“¡Navas, Navas, Navas!”, voceaba este domingo el Bernabeu, bendecido bajo su magnífico sistema de calefacción de última gana, minutos antes de que Jesús Navas (39), una institución del fútbol español, saltara al terreno de juego.
En pie el respetable, madridistas y sevillistas, esta vez no importa el color, no importa el club, solo importa el futbolista.
A 25 minutos del final emergía Navas, eterno carrilero del Sevilla (21 temporadas en la élite, con dos episodios en el Sevilla y un intervalo de cuatro años en el Manchester City), emergía sustituyendo a Idumbo, y un abanico de recuerdos azuzaba al amante del fútbol.
Mientras Navas disputaba sus últimos minutos como futbolista profesional (aún se gustaba con un pase delicioso a Juanlu; de ser gol hubiera sido la asistencia 182.ª en su carrera), el estadio y el observador revivían los primeros años del Sevilla europeo: cuatro títulos de la UEFA avalan a Jesús Navas, y también dos Eurocopas y el Mundial del 2010 con España, proezas que han unido en el tiempo la era de Luis Aragonés y Vicente del Bosque al presente de Luis de la Fuente.