Hay momentos en que el cómo conviene dejarlo en el armario colgado en la percha a la espera de una ocasión más apropiada. Hay días en que el frac, la pajarita y los gemelos de oro es mejor conservarlos a buen recaudo en la cómoda. Hay noches en que la situación requiere un atuendo más mundano y una vestimenta más rudimentaria. Al Barça siempre le ha importado mucho el qué dirán. En estilo, siempre los números uno. En modelo, los más guapos. En sistema, los más modernos. En inquietudes futbolísticas, los más culturales o contraculturales, pero a la última. Sin embargo, a veces la necesidad aprieta, y buenas son unas lentejas si están bien cocinadas cuando los fogones no dan para productos chic.
Si hay que bajar a la mina para competir porque se da una situación de carestía, pues se baja. Si hay que remar más que Charlton Heston en las galeras de Ben-Hur, pues se rema. Si hay que achicar agua como nunca, pues se achica. Si los héroes han de ser gladiadores como Ronald Araújo y Koundé, auténticos abanderados en Chamartín, pues bienvenidos sean.
Porque el qué se impone sobre el cómo en tiempos de hambruna. No se trata de ser resultadista, sino de ser realista. Sí, a Koeman lo pusieron a parir por aquello del “esto es lo que hay”, frase que primero dijo Piqué, por cierto, pero a la verdad no se la puede regatear porque sale a flote.
El Barça ganó en el Bernabeu por 0-4 con Messi de suplente porque salía de una lesión. El conjunto barcelonista venció en el feudo blanco por 0-3 con Vermaelen en el once inicial y gol de Aleix Vidal. Y el Barcelona se impuso este jueves sin ni siquiera ganar la posesión. Verlo para creerlo.
Pero cuando el Barça aterriza en el estadio madridista ha llegado a un punto en que puede competir sean cuales sean las circunstancias, ya sea sorprendiendo y goleando como la pasada temporada en el campeonato o ya sea con un equipo de emergencia y con el mono de trabajo puesto como en esta ocasión.
Sea como sea, ¿a qué culé no le pone
ganar en el Bernabeu?
Como si se tratara de un embrujo. Como si aquello fuera tierra santa para el Barça. Los gritos de “corrupción en la Federación” y el marcaje al árbitro en pleno caso Negreira descentraron más al Madrid, en concreto a un desquiciado Vinícius, al que le perdonaron la expulsión, que al equipo de Xavi, que no daba dos pases seguidos y, de pronto, se vio mandando en el marcador con un gol en propia puerta. Vía VAR, para más paradoja.
Probablemente los barcelonistas no disfrutaron mucho del juego, pero lo seguro es que todos ellos celebraron el triunfo. Porque, como dijo Xavi, ¿a qué culé no le pone vencer en el Bernabeu?