Alcaraz sucumbe ante un Djokovic infinito
Juegos Olímpicos
El serbio vence por 7-6 (3), 7-6 (2) y consigue el último título que le faltaba mientras el murciano se tiene que conformar con la plata
La montaña de Djokovic fue demasiado alta. Demasiado resistente. Demasiado inaccesible. En una final para el recuerdo en el que ambos jugadores se llevaron al límite Alcaraz no pudo con la resiliencia del serbio, con su tenis infinito, con su eternidad. El murciano no será el tenista más joven de la historia en conquistar el oro olímpico y se tuvo que conformar con la plata. Lo impidió el jugador que más Grand Slams ha ganado, el que no parece tener final, el que a los 37 años es el más mayor en ganar los Juegos desde que estos regresaran al programa olímpico en 1988. Djokovic se impuso por 7-6 (3), 7-6 (2) en 2 horas y 50 minutos.
El murciano se exprimió, lo dio todo y puso al público en pie en múltiples ocasiones pero descubrió el amargo sabor de la derrota en una gran final tras embolsarse dos Wimbledon, un Roland Garros y un US Open. Enseñó un nivel mayúsculo pero no fue el de sus días más excelsos. Se le vio con una pizca menos de energía y un pelín más irregular. Eso fue fatal para él en los dos tie-breaks con los que se resolvió el partido. Allí donde se desencallan los nudos gordianos del tenis Djokovic fue mejor. Para la videoteca queda una derecha cruzada del segundo desempate que fue el principio del fin para Alcaraz. Consigue atravesar pues Djokovic su última frontera. Solo le quedaba el oro olímpico por conquistar. Ya lo tiene todo. Su palmarés no resiste comparación alguna. Es lo que dicen los números y es lo que sintió Nole sobre la pista tras casi 20 años de cruzada olímpica sin éxito. Lo festejó de lo lindo el serbio, enfervorecidos sus compatriotas en la grada. No se puede decir que Djokovic no se ganara el oro a pulso. Mientras, Alcaraz rompía a llorar.
Porque, por ejemplo, el primer set fue una vida en sí misma. Una vida de 1 hora y 33 minutos. Una vida con juegos como el noveno, que duró 17 minutos, en el que Carlos Alcaraz dispuso de cinco bolas de break, con 4-4. Si hubiera aprovechado alguna de ellas habría tenido la manga en franquicia. Pero Djokovic, el tenista más gatuno que hay, por las vidas que tiene, resistió el envite y la vida continuó hasta desembocar en un tie-break que se desencalló cuando el serbio colocó un resto ganador. Ahí, en ese instante, Alcaraz, con toda la tralla de la semana, tuvo una microdesconexión y Djokovic no perdonó.
El partido fue una tremenda batalla de principio a fin pero en los 'tie-breaks' Djokovic tuvo más temple
Estalló buena parte de la grada. Porque por primera vez en todo el torneo aquello no era una fiesta española entre el respetable. Los serbios también acudieron en masa para acompañar a su ídolo en su intento de atravesar su último desafío.
Alcaraz tampoco estaba solo pues incluso vino desde España su entrenador, Juan Carlos Ferrero. Quería estar con su pupilo en un partido de esta enjundia. Un partido que no se quería perder nadie, con el presidente del COI, Thomas Bach y Serena Williams en el palco. Y un partido que en nada tenía que ver con la final de Wimbledon. El serbio había avisado que ahora se encontraba mucho mejor que en Londres, cuando recién le habían operado de la rodilla.
Enseguida se comprobó que no lo decía en falso. Porque entró mejor en harina Djokovic ante un Alcaraz un punto frío, sin la chispa habitual y sin aquella alegría desbordante. Claro que el murciano tiene un repertorio tan grande que no se achicó y la final se fue convirtiendo, un asalto tras otro, en un combate al límite. Ahora salvaba bolas de rotura Alcaraz (hasta cinco). Ahora lo hacía Djokovic (hasta ocho). No es que cada juego se disputara hasta la extenuación, es que cada punto se sudaba. Derecha de campeonato de Djokovic. Revés al límite de Alcaraz. Resto ajustado del serbio. Dejada perfecta del murciano. La pista era un hervidero. De hecho, el primer set lo perdió el español porque alguien tenía que hacerlo.
El murciano corría el riesgo de perder la paciencia y de que se le agotaran más las ideas que las piernas ante un rival pétreo que suele olisquear la sangre como un tiburón.
Nadie se quiso perder la final, desde el presidente del COI hasta Serena Williams
Djokovic entendió que podía ser su momento e hizo sufrir a Alcaraz con su servicio mientras este no hacía cosquillas al resto. Pero no hubo manera de que se rompiera el saque y aquello desencadenó en un segundo tie-break. Se repitió la historia. Djokovic cogió su último tren olímpico. A Alcaraz le queda la carrera por delante. Seguro que volverá.