Cada día me acuesto convencido de que nadie ha podido entrenarse mejor que yo
Sebastian Coe
--------------------------------------
Primero correremos.
Y mientras corramos, hablaremos.
Eso me había dicho yo, hasta que le he visto los ojos al dragón.
Jakob (22) y sus hermanos mayores, Henrik (31) y Filip (29), los célebres Ingebrigtsen, pulsan el cronómetro y arrancan a trotar, y a las dos zancadas ya vamos a 4ms20 por kilómetro, y entonces advierto que aquello va a ir deprisa, así que a los dos minutos, resignado y asustado, corto la comunicación.
Ya hablaremos cuando esto acabe.
(...)
El trote se lanza y José Luis Blanco, director de la Cursa dels Nassos que los tres hermanos disputarán en la tarde del 31 de diciembre (correrán el 5K), va dando indicaciones, y les dice:
–Aquí está la salida.
Y luego:
–Aquí, el kilómetro 2.
Y los fenómenos noruegos asienten y David Escudé, regidor d’Esports del Ajuntament, y yo mismo nos miramos alarmados, pues el asunto se acelera más y más y nos vamos hasta 3m50s por kilómetro y empezamos a resoplar.
Ya hablaremos cuando esto acabe.
(...)
El trote acaba a los 6.500 m (hemos invertido 28 minutos), y entonces Henrik, campeón de Europa del 1.500 en el 2010, me cuenta que lleva dos años lidiando con una lesión en el tendón de Aquiles:
–He pasado meses corriendo con una rotura del 80%. ¡Firmé 13m19s en los 5.000 m con un 20% del tendón!
Y Filip, campeón de Europa del 1.500 en el 2016, me dice:
–Si los noruegos tenemos a Warholm (400 m vallas), Carlsen (ajedrez), Ruud (tenis), Håland (fútbol), Blummenfeldt (triatlón), Hovland (golf) o Hauger (automovilismo), será por el agua que bebemos.
Y pone cara de póker.
Y luego ríe:
–No, la clave está en el sistema. Somos 5 millones de noruegos, y el Estado puede ofrecer ayudas individualizadas a cada uno de nosotros. Y si uno triunfa, el resto cree que también puede triunfar. Es el efecto espejo.
La peor decepción de mi vida la sufrí al perder una carrera local; entonces apenas tenía catorce años”
Y luego llegamos al hotel en la Villa Olímpica y tomo asiento junto a Jakob, un flaco de 1,86m de estatura, campeón de todo, olímpico, mundial y europeo, hoy el mejor mediofondista del mundo, y le pregunto:
–¿Usted corre porque gana? ¿O corre porque le gusta correr?
–Para mí, lo importante es sentirme competitivo. Para algunos, la felicidad está en la música, o en la lectura, o en la escritura. Para mí, lo está en sentirme competitivo en el atletismo.
–¿Siempre ha sido así?
–Siempre, desde que tenía 13 años y empecé con esto.
–Pero al principio, usted practicaba el esquí de fondo...
–Jugué a fútbol, hice esquí de fondo, tenía siete años, seguía las instrucciones de mi padre (Gjert ya no dirige el clan; sin embargo, la familia sigue los planes del progenitor en un porcentaje muy elevado) y mis hermanos mayores. Lo que pasa es que el esquí de fondo tiene un componente técnico que nunca me gustó. Por eso, prefería correr.
He pasado meses corriendo con una rotura del 80%. ¡Firmé 13m19s en los 5.000 m con un 20% del tendón!”
(Los Ingebrigtsen son siete hermanos; solo tres de ellos son atletas profesionales).
–Y también ganaba...
–A los 14 años sufrí la mayor decepción de mi carrera. Era el 2015. Disputaba el 1.500 de un campeonato local de un pequeño fiordo, en la categoría sub-20. Fui cuarto. Perdí por cuatro centésimas en los cuadros.
–¿Y por qué ese disgusto?
–Porque yo me tomo muy en serio todas las pruebas, sea una carrera local o unos Juegos Olímpicos. Siempre he creído en mí y siempre he querido ganar a todos; a mis amigos y hermanos, también.
–Pero para ello hay que sufrir, ¿le gusta sufrir?
–No, para nada. Y tampoco sufro tanto. En los entrenamientos, casi nunca llegamos al sufrimiento. A ver, depende de lo que usted considere que es sufrir.
–Ponerse ciego... –le digo.
–Eso no nos pasa. El sábado es el único día en el que nos exigimos. Vamos a nuestro 95%: 7 u 8 kms en láctico. Y eso es terrible. Pero el resto del tiempo no es así.
–¿Y por qué es usted mejor que el resto?
–Desde niño, me he especializado en endurecerme. Siempre me he exigido el 100%. Eso no significa ir siempre al límite, sino hacer bien las cosas.
–¿A qué se refiere?
–Si te saltas niveles, te puedes lesionar. Yo he invertido tiempo en analizar mi mecánica, encontrar la economía de carrera, todo aquello que te permite llegar al final de la prueba con los tanques lo más llenos posible.
–¿Y ha necesitado psicólogos?
–¿Psicólogos? En una familia de siete hermanos hipercompetitivos, la necesidad de ganar a los otros ya te motiva para todo. ¡Yo me he especializado en eso!
–¿Y qué pasó con Ingrid (16), su hermana pequeña, que dejó de correr?
–Tuvo problemas de salud relacionados con el corazón. Pasaron dos años y vio que no progresaba, así que acabó desmotivándose. Supongo que nunca será tarde para que vuelva al atletismo.
Y luego penetramos en el territorio de los entrenamientos.
Jakob Ingebrigtsen me cuenta que sus sesiones nunca van al límite, sino muy controladas. Y tampoco tiene un entrenamiento fetén, sino largos trabajos de series a un ritmo creciente:
–Por ejemplo –dice–: 25 tiradas de 400 metros, acelerando cada vez más para, aun así, acabar sufriendo menos de lo previsto.
Luego me vuelvo hacia Henrik y le pregunto:
–¿Qué es para ustedes un trote cómodo?
–Algo así como arrancar sobre 4m10s por cada kilómetro e ir progresando de forma natural para rondar los 3m30s a los 13 o 14 kilómetros.
(La Cursa dels Nassos se celebra en la tarde del 31 de diciembre; se disputarán dos distancias. A las 17.15h arranca la prueba de 10K y a las 19h, el 5K en el que compiten los Ingebrigtsen; según los organizadores, la tarde reunirá a más de 10.000 corredores).
La organización suspira por el récord del mundo de Jakob Ingebrigtsen, los 12m49s que el etíope Berihu Aregawi había firmado el año pasado, en este mismo circuito.
Jakob Ingebrigtsen dice que no con la cabeza.
Y con la palabra:
–No se puede estar en forma todo el tiempo. En el invierno hay que acumular volumen y kilómetros para luego afilarse en el verano. La Cursa dels Nassos nos viene bien en esta parte del calendario porque nos afina la forma. Pero lo que yo quiero es ganar el 1.500 en los Mundiales del próximo verano, en Budapest.