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El niño que susurraba a los ciervos

Deportes sin fronteras

Sam Cane, el nuevo capitán de los All Blacks, es hoy el rostro de Nueva Zelanda y tiene tanta o más presión que la primera ministra

Sam Cane, flamante capitán de los All Blacks, posa con un balón de rugby

Michael Bradley / Getty

La primera ministra neozelandesa Jacinda Ardern se ha ganado la admiración mundial por su gestión tanto de la pandemia como del atentado terrorista de Christchurch el año pasado, cuando un racista blanco mató a 51 personas disparando en dos mezquitas durante la hora de la oración, por la ponderación y respeto con que se dirigió a todas las comunidades del país, lo mismo anglosajones que maoríes que musulmanes. Si se pudieran traspasar políticos, su agente se pondría las botas.

Pero por muy admirable que sea lo que ha hecho la líder laborista, su trabajo no es el de más responsabilidad en Nueva Zelanda. Ese privilegio o esa losa recae sobre el capitán de los All Blacks, una selección de rugby que el país entero espera que siempre gane, y es terriblemente criticada cuando no lo hace, como en el último Mundial de Japón, cuando Inglaterra la aplastó en semifinales. Las derrotas no son solo derrotas, son humillaciones, tragedias nacionales. Hasta los brasileños están ya más mentalizados a perder en fútbol que los kiwis cuando hay un balón ovalado de por medio.

De pequeño se levantaba a las cuatro de la mañana para dar de comer a los animales antes de ir a jugar

El peso recae desde ahora sobre los hombros de Sam Cane, de 28 años, que ha jugado 68 veces con la famosa camiseta negra. Se trata de un flanker o tercera línea, el número 7, líder defensivo de la selección y de su equipo, los Chiefs de Hamilton, conocido por sus brutales placajes y su juego en el breakdown , cuando la pelota está en el suelo y se las ingenia para no hincar la rodilla, mantenerse en pie y tener la posibilidad de arrebatársela al rival y ganar la posesión para los suyos. Su aportación ofensiva tampoco es desdeñable, como subrayan sus trece ensayos con los todopoderosos All Blacks.

Un capitán neozelandés puede retirarse en la gloria y subir al panteón de los dioses del rugby, como Richie McCaw (149 veces internacional), tras ganar dos campeonatos del mundo. O con una cierta tristeza como es el caso de Kieran Read, su predecesor, relegado a los 34 años al rugby japonés (128 veces internacional), también un ganador nato pero que tuvo la mala fortuna de llevar el brazalete en el mundial nipón que acabó conquistando Sudáfrica. Para los All Blacks fue un fin de época, y era inevitable un relevo. Sam Whitelock de los Crusaders, otro veterano, fue su principal rival.

Ian Foster, el nuevo seleccionador, se inclinó sin embargo por Cane dado su carácter firme pero dialogante, su capacidad para escuchar las opiniones de los demás y reconocer que puede estar equivocado, su habilidad para lidiar con los egos de los veteranos y también las ambiciones de los jóvenes. Ambos, capitán y entrenador, se han formado en los Chiefs, uno de los cinco grandes del rugby kiwi junto a los Highlanders, Blues, Crusaders y Hurricanes.

Cane nació en la pequeña comunidad rural de Reporoa (en la región de Waikato, isla Norte). Su abuelo materno emigró de Holanda junto con cuatro hermanos escapando de la II Guerra Mundial, y prosperó como ganadero. Su padre decidió cambiar las reses por ciervos, y el nuevo líder de los All Blacks creció entre ellos, acariciándoles los lomos, dándoles de comer, durmiendo en el establo cuando alguno estaba enfermo y susurrándoles al oído sus secretos y sus sueños. Las mañanas de los sábados son sagradas en el país, cuando se disputan los partidos de rugby escolares, y Sam tenía que levantarse a las cuatro de la mañana. Si antes no hacía todas sus tareas en la granja, no podía ir a jugar (lo cual habría dejado colgados a sus compañeros, dado que su equipo tenía problemas para encontrar quince chavales dispuestos a arrastrase en el fango). Ese sentido de la responsabilidad le quedó muy marcado, y le ha servido para ponerse el brazalete.

Que Cane empezara en el banquillo la semifinal contra Inglaterra del año pasado fue un factor determinante en la derrota, y la decisión que puso fin al periplo de Steve Hansen como seleccionador. La defensa neozelandesa fue apabullada, y para cuando el coach empezó a hacer cambios ya era demasiado tarde. El talento del número siete fue evidente desde jovencito, cuando destacó en los Tauranga Boys. Con 1,89m de altura y 103 kilos, los hay con una presencia física más imponente, pero muy pocos son capaces de aguantarle en el choque. Es como ponerse delante de un tren.

A pesar de los aplausos que Jacinda Ardern ha recibido por su táctica para combatir la pandemia, Cane admira su transparencia pero no está seguro de que un confinamiento tan estricto hubiera sido necesario. A partir de ahora será la primera ministra quien podrá criticar sus decisiones como capitán de los All Blacks. Porque el suyo va a ser el rostro más conocido del país.