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La escena tiene un punto enigmático, con pulsiones más soterradas que los túneles de la M-30. Esta semana, la ya exministra encargada de Energía, Teresa Ribera, ha traspasado “la silla eléctrica” --ella misma recordó esta vieja broma periodística al hacerlo-- a Sara Aagesen. “Sara, sé fuerte”, le dijo ante el concurrido auditorio, informa Pilar Blázquez. Y para echarle un cable dejó bien claro que su sucesora también tiene “mala leche”. ¿Qué estaba intentando transmitir? Entre los presentes se encontraban el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán; el consejero delegado de Endesa, José Bogas; el presidente ejecutivo de Naturgy, Francisco Reynés, y el consejero delegado de Moeve (Cepsa), Maarten Wetselaar. Faltaba Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, con quien Ribera ha tenido una tensa relación. La emotiva ceremonia cumplió su función simbólica, la del traspaso del poder, pero había algo más. Entre arquetipos presentes y ausentes, se intuía una presencia subliminal, implícita, ancestral. La presencia del Electrotauro.
Al igual que el laberinto que Dédalo construyó según la mitología griega en Creta para encerrar al Minotauro, el laberinto eléctrico alberga también un monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro. La diferencia está en que el segundo es la obra de mortero y mampostería de cada ministro encargado de la Energía, todo ello alicatado en el BOE con un objetivo: domeñar (o no) los poderosos y contrapuestos intereses empresariales del sector. El Electrotauro. Intereses (legítimos) no solo de las compañías antes mencionadas, sino además del operador de la red de transporte Redeia, de la amplia piñata de comercializadoras y del variopinto panorama de productores de electricidad, fondos de inversión incluidos.
La construcción del laberinto eléctrico se encuentra ya muy avanzada, pero de vez en cuando se cae un muro, se ciega un pasillo, se bifurca una galería. Una de sus dificultades --y uno los elementos que lo hacen apasionante-- es que el sistema eléctrico es un juego de suma cero con cargo a la tarifa, de modo que lo que se le da a uno suele ser a costa de otro. Hay que desovillar la madeja con un fino hilo de Ariadna para no perderse y evitar la tentación idealista de volar como Dédalo e Ícaro por encima del edificio, bajo pena de abrasarse por el sol. Las paredes del laberinto son moldeables, están hechas de una cera blanda que, antes de convertirse en lacre endurecido, deben superar el veredicto de los tribunales o incluso de las cortes internacionales de arbitraje.
No está escrito en la entrada del laberinto ni en ningún otro lugar, pero el sistema eléctrico encierra un enigma propio, como el de la esfinge: “Los consumidores han de pagar un precio lo más bajo posible y, al mismo tiempo, los productores (y distribuidores y comercializadores) de electricidad deben llevarse una rentabilidad razonable que permita seguir invirtiendo y avanzando hacia un modelo más limpio y autosuficiente”. Lo que viene a ser el trilema de toda la vida: bueno (seguro), bonito (verde) y barato. Ahí es nada, sobre todo cuando el Electrotauro es capaz de producir con brutalidad industrial megavatios hora de electricidad en tiempo real sin desfallecer un instante, pero al mismo tiempo siempre pide más.
Este asunto no es menor porque la energía mueve las sociedades y las economías. Mírese si no el caso de Alemania y las nefastas decisiones energéticas tomadas por Angela Merkel, que decidió cerrar las centrales nucleares y de carbón para, aquí viene el gran error, fiarlo todo al gas ruso sin instalar una sola regasificadora con la que diversificar el abastecimiento. De ello, a propósito de la biografía de la excanciller, escribe estos días María Paz López. El libro se publica mientras el país arrastra los macroeconómicos pies, al borde de la recesión.
Durante el franquismo, el dilema energético se resolvía dentro de las naftalínicas oficinas dotadas de ascensores con cenicero de la patronal Unesa, en Madrid. Como suele decirse, el sistema eléctrico cabía en un taxi. Allí, por asombroso que hoy nos parezca, se redactaban sin pudor las leyes. Luego, en los años ochenta, se estableció el Marco Legal Estable para retribuir la producción de electricidad en función de cada tecnología, un juguete aún primitivo. Sin embargo, el gran cambio llegó en 1997, con la liberalización a través de la Ley del Sector Eléctrico, primera versión del laberinto eléctrico, primer barrunto del mercado mayorista de kilovatios hora.
Desde entonces, cada ministro ha ido cambiando la composición del laberinto. Otro viejo adagio: si te han explicado el sistema eléctrico y lo has entendido, es que no te lo han explicado bien.
Con Rodrigo Rato se crearon los Costes de Transición a la Competencia, aquel controvertido y milmillonario mecanismo que garantizaba a los productores de electricidad una rentabilidad mínima. Joan Clos patinó con el real decreto que garantizó unas primas desorbitadas a los productores fotovoltaicos durante décadas. Miguel Sebastián tuvo que aplicar los primeros recortes y liberalizó la tarifa, al separar los costes regulados de los de mercado. José Manuel Soria impuso la moratoria a las renovables y su secretario de Estado, Alberto Nadal, lanzó la reforma de 2013 que liga la rentabilidad de los costes regulados a los bonos del Estado. Álvaro Nadal, gemelo del anterior, puso en práctica las subastas de capacidad renovable. Y Teresa Ribera se ha centrado en el mercado mayorista y en esas tecnologías marginalistas que, por ser las más caras, entran en último lugar y marcan el precio para el conjunto. Lo ha hecho primero a través del conocido como dividendo del carbono y luego de la popular excepción ibérica.
Llega ahora Aagesen (la noticia de su nombramiento la adelantó La Vanguardia), cuya misión arquitectónica consistirá en lograr el cumplimiento del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) hasta 2030. Si quiere lograrlo, deberá cambiar algunos tabiques del laberinto para que circule el aire inversor. El documento incluye el cierre progresivo de centrales nucleares --quedarán tres al final de la década-- y una gran apuesta por las renovables y el hidrógeno. Hay un objetivo de 5,5 millones de coches eléctricos en circulación en España en el 2030, pretensión que, a la vista de que las matriculaciones anuales de turismos de todo tipo España no alcanzan el millón, se antoja harto improbable. Y para conectar tanta potencia eléctrica es necesaria una fuerte inversión en redes. Las eléctricas reclaman eso mismo estos días, que se les retribuya mejor por este esfuerzo y que se eleven los límites fijados a la inversión en función del PIB establecidos en el 2013.
¿Es posible cumplir el Pniec? ¿Se puede más que duplicar la potencia instalada de eólica y fotovoltaica en apenas seis años? Hay serias dudas, pero también es cierto que muchos nos sorprendemos con hitos que hace pocos años resultaban impensables, como el de que la fotovoltaica supere en algunos momentos el 50% de la producción eléctrica en España.
Mientras, las empresas sacuden un ramillete de problemas. En el ámbito de la producción, Iberdrola, Endesa y Naturgy tienen por delante el gran reto industrial y la gran incógnita estratégica de cerrar las centrales nucleares. Las renovables, entre ellas la recién salida a bolsa Cox, están en riesgo de canibalización ante la enorme proliferación de proyectos que, por el bien de consumidor y para martirio del inversor, abaratan la electricidad. Las comercializadoras todavía acusan los riesgos de un negocio de alta volatilidad, con Holaluz como ejemplo paradigmático, de la que escribe Gabriel Trindade. Precisamente en parte para reducir la diferencia entre la electricidad producida y la comercializada, Endesa acaba de comprar activos hidráulicos a Acciona por unos 1.000 millones de euros.
Fuera del laberinto, Aagesen deberá observar con cuidado lo que ocurre con la prometida prórroga del impuesto a las empresas energéticas, sobre todo a la vista de que las compañías del sector han amenazado con retirar inversiones cercanas a los 30.000 millones de euros. Para rizar el rizo, Junts y Podemos exigen que las eléctricas también paguen el impuesto energético, señala aquí Fernando H. Valls.
El compromiso del Gobierno frente a la izquierda para salvar la reforma fiscal consiste en aprobar un real decreto-ley con la prolongación de este gravamen para recaudar unos 1.200 millones de euros al año. La idea es incluir alguna bonificación a las inversiones sostenibles para contentar al mismo tiempo a la derecha. Las circunstancias obligan a Moncloa a conducir en línea recta el pesado camión de la legislatura: cuando hace un giro hacia la izquierda, la carga se desplaza peligrosamente por la derecha, y viceversa.
En su nueva etapa, Aagesen se sumará a Carlos Cuerpo para nutrir el retén de perfiles técnicos en altas responsabilidades del Gobierno. En la mitología griega, el Minotauro se alimentaba con los cuerpos de siete hombres y otras siete mujeres jóvenes que cada año se le entregaban. ¿Era eso lo que Ribera les quería decir a los presidentes y consejeros delegados de las empresas? ¿Ni se os ocurra intentar devorar a mi sucesora?
Nada más. Detrás del origen del Minotauro hay una historia de engaños, belleza y crueldad. Dice la mitología que Minos pidió ayuda a Poseidón para convertirse en rey. El dios del mar le envió un hermoso toro blanco surgido de las aguas con la condición de que luego lo sacrificase. Minos se encaprichó con el animal e hizo creer a Poseidón que lo había matado. Fue descubierto y la venganza consistió en hacer que la hija del rey cretense se enamorase del toro. De la unión salió el Minotauro, una bestia mitad hombre mitad toro que se alimentaba de carne humana. Fue necesario encerrarlo y construir un laberinto para controlar sus instintos. Se convirtió además en una herramienta de mucha utilidad para Minos, que tenía a los atenienses aterrorizados con el monstruo. ¿A que es una metáfora perfecta de cómo funcionan a veces lo intereses empresariales?
Otras noticias de la semana
- Cambio de planes en Grifols. La gestora canadiense Brookfield ha retirado su propuesta de opa sobre el grupo de hemoderivados, al que valoraba en 6.400 millones, ante el rechazo de la familia fundadora, que consideraba insuficiente el precio, informa Gabriel Trindade. La decisión ha castigado la cotización de un grupo que sigue buscando fórmulas de recuperación tras los ataques del fondo bajista Gotham City Research.
- Arabia Saudí ya tiene vía libre en Telefónica. Casi un año y tres meses después de anunciar la intención de alcanzar el 10% de Telefónica, el grupo de saudí STC recibió ayer la autorización del Gobierno para concluir su desembarco en la operadora presidida por José María Álvarez Pallete.
- Renfe se estrena en Italia. Mientras intenta no sin dificultades abrirse paso en Francia, el operador ferroviario ha comprado a través de su filial Renfe Proyectos Interncionales el 33% del capital de Longitude Holding, una empresa privada italiana que opera con la marca Arenaways. Prestará un servicio regional de pasajeros en Piamonte a partir de enero.
- Air France-KLM se acerca a Air Europa. Globalia se encuentra analizando la posible venta de parte de su 80% en Air Europa a Air France-KLM tras el fracaso de su integración con Iberia. Es una operación compleja en la medida en que IAG, matriz de Iberia, ya cuenta con el 20% de Air Europea, pero de concretarse podría aliviar la delicada situación de la aerolínea.