Djokovic vuelve a hacer trizas el sueño de Federer en sus bodas de oro
Open de Australia
El serbio aplaca al suizo, con problemas físicos, en tres sets
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Solo Roger Federer sabe cuán profundamente clavado tiene en la mente y el alma el dolor por la final de Wimbledon perdida en 2019 ante Novak Djokovic. De haber concretado alguno de esos dos match points, la historia hoy sería bastante diferente. Pero perdió aquel partido épico, tal como lo hizo hoy en las semifinales del Open de Australia. Otra vez ante el serbio, que para las Bodas de Oro de los choques entre ambos tuvo la gentileza, al menos, de no estirar la agonía al nivel de Londres.
Djokovic ganó 7-6 (7-1), 6-4 y 6-3 en dos horas y 18 minutos para instalarse en una final que le permitirá aspirar a su octavo título en Australia, algo sin precedentes en la era profesional en Melbourne. Una final para luchar por su título de Grand Slam número 17 y acercarse así a los 19 de Rafael Nadal y los 20 de Federer. Una final con el alemán Alexander Zverev o el austríaco Dominic Thiem, que juegan mañana viernes, tras dar forma junto al suizo a un hito conjunto: el de hoy fue el partido número 50 entre ambos. Djokovoc lidera ya 27 a 23. En esas Bodas de Oro del duelo suizo-serbio, uno es feliz y el otro no. Nada extraño, muchas fiestas son así.
El partido hoy podría haber ido por otro camino, estaba muy nervioso al principio”
”El partido hoy podría haber ido por otro camino. Él comenzó jugando muy bien, yo estaba muy nervioso al principio”, admitió Djokovic antes de rendir homenaje a su rival de 38 años: “Quiero decir que hay que mostrar mucho respeto por Federer, que jugó hoy aunque obviamente estaba lesionado y disminuido en sus movimientos”.
Pura realidad, pero la noche había comenzado en forma muy diferente. Los fans de Federer, mayoría en el Rod Laver Arena en una noche de furioso calor australiano, se sintieron en el séptimo cielo en los primeros juegos. El suizo mostraba un revés devastador y una derecha letal. No perdía el tiempo, jugaba puntos cortos y mandaba ante un serbio que solo defendía.
Pronto se adelantó 4-1, y con Djokovic sacando 0-40 probablemente dejó pasar la oportunidad de la noche, porque el serbio terminó defendiendo su servicio. A partir de ese 4-2, Federer volvió a apelar al slice, un efecto ralentizador, para impactar el revés. “Es inexplicable”, comentó en la televisión australiana Jim Courier, ex número uno del mundo. “¿Es el movimiento de pegar el revés de lleno lo que le causa dolor? No lo sabemos, por el momento solo podemos especular. El slice requiere de menos esfuerzo físico”.
Courier habló del tema cuando ya estaba en desarrollo el segundo set y después de que Federer aprovechara la pausa entre primera y segunda manga para ser atendido en el vestuario por el médico, lo mismo que hizo en el choque de cuartos de final que milagrosamente le ganó al estadounidense Tennys Sandgren.
Federer tuvo muy de cara el primer set
El tenis es a veces cruel con Federer (sí, también con él), que perdería 7-1 el tie break y el parcial pese a conectar 26 tiros ganadores contra solo 10 de Djokovic. Brillar, que es lo que el suizo hace tan frecuente e intensamente, no es garantía de victoria. Los puntos gloriosos y los intrascendentes valen exactamente lo mismo, aunque también es clave el sentido de la oportunidad. Si Federer comenzó a tomar ventaja en ese primer set con un gran revés paralelo, el mismo golpe le sirvió a Djokovic para cerrar el set de apertura en 62 minutos.
Una vieja historia, un guion conocido: Federer toma una ventaja amplia en el primer set, pero termina cediéndolo por 7-5 o en tie break. Es algo que le sucedió varias veces con Djokovic. Federer tuvo también en su mano igualar en cinco para mantener el suspenso en el segundo set, pero se derrumbó con su servicio (y el serbio, siempre astuto, siempre insaciable e incansable, ayudó a ese derrumbe). El tercero fue más trámite que partido, Federer había perdido ya el fuego del primer set y en Djokovic se había esfumado la duda.
”Yo no tengo la variedad natural de golpes que tiene Roger, pero intento no cometer errores”, analizaría el serbio. Muy cierto, porque fue su décima victoria en 14 partidos con el suizo en los últimos cinco años. El duelo ya no es tan equilibrado como en sus inicios, aunque Djokovic no deje de rendirle tributo a las dos “erres”: “Roger es uno de mis dos mayores rivales, Rafa y Roger han influido en mi mente como ningunos. Cuando gané mi primer título de Grand Slam aquí en 2008 tuve tres años muy duros, perdiendo mucho con ellos. Debí pensar mucho y trabajar mucho para cambiar esa situación”.
No hay dudas de que la cambió. ¿Y ahora? Ahora Federer deberá ver qué sucede con su físico, que casi nunca le falló a lo largo de una carrera profesional de más de dos décadas, pero que en este torneo se manifestó desde sus molestias en la ingle. Djokovic, en su vigésimo sexta final de Grand Slam (Federer tiene 32 y Rafael Nadal 28) y tras haber ganado 12 de las 13 últimas semifinales que disputó en un grande, va por algo diferente: alzar el trofeo el domimgo para que el mundo acepte, de una buena vez, que no es el “tercer hombre”, sino uno de los tres grandes. ¿El más grande? En eso está, eso busca, y en este enero australiano ni Federer ni Nadal pudieron desviarlo de ese camino.