En Asmara, la capital de Eritrea, la gente ha salido en masa a celebrar en las calles con música y muchas bicicletas cada una de las tres victorias de Biniam Girmay (2000) en el Tour de Francia. Son las primeras de un africano de piel negra en la carrera más importante del calendario. Ayer se quedaron en casa, mustios. Su compatriota no pudo repetir en la última gran oportunidad para los sprinters en Nîmes porque se vio involucrado en una caída a falta de 1,3 km para la meta, lo que le descabalgó. Llegó retrasado, dolido, escoltado y empujado por su compañero Goossens, como Ocaña en el Ballon d’Alsace en 1969.
Una caída no puede empañar la aparición del eritreo, una de las sensaciones de este Tour de los prodigios. Bini, como se le conoce en el pelotón, además de entrar en la historia, se ha hecho un hueco en el corazón de los aficionados y está llamado a ser una de las estrellas de esta década.
Su espejo
Su gran ídolo fue Peter Sagan, que ganó siete veces el maillot verde al que él aspira
Pese a que su accidente del martes lo aprovechó Jasper Philipsen (Alpecin), su gran rival en la clasificación de la regularidad, para igualar sus tres triunfos parciales y los de Pogacar, el eritreo aún puede proclamarse el domingo en Niza ganador del maillot verde. Conserva 32 puntos de ventaja.
Para Girmay llevarse el maillot verde del Tour es especial pues su ídolo, el eslovaco Peter Sagan, tiene el récord con siete. Esta vez la esperanza es negra.
Lucha abierta
A pesar de su caída, el del Intermarché aún lidera la clasificación de la regularidad por 32 puntos
No es casual que el lunes, en el día de descanso, Girmay recibiese unas zapatillas especiales. Están decoradas con toques verdes, la bandera de su país y llevan los nombres de Saliem, su esposa, y de Leila, la hija de ambos, de tres años. En el fútbol son normales las botas personalizadas pero en el pelotón pocos las tienen. Ese es el nuevo status del eritreo, que empezó en el ciclismo por imitación.
Primero fue su padre quien le metió el gusanillo, invitándole cuando era niño a ver por la televisión el Tour cada verano. Después un primo suyo, Meron Teshome Hagon, estuvo en el Tour del Porvenir del 2012. La familia se dio cuenta de que Girmay tenía buenas piernas porque le aguantaba la rueda a pesar de que tenía 12 años... ocho menos que el primo.
Los indicios
Con 12 años aguantaba la rueda de su primo, que tenía 20 y había corrido el Tour del Porvenir
El golpe definitivo fue ver a Daniel Teklehaimanot lucir cuatro días el maillot de la montaña en el Tour del 2015. “Lloré cuando vi a un eritreo en el podio”, recuerda.
En el 2018, Evenepoel ya era un proyecto de estrella, el junior más seguido –pasó a profesional al año siguiente con 19 años–. Aquella temporada el belga iba sobrado pero el 3 de agosto, en la primera etapa de la Aubel-Thimister-Stavelot, fue batido al sprint por un ciclista negro con el maillot del Centro Mundial del Ciclismo.
Nacido a 2.500 metros, supera mejor la montaña
Las fibras de su cuerpo le ayudan a esprintar sin necesidad de tener la complexión y los muslos de otros velocistas
La Unión Ciclista Internacional (UCI) tiene en Aigle (Suiza) una sede donde beca a corredores con buen potencial de países en los que hay poca cultura ciclista. Los lleva allí para que se entrenen y progresen. Al tratarse de un organismo oficial obtuvieron el permiso de Eritrea para que la promesa pudiese abandonar el país. Normalmente, el restrictivo gobierno eritreo deniega esas peticiones por miedo a que el joven no regrese. Tres años después, Girmay se convertía en subcampeón del mundo sub-23.
Con 1,84 metros y 70 kilos, las fibras de su cuerpo le ayudan a esprintar sin necesidad de tener los muslos de otros velocistas, además de ser especialista en finales con un poco de pendiente. Nacido a 2.325 metros, supera mejor que ellos la montaña. Enseguida el Intermarché lo fichó. “Nos enamoramos de Girmay desde el primer encuentro, sabemos que hay mucho potencial en él. Con Bini no hablamos sólo de deporte, también sabemos que hay historia detrás”, confirma Jean-François Bourlart, el mandamás del equipo, con el que tiene contrato hasta el 2026. Los réditos no tardaron en llegar con triunfos la Gante-Wevelgem y etapas en la Vuelta a Suiza, el Giro de Italia o estas tres en el Tour. En el 2025 le espera el Mundial en Ruanda.