Primera parte de desgaste en el Ciutat de València. De desgaste para el Barça, que llegó desgastado. Y para los aficionados culés, intimidados por la exhibición de velocidad e intensidad de, por ejemplo, el Liverpool y el City. Hay una fórmula de sobremesa para fingir que eres un aspirante a analista: “No juegan a lo mismo”. La repetimos en función de lo que nos conviene y la olvidamos cuando el Barça, como por suerte ha pasado, juega con una admirable concepción de compromiso y de ataque.
Contra el Levante, sin embargo, Xavi tarda diez minutos en desesperarse y gritar –se le leen perfectamente los labios– un “¡Vamos, hostia!” digno del Camacho más sudoríparo. Recurso de emergencia para culés propensos al pánico: subrayar las limitaciones de Alves y echar de menos a los ausentes. Es un recurso abyecto, pero en momentos de desesperación siempre vuelve, como una pirueta emocional de bajísimo nivel.
Hacía mucho que no veíamos al Barça jugando andando y sin presionar
Hoy los ausentes oficiales son Pedri, Gavi y Piqué, y el jueves, en Frankfurt, fueron otros. El caso es que, cuando se juega con la opacidad inicial de ayer, las lealtades se tambalean. Y cuando ves a Morales haciendo de Maradona ante la perplejidad pasiva de cinco jugadores del Barça, tiendes a pensar, a la fuerza, en la influyente erosión propiciada por un calendario delirante.
Por justicia futbolística, la jugada de Morales debería haber acabado en gol, pero, por suerte, la colaboración de Ter Stegen y Eric Garcia evitó que se disparase el canguelo. Una observación neutral del juego culé hacía pensar en una regresión. Hacía mucho que no veíamos al Barça jugar andando, sin presionar en campo contrario, secuestrado por el tipo de opacidad mental y físico que en los últimos años tanto ha interferido en los resultados del equipo y del club.
Otro recurso: preguntar de vez en cuando por los jugadores que no intervienen. “¿Está jugando Aubameyang?”. Es una pregunta cruel, porque si no le llegan balones y se contagia de la inmovilidad general, quizá la responsabilidad sea colectiva. La prueba: en la segunda parte, Aubameyang marca culminando una jugada ortodoxa y bien trenzada. Intuiciones: que cuando juegan Pedri y Gavi, la sensación es de mayor control de los espacios y, sobre todo, de más facilidad para proveer de pelotas a unos delanteros que no tienen que cubrir tantos metros cuadrados de solitaria impotencia.
La segunda parte es, en esencia, más futbolística. Hay penaltis absurdos, marcados y fallados, y más energía concentrada en la intriga del resultados y las consecuencias que se derivan de ello. La euforia sembrada durante los meses de febrero y de marzo invitaba a creer en un equipo en permanente ascensión, contagiado de los valores del fútbol motomámico del equipo femenino. Pero cuando explica cuáles son los principios fundamentos del motomamismo , Rosalía ya ha dejado claro que hace falta ser fuerte, luchador y decidido y asumir que a veces también se tiene que superar momentos de dudas y de inseguridad.
Para el Barça, el desenlace del partido de ayer invita a trabajar las debilidades y a no dejar de creer que se pueden superar desde el banquillo y desde el césped. Y con la solución Luuk de Jong, que consigue que el resultado acabe siendo, uf, mejor que el del Liverpool-Manchester City.