pólvora cuando la economía tuvo que hibernar para contener la covid. El último día de febrero, 900.000 trabajadores y 200.000 empresas seguían bajo el paraguas de un ERTE, después del repunte por la tercera ola, cuando durante el primer estado de alarma la cifra llegó a nada menos que 3,6 millones de afectados (ver
infografía). Ahora, con unos 800.000 trabajadores todavía en ERTE, el esquema que ha demostrado su eficacia para preservar el empleo y el tejido productivo se enfrenta al reto de acompañar a empresas y trabajadores en el teórico último tramo hasta la recuperación, mientras se abre el debate de cómo ha de funcionar una vez superada la crisis.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha incluido en su paquete de reformas vinculadas a los fondos europeos de recuperación cambios en los ERTE para que mantengan su protagonismo en la protección de puestos de trabajo, más allá de la crisis de la covid. El objetivo, defienden desde el Ejecutivo y de los sindicatos mayoritarios, es sentar la bases para que el tejido productivo apueste por este tipo de fórmulas de flexibilidad interna, de forma que el despido se convierta realmente en el último recurso.
De momento, solo hay pistas sobre el diseño en el que trabajan los ministerios de Yolanda Díaz y José Luis Escrivá, bajo la supervisión por supuesto de la vicepresidenta Nadia Calviño. Condicionados por el imperativo de avanzar con la mayor celeridad posible en las reformas prometidas a Bruselas, los ERTE poscovid figuran en la amplia lista de cuestiones a negociar con la patronal y los sindicatos, en ámbitos como la mesa sobre la modernización del mercado laboral abierta por Trabajo esta semana.
COMPROMISO CON BRUSELAS
El Ejecutivo plantea crear un fondo tripartito para financiar la nueva herramienta
Por otra parte, en un par de meses el gabinete de Sánchez y los agentes sociales están obligados a revisar una vez más los ERTE vinculados a la pandemia, ya que la vigencia de la herramienta expira el próximo 31 de mayo y los ministros del área económica han insistido en que su cobertura se prolongará todo el tiempo que sea necesario. Desde la Administración explican que, si hace un año los expedientes temporales afrontaron la congelación masiva de la actividad productiva, el modelo se ha ido adaptando para concentrarse en atender sobre todo a las actividades más golpeadas por la recesión y fomentar la reactivación de trabajadores.
En líneas generales, ¿hacia dónde apuntan los cambios sobre los nuevos expediente de regulación temporal de empleo, que el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones denomina como ERTE “estructurales”? Según recoge la información remitida a Bruselas, la reforma conlleva la creación de “un fondo tripartito para financiar las prestaciones y la compensación de las cotizacio-nes de los trabajadores en ERTE”.
Además, el ministro Escrivá ha avanzado que el nuevo esquema debe “facilitar la movilidad de los trabajadores entre empresas, sin necesidad de pasar por el desempleo, para evitar situaciones de ERE”. Para lograr dicho objetivo, tanto desde Trabajo como desde Inclusión y Seguridad Social recalcan que la formación –uno de los talones de Aquiles del actual mercado laboral– será clave, fomentando “en caso de reestructuración” el paso a otros sectores a través de la recalificación. Según Escrivá, el nuevo modelo estaría ligado a la formación de los trabajadores en ERTE, “con posibilidad de ayuda pública en función del tamaño de las empresas”.
MARCEL JANSEN (FEDEA)
“Optimicemos el esquema de los ERTE, pero sin endurecer el despido”
El propio ministro de Inclusión y Seguridad Social ha admitido que uno de los principales obstáculos para consolidar los ERTE estructurales reside en la dificultad de “incardinar” la negociación colectiva en un tejido productivo donde predominan las pequeñas empresas.
Todo ello, subrayan, para contribuir a luchar contra un mercado de trabajo que destaca por sobrerreaccionar en la destrucción de puestos de trabajo, contribuyendo a la precariedad y la rotación desmesurada.
Ante esta importante reforma, los expertos consultados remarcan la necesidad de afinar en el diseño de los denominados ERTE estructurales. Marcel Jansen, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador de Fedea, matiza que los expedientes temporales de empleo “no son la solución, sino un instrumento más que se tiene que activar en una crisis de corta duración, cuando el empresario considera que puede volver a necesitar a sus trabajadores”. Al tiempo, advierte de que el Gobierno tenga “la tentación subyacente de endurecer el despido, lo que unido a los ERTE, haría más difícil la reestructuración necesaria del empleo que requieren muchas recesiones. Es peligroso tratar de congelar el empleo y el mercado laboral”.
RAYMOND TORRES (FUNCAS)
“Tiene que ser fácil de controlar porque se presta a todo tipo de abusos”
Para el director de coyuntura de Funcas, Raymond Torres, los ERTE son “apropiados para hacer frente a elementos exógenos, el mal tiempo, una pandemia... si es para evitar despidos, es algo distinto”. En todo caso, reconoce que puede ser un instrumento útil, siempre que se extreme la vigilancia administrativa porque, fuera de factores externos objetivables, “se presta a todo tipo de abusos”. Por esta razón, Torres remarca la importancia de lograr que el mecanismo “sea fácil de controlar por una autoridad con capacidad técnica y administrativa”.
A Jansen le preocupa además que se conviertan en un mecanismo muy caro “si se abre la puerta a un uso masivo en cada recesión”, cuestiona la viabilidad de crear un fondo permanente y aconseja ceñirse al nivel de cotizaciones actual. Aunque los ERTE estructurales no buscan en principio dar una cobertura comparable a la desplegada en esta crisis sin precedentes, cabe tener en cuenta que entre marzo del 2020 y el próximo mes de mayo, el gasto en los ERTE –prestaciones para los trabajadores y exoneración de cotizaciones– ascenderá a 40.000 millones de euros.
“Saquemos lecciones de lo vivido: optimicemos el diseño de los ERTE, mejoremos su gestión, utilicemos el tiempo no trabajado de forma productiva, ofreciendo formación, pero sin endurecer el acceso al despido. Sería un retroceso, porque el problema es la falta de movilidad de los trabajadores”, concluye Marcel Jansen.
“En junio, a lo mejor abrimos”
Cuenta Andrea Cano que su último día de trabajo fue un domingo, justo antes del confinamiento de marzo del 2020. “Desde entonces estoy en ERTE”, dice. El hostal familiar del distrito madrileño de Barajas en el que trabajaba como recepcionista echó el cierre.
Con 23 años y viviendo sola, ahora deposita sus esperanzas en planes iniciales de reapertura de un establecimiento de 17 habitaciones y siete empleados, especializado en clientes de Ifema y otros profesionales de paso. “Nuestro ERTE dura hasta el 31 de mayo y en junio, a lo mejor abrimos si todo sigue así... ”. En estos largos meses, el estado de ánimo de Andrea ha ido cambiando. “Al principio me lo tomé como unas vacaciones, luego estaba superaburrida y amargada porque sentía que no hacía nada. A día de hoy me lo tomo como algo normal”.
Su economía se ha visto algo maltrecha: “Lo notas al pagar el alquiler, aunque no me puedo quejar”. “Busqué trabajo pero nadie te coge con contrato, solo quieren gente que cobre en negro o son por tan pocas horas que no compensa”, señala. Mientras espera que se confirme la reapertura del hostal, sigue las noticias sobre la evolución de la pandemia a cuentagotas: “Intento no pensarlo, que no me afecte
“Necesitas sentirte útil, tener un horario”
El virus arrasó con el transporte de viajeros y el turismo en general. Lo sabe bien Lidia Arasanz, tripulante de cabina de la base de Ryanair en Girona. Como sus compañeros, entre marzo y octubre apenas salieron del ERTE tres o cuatro días al mes para volar; desde entonces, la suspensión es del 100%. Además, como otros muchos, tuvieron problemas de tramitación con el SEPE. “No cobramos hasta el verano, la empresa nos hizo un adelanto que hemos ido devolviendo”, explica. En todo caso, sus ingresos han bajado “entre un 50% y un 60%”, porque la ayuda está topada”.
A sus 39 años, con pareja y dos hijos pequeños, ha dedicado parte de su tiempo a formarse: “Estoy sacándome el C1 de inglés y estudiando Pedagogía en la UNED”. Y sigue pendiente de la planificación de vuelos que publica su aerolínea para el mes siguiente.
“Nunca había cobrado el paro. Es muy duro no saber si vamos a volver a trabajar. Necesitas trabajar, sentirte útil, tener un horario que no tienes”. Y añade: “Soy bastante positiva, no puedes pensar mucho porque te lleva a la desesperación. Espero que en junio la cosa mejore, que pongan vacunas. No entiendo cuando veo que haya gente que no se quiera vacunar”.