El triunfo del Mourinhismo

El córner inglés

El triunfo del Mourinhismo

“La ilusión nos conduce al final de la vida por una ruta atractiva”. Francois de la Rochefoucauld.

José Mourinho ganó la Europa Conference League con la Roma el otro día, algo así como coronarse campeón de la tercera división continental. ¿Habrá sentido la misma envidia que los aficionados del Barça al ver al Real Madrid ganar la Champions el sábado contra el Liverpool? No debería. Fue su victoria también. Fue un triunfo del mourinhismo .

Por supuesto que la décimocuarta Copa de Europa del Madrid se debe, en primer lugar, a que jugaron con ventaja divina. Para comprobar que ellos también lo entienden así no hay más que ver la foto del equipo dando gracias a la Madre de Dios en la catedral de la Almudena junto no a un obispo, no a dos, no a tres, sino a cuatro. Nunca un equipo obtuvo tanta gloria con un fútbol tan terrenal.

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Euforia, alegría y emoción de los madridistas ante la Cibeles

Lo que nos lleva al factor Mourinho. El portugués dejó el Madrid hace nueve años pero su espíritu sigue vivo. Jogo bonito , no me jorobes. Amor por el balón, no me hagas reír. La cuestión es ganar, ganar como sea. El actual entrenador del Madrid, Carlo Ancelotti, es un tipo entrañable. Pero no nos engañemos: es la cara simpática del catenaccio mourinhista .

El Madrid es un equipo no de artistas sino de soldados. Dispuestos a matar o morir, como los rusos en Stalingrado, frustran al rival hasta la locura; luego aprovechan un despiste y ganan por la mínima. ¿Se acuerdan de los datos que aparecieron en la pantalla a los 35 minutos de la final contra el Liverpool? Tiros a puerta del Liverpool: 8; entre los tres palos: 5. Tiros a puerta del Real Madrid: 0; entre los tres palos: 0.

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Ancelotti, en plena celebración; el italiano, un tipo entrañable, es en cierto modo el sucesor del catenaccio mourinhista

OSCAR DEL POZO / AFP

El técnico portugués dejó el Real Madrid hace nueve años pero su espíritu sigue vivo

Todo el respeto del mundo a Benzema, cuyos goles milagro apartaron al Paris Saint-Germain, al Chelsea y al Manchester City en el camino de espinas a la final. Sería un escándalo que no ganara el Balón de Oro. Pero contra el Liverpool jugó más como recuperador de balones que como atacante. Y el héroe de la final no fue él, esta vez. Fue el gigante Courtois, la reencarnación del legendario Horacio, el que defendió Roma, solo en un puente, contra el ejército etrusco en el siglo VI antes de Cristo.

Pero en este caso el portero tuvo dos héroes más a su lado, el destructor del centro del campo, Casemiro, y el lateral derecho Carvajal, el sueño húmedo de Mourinho hecho carne, un temerario que se despliega en el campo de batalla como si perder fuera condenar a su madre a una muerte atroz. Manden cien Carvajales a Ucrania y el ejército ruso se rinde en una semana.

Hay que sacarle el sombrero al Madrid, aunque sea a regañadientes. Hablando de lo cual… ocurrió algo de lo más curioso durante la multitudinaria celebración madridista en la plaza de Cibeles el domingo. No fue todo alegría. Hubo rabia y frustración. De repente, mientras los eufóricos jugadores del Madrid se turnaban para alzar la copa, se oyeron gritos de “¡Hijo de puta! Hijo de puta!” Dirigidos no a Gareth Bale, el que se ha pasado nueve años riéndose en la cara de Florentino Pérez, sino al fichaje que no pudo ser, al jugador con el que el madridismo se pasó toda la temporada soñando, seguramente el mejor del mundo, el francés Kylian Mbappé.

No pasó un día en el último año en el que la prensa deportiva de Madrid no auguró la salida del Mbappé del PSG y su inminente aterrizaje en el club blanco. La ilusión se centraba más en ficharlo mañana que en ganar hoy. Fue como si lo que más se añoraba, más que la posibilidad de conquistar la Champions, era el juego vibrante que el francés prometía. Fue como un reconocimiento de que la maravilla del reconstruido estadio Bernabeu se merecía un espectáculo más efervescente que el mourinhismo II.

No fue todo alegría en la celebración por la décimocuarta, hubo rabia y frustración por Mbappé

Enorme decepción para el madridismo y gran pena para la prensa deportiva que esta importante cuestión de estado se resolvió la semana pasada con el anuncio de que Mbappé iba a seguir recibiendo sus millonadas del gas que venden los dueños qataríes del PSG. Ahora la temporada se acabó y comienza la larga travesía del desierto hasta que vuelva el fútbol en agosto. Sobrevivimos la sequía anual con los oasis que nos ofrecen los culebrones de los fichajes. Para los madridistas no hay culebrón. Su desgracia entre tanto júbilo por la Champions recién ganada es que el fútbol se alimenta más de la ilusión, de los sueños del futuro, que por las glorias de ayer.

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