Con el brazalete de capitán, vestido de corto y acompañado de sus hijos Milan y Sasha, con los que después peloteó. Así lució la estampa final del adiós del Piqué futbolista de la que es su casa, un hasta luego rotundo en realidad. No hubo atrezo ni efectos especiales, fue una despedida que apeló a la emoción como ya hizo en su inesperado vídeo del jueves. Después de 15 temporadas en el primer equipo y 35 años de filiación al Barça, la puesta en escena de Piqué fue sencilla y austera, adjetivos que le suelen ser extraños. Besos a sus padres y a sus familiares y abrazo sentido a su abuelo Amador, que le hizo socio al nacer. Y una atmósfera más melancólica que fiestera, subrayada por las notas de la música de Coldplay, con acordes procedentes del pasado, de cuando el Barça era el rey del mundo y Piqué el tipo más cool .
Acabó el partido y no se movió ni un alma. Más de 90.000 personas no habían venido por el Barça-Almería sino por la llamada del mito que se va. Sin reproches. Gritos constantes de “Piqué, Piqué, Piquenbauer” y manteo de los compañeros. Vuelta de honor y los acordes de Camins de Sopa de Cabra sonando por megafonía. Luego vendría Coldplay. Móviles encendidos y Piqué que se arranca a hablar. No pensaba hacerlo, pero cambió de opinión. El discurso fue suyo, no lo trabajó con su equipo de confianza como sí había hecho con el vídeo.
Entre lágrimas, Piqué aseguró que “querer mucho a alguien también es dejarle marchar”
Después de los agradecimientos protocolarios, en los que incluyó a la “junta directiva de todos estos años”, única concesión al palco, llegó la profundidad: “En la vida cuando te haces mayor te das cuenta de que querer mucho a alguien también es dejarle marchar”. Y rompió a llorar, haciendo que los paralelismos con su situación personal (la separación de Shakira) se hicieran inevitables. “Después de tanto amor y pasión entre el Barça y yo toca dejarnos espacio, un poco de aire, estoy convencido de que en un futuro volveré a estar aquí”. Calló entonces Piqué, silenciado por los gritos de “presidente, presidente”. Y acabó: “Esto no es un adiós, ya me fui con 17 años y volví. Mi abuelo me hizo socio cuando nací. Nací aquí y moriré aquí. Visca el Barça siempre”.
No hubo más. El central del mejor Barça de la historia se fue sin hacer escandalera, “liberado” pero contrariado también por la manera y el momento del adiós porque no fueron los que imaginó.
“Estoy convencido de que en un futuro volveré a estar aquí”, concluyó entre gritos de “presidente”
El anuncio de Piqué cogió al club y su directiva descolocados. Los futbolistas no se retiran en noviembre. Y menos aún las leyendas. Consciente o inconscientemente, Piqué logró anoche subrayar esa falta de sintonía. No hubo grandes lonas en la grada porque ese tipo de encargos se hacen con semanas de antelación. Apenas un vídeo de escaso minutaje con las mejores jugadas, camisetas conmemorativas de la plantilla en el calentamiento y dos diminutas pancartas en la grada de animación. “Gràcies Geri”, “Un dels nostres”. Poca cosa ante la grandeza de un futbolista que cierra su majestuosa carrera con 30 títulos en el Barça, solo por detrás de Messi e Iniesta, y como quinto jugador con más partidos disputados, con 616.
No ha acabado el cuento en final feliz. Como tampoco lo hizo el de Leo Messi. El dinero no encaja bien en las fábulas infantiles, el dinero ocupa las conversaciones de los adultos y las suele contaminar. Hermanos peleados por una herencia. Piqué decepcionado con Joan Laporta y Mateu Alemany por verbalizar en una asamblea que algunos jugadores con sueldos altos habían obligado al presidente a avalar. Piqué sospecha que entre bambalinas los ataques han sido más salvajes.
“Después de tanto amor y pasión entre el Barça y yo, toca dejarnos espacio”, insistió en la metáfora
Hoy por hoy Piqué no quiere prestarse al deseo del club de despedirse el jueves con una rueda de prensa acompañado del presidente. No piensa jugar a eso. Laporta y Piqué, con una gran química siempre, se sentaron a negociar el pasado verano y no hubo acuerdo. Se trataba de encontrar fórmulas para rebajar el salario del jugador, como el de Busquets y el de Alba, altos por la herencia de Bartomeu, que les consintió todo, y altísimos por el diferimiento forzado por la pandemia. La reunión no fue mal, pero no hubo segunda. Esta semana ha llegado la respuesta. ¿Pesetero? Piqué, silbado hace dos semanas por la afición del Camp Nou por primera vez en su carrera, ha pasado a decantar de su lado el relato renunciando a un año y medio de contrato, lo que traducido en cash son 30 millones de ahorro para el club. Quien quiere volver para ser presidente empieza con ese gol a favor.