Demasiada testosterona en el rugby femenino
‘The Economist’
Dejar que las mujeres trans jueguen en los deportes femeninos es a menudo injusto
El 9 de octubre World Rugby, el órgano rector del rugby mundial, anunció que prohibiría a las mujeres transgénero (personas nacidas como hombres, pero que se identifican como mujeres) jugar en el rugby femenino internacional. La decisión ha provocado la condena de algunos sectores y el elogio de otros; las autoridades de rugby de Inglaterra ya han dicho que seguirán permitiendo que las mujeres transgénero jugar en todos los demás niveles del deporte dentro de Inglaterra. La decisión enfrenta a World Rugby con el Comité Olímpico Internacional (COI), cuyas reglas permiten a las mujeres trans competir en acontecimientos olímpicos femeninos y con varios otros deportes que han seguido la orientación del COI. Las competidoras trans han cosechado éxitos en deportes diversos, como halterofilia, ciclismo y atletismo. Sin embargo, la decisión de World Rugby de excluirlas ha sido la correcta. Otros deportes deberían seguir su ejemplo.
Lo primero que tendrían que considerar es el modo en que tomó la decisión. El debate sobre los derechos de los transexuales, sobre todo si es online, puede ser extremadamente bronco y tóxico. World Rugby reunió de modo presencial a científicos, especialistas en ética, atletas y abogados para que presentaran en persona argumentos sosegados a los administradores del deporte. Esas presentaciones se hicieron públicas, en aras de la transparencia. Y la decisión se basó, en la medida de lo posible, en hechos.
En competiciones femeninas
El COI les permite competir sólo si eliminan la cantidad de testosterona que circula por su sangre
También tendrían que tomar nota de lo que muestran esos hechos. Se presentaron bajo dos facetas. Una confirmaba lo que señala la experiencia cotidiana. La mayoría de los hombres son más grandes, más rápidos y más fuertes que la mayoría de las mujeres; algunos hombres son más grandes, más rápidos o más fuertes que cualquier mujer. La segunda se refería al papel de la testosterona, la hormona sexual masculina y el esteroide anabólico responsable de gran parte de esa ventaja deportiva. El COI permite a las mujeres trans competir en acontecimientos femeninos sólo si eliminan la cantidad de testosterona que circula por su sangre.
Las pruebas presentadas a World Rugby no fueron perfectas, pero sí suficientes para señalar con firmeza que ese compromiso no funciona. La eliminación de la testosterona sólo parece tener una repercusión menor en la fuerza; demasiado menor para contrarrestar las ventajas otorgadas por la pubertad masculina. Y ninguna dosis de terapia hormonal es capaz de encoger los esqueletos. Eso bastó para que el World Rugby decidiera que el riesgo planteado por las mujeres trans para otras jugadoras sería demasiado grande. World Rugby ha dicho que está dispuesto a financiar más investigaciones y que revisará su decisión regularmente. Sin embargo, en un deporte de riesgo que ya está preocupado por las consecuencias a largo plazo de lesiones comunes, como la conmoción cerebral, su conclusión tiene sentido.
Las pruebas conciernen igualmente los deportes de no contacto, porque también se refieren a la equidad. El deporte femenino existe justamente para excluir a los hombres. Es un hecho cierto tanto a nivel de élite, donde las recompensas son mayores, como a nivel recreativo, donde los deportes se juegan en su gran mayoría. De otro modo, la mitad de la población se vería luchando contra una ventaja insuperable concedida por mera casualidad biológica a la otra mitad. Si la supresión de la testosterona no puede eliminar esa ventaja, entonces es injusto para quienes que todavía la poseen competir contra quienes nunca la han tenido. (Cabe señalar que eso deja margen para que los hombres trans -nacidos mujeres- participen en los deportes masculinos si así lo desean, ya que no poseen ninguna ventaja biológica, y en los deportes de contacto es poco probable que representen un peligro para sus compañeros de competición).
Los defensores de las mujeres trans suelen argumentar que la inclusión debe superar semejantes preocupaciones. Ahora bien, el deporte es un juego de suma cero, lo que significa que la inclusión funciona en ambos sentidos. Dado que las mujeres trans poseen una ventaja biológica, si se permite que compitan se corre el riesgo de privar a otras mujeres de las victorias que de otro modo podrían haber ganado, o de un puesto en un equipo que de otro modo podrían haber ocupado. La mayoría de los deportes reconocen esa contrapartida, al menos en principio. El propio COI observa que “el objetivo deportivo primordial es y sigue siendo la garantía de una competencia leal”. Al final, es sólo una cuestión de hechos, de si la eliminación de la testosterona puede o no puede garantizar en la práctica esa competencia leal. Y hasta ahora los hechos indican que no puede.
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De The Economist, traducido para La Vanguardia, publicado bajo licencia. El artículo original, en inglés, puede consultarse en www.economist.com.
Traducción: Juan Gabriel López Guix