La Copa del Mundo, en condiciones normales, se estaría disputando a estas alturas del verano. Sin embargo, la edición de 2022, la vigésimo segunda, será la más atípica de toda la historia. Primero, porque se disputará en noviembre y diciembre; y segundo, porque viajará a Qatar, un país sin tradición futbolística. La polémica rodea al torneo desde la aprobación de la sede. Las pésimas condiciones laborales de los constructores de los estadios provocaron la desaprobación de mucha gente. La represión contra cualquier símbolo relativo al colectivo LGTBI es otro de los puntos más controvertidos.
Desde Qatar, ante las acusaciones del resto del mundo que lo señalaban como un país que vulnera derechos humanos fundamentales, se han apresurado a proteger públicamente su imagen. El 10 de diciembre de 2020, Associated Press anunciaba que el país permitiría a la gente entrar a los estadios con banderas u otros símbolos representativos del colectivo LGTBI. Entonces, Qatar parecía dispuesto a fomentar la tolerancia y la inclusión de cara a la cita mundialista bajo la presión de la FIFA y del grueso de la sociedad.
En 2020, Qatar aseguraba que permitiría a la gente entrar con banderas con el arcoíris
Esta tendencia en favor de la libertad de expresión y el respeto de los derechos se fue suavizando con el paso del tiempo. A medida que la fecha se acerca, dirigentes del país y personas relacionadas con la organización del evento se muestran cada vez más reticentes a las manifestaciones LGTBI de cualquier tipo en público.
En diciembre de 2021, Nasser Al-Khater, portavoz del Mundial, concedió una entrevista a la CNN. En respuesta a Josh Cavallo, futbolista que se declaró homosexual y que aseguró que tendría miedo de jugar la Copa del Mundo en Oriente Medio, Al-Khater dijo que allí "nadie se siente amenazado ni inseguro" y que "Qatar es un país tolerante, acogedor y hospitalario". Sin embargo, matizó esta postura y afirmó que "las muestras de afecto entre personas homosexuales en público no están bien vistas": "Qatar es conservador, y pedimos a los fans que lo respeten. Esto no es algo peculiar, muchos países son conservadores".
Las muestras de afecto entre personas homosexuales no están bien vistas
Las reticencias contra el colectivo LGTBI y sus manifestaciones en público se fueron haciendo cada vez mayores y más evidentes. El pasado mes de abril, el director de seguridad del Mundial de Qatar, Abdulaziz Abdullah Al-Ansari, salió a decir que las banderas con los colores representativos del movimiento podrían ser arrebatadas a la gente, utilizando como pretexto que se haría por su seguridad, ya que no pueden controlar el comportamiento violento de toda la ciudadanía. "Si un aficionado alza la bandera con el arcoíris y se la quito, no será para insultarlo, sino para protegerlo. Alguien podría atacarle, no puedo garantizar la buena conducta de todo el mundo", explicó Al-Ansari.
Sin un aficionado alza la bandera LGTBI y se la quito, será para protegerlo
Qatar es todavía un país con una legislación homofóbica, donde la homosexualidad está penada con hasta tres años de cárcel o con castigos mayores para los musulmanes (en teoría existe la pena de muerte por este motivo, pero no se ha reportado ningún caso de su aplicación). Los esfuerzos de los dirigentes por dar la bienvenida a parejas homosexuales y por mostrarse tolerantes y respetuosos no van acorde a las normas vigentes.
Homofobia en el fútbol
Senegal sale en defensa de Gueye tras su episodio homofóbico
El pasado 17 de mayo, Día Mundial contra la Homofobia y la Transfobia, el Paris Saint-Germain saltó al campo para enfrentarse al Montpellier vestido con su segunda equipación, de color blanco, y con los colores del arcoíris, representativos del colectivo LGTBI, en los dorsales. Ese día, Idrissa Gueye, mediocentro del conjunto parisino, alegó "motivos personales" para no jugar. No tardó en señalarse como un gesto de intolerancia al movimiento.
Mientras en Europa fue duramente criticado y sorprendió negativamente a sus compañeros y a Mauricio Pochettino, en Senegal, su país de origen, surgen voces en su defensa. Y voces importantes, como la del presidente de la nación, que dijo que "sus convicciones religiosas deben ser respetadas". Por su parte, el periodista senegalés Bacary Cissé ha asegurado para RMC que el gesto de Gueye "fue incomprendido". "Culturalmente, nadie habría entendido si hubiera hecho algo diferente a lo que hizo. Él no es el único. Cuenta con el pleno apoyo de los senegaleses. Para nosotros, es un héroe", manifestó.