¿Y si Messi (no) volviera?

Por la escuadra

¿Y si Messi (no) volviera?

A veces el fútbol es una ciencia exacta, como cuando el líder de la competición gana cómodamente a un equipo que agoniza. Además del resultado, la manera de conseguirlo reconforta porque antepone el acierto de los delanteros –Lewandows­ky, Ansu Fati y Ferran–, que rompieron el maleficio de una estadística cada vez más omnipresente. Esta inercia de la ventaja bien gestionada es el instrumento más importante del Barça actual. El resto no solo no sigue los principios de las ciencias exactas, sino que instaura un clima de aspersión que dispara teorías, rumores, pánicos e intuiciones creando un clima de caos comunicativo interesadamente especulativo.

El interés es variable. Según el presidente Joan Laporta, prevalece el interés de los malvados que calumnian al club, aunque muchos culés de buena fe esperan que la directiva les responda una cadena de dudas –de reputación, financieras, conceptuales, deportivas– alimentadas a conciencia. Para completar este batido efervescente, reaviva un hipotético regreso de Messi. La estructura del rumor sigue el protocolo ancestral de las pirulas invertebradas disfrazadas de inminencia –pura mitología– vertebrada.

Leo Messi decidirá su futuro pensando en la familia

Leo Messi decidirá su futuro pensando en la familia

EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

La ventaja bien gestionada es el instrumento más importante del Barça

Es un fenómeno mágico que no depende de la realidad. Se alimenta de conceptos como “el entorno de Messi”. El entorno de Messi es una corona de influencia tan remota que a menudo ni siquiera existe. Puede nacer del comentario de alguien que, sin ningún dato, tuvo, hace muchos años, cierta relación con los Messi. O de una fórmula tan perversa como el “me dicen” de alguien que en realidad oye voces. Los Messi tampoco son una masa definida y, como suele pasar en el mundo del fútbol, vampirizan la inflación de personas que hablan en su nombre. Por parte del Barça, el globo sonda parte de una característica definitoria del laportismo: la emocionalidad como motor de la historia. ¿Cuántas veces ha defendido Laporta ideas que, sobre el papel, parecían irracionales? Muchas, y a veces le ha funcionado. La emoción de una ficción deseada funciona mejor que tener que explicar una práctica reprobable largamente explotada por el lado más sórdido del club. En el momento de inestabilidad que vive el Barça, Messi representa un romanticismo que tiene la ventaja de ser gratis. Nos enganchamos a esta historia porque, ya sea desde el escepticismo o el acto de fe, no nos supone ningún coste y nos permite divagar sobre cuestiones que, a diferencia del caso Negreira o las finanzas del club, halagan nuestro cuñadismo y nos anestesia el sentido crítico. De hecho, cuando en una conversación entre culés intentas establecer cierto criterio racional y recuerdas que el Barça no ha podido inscribir a Gavi y tiene que rebajar la masa salarial en 200 millones de euros al año, la respuesta es una mirada de desprecio que te acusa de ser un puto aguafiestas tribunero y castrador de sueños. Y lo más increíble es que el contagio funciona y la conversación continúa en unos términos deliciosamente absurdos. El interlocutor te dice que vale, que es imposible que Messi vuelva porque el club está arruinado. Y entonces hace una pausa... –y aquí le cambia la mirada– y, con una sonrisa luminosa, te pregunta: pero, ¿y si volviera?

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