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Jakob Ingebrigtsen y sus maldiciones

Atletismo | Mundiales de Budapest

Josh Kerr sorprende al talento noruego, plata y desfondado en la última recta del 1.500

Josh Kerr cruza la meta del 1.500 por delante de Jakob Ingebrigtsen y Narve Gilde Nordás, ayer en Budapest

Sarah Meyssonier / REUTERS

Un corredor es un avaro, y se dedica a gastar los peniques de su energía con gran tacañería

El corredor, John L. Parker

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En diciembre, los hermanos Ingebrigtsen pasaron por Barcelona y los organizadores de la Cursa dels Nassos (la San Silvestre barcelonesa) me habían dado la oportunidad de trotar por la Villa Olímpica junto a tres de ellos, junto a Henrik, Filip y el fenomenal Jakob, y luego también me habían dejado sentarme a conversar con Jakob, ya entonces campeón olímpico del 1.500 y campeón mundial del 5.000 (y multi-oro europeo de ambas distancias).

Y al genio le pregunté:

–¿Qué le falta para redondear su carrera deportiva?

(Y acaso la pregunta era algo precipitada, pues Jakob Ingebrigtsen apenas tiene 22 años: es decir, le queda toda una carrera deportiva por delante).

Y el hombre me dijo:

–Si algo me obsesiona, es ser campeón del mundo del 1.500.

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Pues bien, pues no.

Las obsesiones son malditas.

Jakob Ingebrigtsen sigue sin su oro mundial del 1.500. 

Se lo arrebataba este miércoles Josh Kerr, británico como Jake Wightman, el británico que hace un año, en Eugene, también había condenado al noruego a la plata.

Son carreras calcadas con un final idéntico: un británico tumbando al noruego.

Esta no la había visto venir Steve Cram, británico como Wightman o como Kerr, campeón del mundo como Wightman o como Kerr (en su caso, hace cuarenta años), pues en la víspera me había dicho:

–Veo a Ingebrigtsen invencible.

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Pero no se engañe el lector: Ingebrigtsen todo lo hacía bien.

Sabio y metrónomo aun a sus 22 años, había establecido la velocidad de crucero desde el primer 500 (1m10s83), un ritmo que debía llevarle a la barrera del 3m30s, mientras Kerr se agazapaba a su espalda y Mario García Romo, único español en la cita, se retrasaba a cola (sexto, en 3m30s26).

Luego, los hechos parecían seguir su curso natural. 

Ingebrigtsen es arte y ensayo, un rodillo patinando sobre el sintético, un El Guerruj 2.0, suave en apariencia, tormentoso para quien le sigue la estela. 

A cada cien metros, una decimilla más deprisa. El noruego, en la calle uno, y el resto, gestionando el dolor. Cruzarían el mil en 2m22s06, y desde allí un poquito más: un 100 en 13s83, el siguiente en 13s64, el siguiente en 13s30, el siguiente en 12s91, y Kerr, cabezón, no se soltaba, y en la última recta aparecía para atormentar al noruego, tal y como Wightman lo había hecho hace un año, vaya maldición: 3m29s38 para Kerr, 3m29s65 para Ingebrigtsen.

(...)

La historia es infeliz, un castigo para Jakob Ingebrigtsen, y además es rocambolesca.

La sorpresa

Josh Kerr, británico, superó al noruego tal y como Jake Wightman, también británico, le había ganado en 2022

Pues los Ingebrigtsen, a su manera, son carne de serial.

Los Kardashian noruegos, los llaman.

Los Kardashian noruegos habían invertido años en grabar y emitir un serial autobiográfico: Team Ingebrigtsen.

Pueden echarle un vistazo.

Está en YouTube.

Team Ingebrigtsen ha llegado a alcanzar las cinco temporadas, y quienes observábamos los episodios nos lo pasábamos bomba. Las historias de la familia eran un revoltijo de entrenamientos, disputas familiares, confesiones, triunfos y fracasos coronados por las exigencias de Gjert, el paterfamilias, y el retrato de los niños-atletas, que se iban haciendo mayores y brillantes.

Cuatro de los críos corrían, y muy bien que lo hacían –tanto Henrik, como Filip, como Jakob, han sido campeones europeos del 1.500–, y también lo hacía Ingrid, una de las pequeñas, y todo iba razonablemente bien hasta que un conflicto entre ella, la niña Ingrid, y el padre lo había roto todo.

Nunca sabremos qué pasó exactamente entre el padre y la hija –“Ingrid ha tenido un problema de salud y ha dejado de correr”, se limitó a contarme Jakob en aquella charla en Barcelona–, pero los chicos acabaron echando al padre, ya no quieren saber de él, y el padre se había llevado sus trastos y sus sistemas a otro lado.

Concretamente, a otras pistas de atletismo noruegas.

Así es como Gjert Ingebrigtsen, expulsado de su familia, había conocido a Narve Gilde Nordás (24), hasta entonces un milquientista de 3m36s23 en el 2022 que, por arte y oficio del padre exiliado, ha bajado hasta 3m29s47 en un solo año, y había volado hasta el bronce anoche, a solo tres centésimas de Ingebrigtsen.

Y ya: el conflicto.

Pues, desde la perspectiva de los hermanos Ingebrigtsen, Nordás ya no es un comparsa.

Ahora es un peligro.

(...)

Sin opciones

El español Mario García Romo, casi siempre escondido, no tuvo opciones y acabó sexto

Antes de venir a Budapest, Jakob Ingebrigtsen le había dicho a la Federación Noruega:

–Que nadie acredite a mi padre. Y no quiero a Nordás en nuestro hotel.

Y la Federación noruega, intimidada por el poder del mito, había agachado la cabeza.

Luego, ya en Budapest, todos habían echado a correr. Y con los días, tanto Jakob Ingebrigtsen como Narve Gilde Nordás habían accedido a la final de este miércoles, todo un galimatías para los federativos noruegos y un trabalenguas para Gjert Ingebrigtsen, el antes gurú cuyos deseos, ayer, tenían que ser un batiburrillo de sentimientos encontrados.

Mientras el hombre contemplaba el 1.500, ¿con quién iba?

¿Con su hijo, o con su pupilo?

¿Y se alegraría, al fin, de la derrota de su hijo?