Fernando Vicente: “Yo podía haber sido Top 10”
Vuelta y Vuelta
“Nadie supo hacerme creer en mí”, dice el entrenador de Andrey Rublev
Aunque no sea tu vida ideal, siempre puedes escogerla. Sea como sea tu vida, escoger lo cambia todo
Andre Agassi, Open
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–Ponme una pechuga de pollo –oigo que dice Fernando Vicente (53).
Y luego me habla a mí, disculpándose:
–Es que si no como ahora, no como...
Son la una y media del mediodía y estamos hablando por el móvil.
Me hubiera gustado entrar en el club, el 4Slam Tennis Academy, en Gavà, ver a Fernando Vicente en persona.
Pero hay pandemia y hay burbuja.
Y la distancia hay que respetarla: en estos días, Fernando Vicente ya se está marchando a Melbourne, escenario del Open de Australia, a partir de ahora la gran burbuja del tenis (arranca el 8 de febrero).
En el asiento contiguo viaja Andrey Rublev (23), su discípulo, el tenista que más ha progresado en 2020, según la ATP.
Bueno, en realidad vuelan dos premiados: Fernando Vicente ha sido designado mejor entrenador del año, también según los sabios del circuito profesional.
–A esto de los premios tampoco le doy demasiada importancia. Si no me lo hubiesen dado, también estaría orgulloso de nuestro trabajo. Lo que me hubiera gustado, de verdad, es que existiera un premio al equipo del año. Aquí hay preparadores físicos, nutricionistas, fisios, consejeros... No solo estamos Andrey y yo.
Era consciente de lo que podía ser, pero nadie logró convencerme. ¿Que era el 29.º? Ya me estaba bien. Había llegado hasta allí sin un esfuerzo brutal"
Y luego dice:
-¡Gracias!
(ha llegado su pechuga de pollo).
(...)
Fernando Vicente se recuerda a sí mismo, de niño en Benicarló, sentado al pie del frontón. Estaban él y Pepe, su hermano gemelo, ambos contemplando a su padre, a raquetazos contra la pared.
–Había dos pistas de tenis y Pepe y yo empezamos a jugar –me cuenta–. Y resulta que se nos daba bien.
–¿Tanto como para hacerse profesionales del tenis?
–Para mí ese nunca fue un objetivo, y menos de pequeño. Lo que pasa es que se fue dando.
Ambos eran buenos.
Fernando Vicente fue campeón de España cadete. Y a los 17 años se iban al CAR de Sant Cugat, él y su hermano, y allí coincidían con Carlos Moyá, Galo Blanco y Jacobo Díaz.
Fernando Vicente enseguida era Top 100, ya en la Blume. Contrató a un entrenador particular. Viajaba. Ascendía en el ranking. Llegó a adjudicarse tres títulos del circuito. En el 2000, su gran año, fue la 29.ª raqueta del mundo.
–Gané a Agassi en Cincinatti. Fui a los Juegos de Sidney 2000. Me quedé a un paso de octavos en Roland Garros. Me echó Kafelnikov en cinco sets. Estaba ganándole 3-5 en el quinto. Ese día sí que lloré... Y en 2003 le gané el primer set a Federer en la hierba de Halle.
–¡Eso es muy serio!
–Ya, pero... no sé. Me apunté el set y luego me rendí. Me conformé con eso. Ya me estaba bien. Y así no se puede.
–¿A qué se refiere?
–A lo largo de mi carrera tuve muchos entrenadores, muchos métodos distintos. Tranquilamente hubiera sido Top 10. Era consciente de lo que podía ser, pero nadie logró convencerme. ¿Que era el 29.º? Ya me estaba bien. Había llegado hasta allí sin que me supusiera un esfuerzo brutal.
–Y eso le lastró...
–Desde mi perspectiva actual, hubiera invertido más en mí.
–¿Y por qué no lo hizo entonces?
–Era lo que veía en los demás. Y a grandes rasgos, nos funcionaba. Ahora todo es muy distinto. Todo se revisa, todo se analiza.
–¿En qué sentido?
–Cuando viajaba, mandaba faxes a mi padre para contarle si había ganado o no. El hombre no sabía ni dónde estaba yo ni cuándo iba a volver. Hoy es él quien me diría que he estado flojo en el primer saque. Todo está en el ordenador. Aquello era más hippy. Después de jugar te quedabas unos días, descubrías el lugar...
–No va a poder visitar Melbourne. Estará en la burbuja.
–Bueno, espero disfrutarlo con el juego de Rublev.
Se detiene por un instante.
Ahora hablamos de Rublev.
El ruso pelirrojo tiene 23 años. Es la octava raqueta del mundo. Hace un año era el 23.º. Su salto ha sido aplaudido. Le ganó una plaza en el torneo de los ocho mejores tenistas del año. Y la ATP le ha designado como el jugador con más proyección.
–¿Qué ha cambiado en él?
–En 2019 ya había ganado en Moscú y había dado mucha guerra en la final de la Copa Davis. Yo preveía una evolución.
–¿Tanta...?
–No esperaba tanto. Pero en 2020 empezó ganando títulos en Doha y Adelaida y llegando a octavos en Melbourne. Y ya... Lo que de verdad me ha sorprendido es su regularidad. Al ver que podía ir al Masters (la copa de maestros), aguantó la presión. Otros de su edad, como Auger-Aliassime o Shapovalov, se quedaron fuera.
–Se queja mucho, ¿no?
–Es cierto. Tiene sus locuras. Pero no tira un partido. En 2020 ha ganado sus cinco finales. Ese potencial se lo he visto siempre. Y a través de él es como me estoy realizando por completo.