Dani Rodrik: “El populismo en la economía es deseable”
XXXIV Reunión del Cercle d’Economia
El profesor de Economía en Harvard es conocido por su célebre trilema
Este controvertido académico es conocido por su célebre trilema: no se puede tener al mismo tiempo globalización, democracia y soberanía. Tienes que renunciar a una de las tres. Su último libro es Hablemos claro sobre el comercio mundial, que se editará en España después del verano. La Vanguardia conversó con Rodrik el pasado viernes, el día de la moción de censura.
Profesor, acaba de bajar del avión y han nacido dos gobiernos: uno en Italia y otro en España.
Lo importante es que se adhieran a los principios de democracia, libertad de los medios, la independencia judicial, que son las reglas del juego. Por lo demás, estamos en una era en la que se deben hacer experimentos en economía, porque lo que se consideraba antes como verdad indiscutible ya no lo es.
¿ A qué se refiere?
La crisis fue el resultado de 30 años de crecimiento hiperfinanciero desequilibrado e hiperglobalizado. Los beneficios se concentraron en grandes corporaciones. Estamos aún sufriendo las consecuencias de este modelo. Las elecciones italianas son la respuesta y veremos más ejemplos. Estas formaciones políticas capitalizan el descontento, la ansiedad económica y las divisiones sociales, y proponen una alternativa para aumentar la inclusión. No estamos al final de la película, será una carrera dura.
¿Por qué con el capitalismo en apuros, en general la derecha gana y la izquierda retrocede ?
Porque parte de la izquierda se ha asociado con el modelo liberal globalizado. Pasó en EE.UU. con Bill Clinton (y después lo pagó Hillary), en el Reino Unido con Tony Blair y la tercera vía. La derecha, en cambio, se ha aprovechado de una narrativa cultural, que estaba latente, al insistir en el rechazo a la inmigración, los refugiados, la construcción de muros, etcétera. Elementos que ya flotaban en la superficie, cuando los electores deberían haberse sentido más molestos por los movimientos del capital que por el desplazamiento de las personas. La izquierda tendría que haber recogido el guante y anunciar, por ejemplo, una subida a los impuestos a las grandes corporaciones, pero ha caído ella misma en un trampa.
¿La globalización es rever-
sible?
Ya dio una marcha atrás una vez, cuando estábamos en el patrón oro, en la Primera Guerra Mundial. En muchas áreas la globalización ha ido demasiado lejos, por ejemplo en las finanzas, o en la competición fiscal. En otros aspectos, en cambio ha sido insuficiente como en el movimiento de los trabajadores. Ahora hay que reequilibrarla.
¿Existe un populismo bueno?
Hay un populismo económico que puede ser útil: el que ataca las desigualdades, promueve una tasación progresiva de las rentas, aboga por una mayor intervención del Estado o la reducción de la influencia de las finanzas. Algunas versiones de estas políticas pueden hasta ser deseables en el mundo de hoy. En cambio, el populismo político, que demoniza las minorías o los inmigrantes, este sí que es dañino.
¿Pero el viejo concepto de Estado-nación no estaba superado?
La paradoja es que el Estado-nación funcionó muy bien en las décadas después de la Segunda Guerra Mundial, porque puso la base para el boom económico. Los gobiernos mantenían su contrato social y el bienestar, con su política fiscal y monetaria. Fue un éxito; se pensó que se podía dar un paso más, al abrir los mercados y limitando la capacidad de decisión de los Estados. El problema es que las instituciones que deberían haber aplicado las reglas internacionales no supieron imponerlas.
¿Pero el libre comercio no ha traído prosperidad?
Excepto Hong Kong, ningún país practica del todo el libre comercio. Todos llevan a cabo una estrategia mixta. China, que ha sido quien más se ha beneficiado, ha seguido una política prudente: abre su economía donde lo necesita, la cierra a flujos de capitales, mantiene el control de su moneda, subsidia compañías, pone restricciones a transferencias de tecnología. Los chinos son pragmáticos, combinan los beneficios de la globalización con ayudas internas, sin adherirse de forma ideológica al libre mercado.
China no puede ser el modelo para Europa...
Pero EE.UU. sí. Allí hay un sistema de transferencia federal que redistribuye los recursos y, a su vez los estados negocian en Washington en función de sus intereses. Hay federalismo fiscal y representatividad política. Es lo que falta en Europa, además de una solidaridad financiera entre estados. Sólo así el euro sobrevivirá.