El final del sueño: Paula Badosa cae en París
Roland Garros
La alemana Siegemund apea a la española, que nunca había alcanzado la segunda semana de un Grand Slam (7-5 y 6-2)
Por primera vez en su carrera deportiva, Paula Badosa (22) se asoma a la segunda semana de un grande.
Está cumpliendo un sueño, quién se lo hubiera dicho hace un par de años, cuando vivía en un sinvivir: deprimida, no quería saber nada del tenis.
Iba para juguete roto, decían.
Lo decían los mismos que un tiempo antes, en 2015, aseguraban que nos encontrábamos ante la versión española de Sharápova. En aquel mismo 2015, Paula Badosa se había apropiado del título de Roland Garros en júnior, antesala de lo que debería suceder en la categoría superior.
O no...
Badosa, la Sharápova española, el juguete roto, ha pasado por un vía crucis, un proceso en forma de montaña rusa cuyo desenlace lo vemos aquí y ahora, en París, en la pista Simonne Mathieu: por primera vez en su carrera, disputa los octavos de un Grand Slam.
Ha llegado, al fin, a la segunda semana.
Ella, que hasta hace dos años, antes de que la adoptase Xavi Budó, había ido de fase previa en fase previa, porfiando por instalarse en el Top 100. De la mano de Budó –su mentor hasta diez días antes de que arrancara Roland Garros–, Badosa había alcanzado tres semifinales del circuito y se había instalado como la 87.ª de la WTA, quién se lo hubiera dicho dos años antes.
Ahora, definitivamente, empezaba a creérselo. Y de la mano de Javier Martí, su técnico actual, aparecerá el próximo lunes mucho más arriba en las tablas, tras su arreón en París.
Silencio
Pocos pueden ver el encuentro: no hay colas en los accesos a Roland Garros; es rara esta edición bajo la pandemia, la más extraña de la historia
Pocos pueden ver el encuentro. No hay colas en los accesos de Roland Garros, cuyos bosques se recorren con el alma encogida, las manos enguantadas y el paraguas en la mochila. Es rara esta edición, acaso la más extraña de la historia. Las gradas están vacías, los tenistas se aíslan en sus burbujas, nadie firma autógrafos, nadie vocea, nadie choca manos.
Sopla el viento y hace frío, un frío que ha llegado para quedarse. Avanzamos en el otoño, aunque hay quien ya piensa en un largo invierno. Se aventuran más restricciones en la capital francesa en los próximos días, asustada como está por la evolución de la pandemia.
En el silencio de la pista se escuchan las voces, los reproches, las maldiciones.
Badosa está cumpliendo su sueño, pero ahora se maldice.
Ha empezado bien, ha llegado a verse 3-5 arriba en la primera manga. Está moviendo a su rival, la alemana Laura Siegemund, adversaria accesible, al menos eso insinúa su ránking: es la 66.ª WTA. Siegemund está que no se encuentra, incluso tiene frío. Luce chaqueta de chándal y calcetines blancos sobre las mallas largas. No se encuentra la alemana, que lanza golpes ajustados a las líneas y falla y falla.
Hasta que se encuentra.
Entrados en el noveno juego, rompe el servicio de Badosa, que ahora siente el peso del torneo. La española cede cuatro juegos de un tirón, ve cómo se le marcha el primer set y se desfigura.
Ahora habla su lenguaje corporal. Baja los hombros.
Y se maldice.
Ya no logra reponerse, incluso pide la asistencia del médico: se le ha contracturado la espalda. Para entonces está 3-1 abajo en el segundo set. Se tumba sobre la toalla. Siente cómo le manipulan las vértebras. Mientras los huesos crujen, ya se está viendo fuera del partido. Incluso se pone una camiseta por encima de los tirantes para disputar los últimos puntos.
Realmente, hace frío.
Ya no hay mucho que hacer ahora. Su juego, sólido en los prolegómenos, se ha vuelto fallón, maldito todo.
Badosa se convierte en la víctima de Siegemund, cuya confianza se multiplica. La alemana se va hasta los 25 golpes ganadores, frente a los 12 de Badosa, que apenas sumará un juego más.
Con los hombros caídos, despierta del sueño.
“Había empezado bien, pero no he conseguido jugar mi partido. Ella ha sido inteligente, me ha hecho correr mucho y me ha castigado con las dejadas. Creo que no he jugado ni al 50% de como lo había hecho en estos días”, se lamentaba más tarde.
Es la segunda semana en París.
Ya no quedan españolas en Roland Garros.