Un parto con mucho dolor

Por la escuadra

Un parto con mucho dolor

Xavi se estrenó como entrenador en el Camp Nou y averiguó muy pronto el trabajo que le espera. Ganó el Barça, que no es poco en estos tiempos, pero pasó las de Caín en la última media hora del encuentro. Se cayó el equipo por ansiedad, fatiga y falta de recursos para defender el resultado. Necesitaba la pelota, pero la perdió frente al Espanyol, que mudó de piel en el segundo tiempo. Recibió el gol y se transformó en otra cosa, mucho mejor, desde luego. Se le escapó el empate en dos remates al palo y la mayor ocasión que han visto los siglos. Dimata cabeceó al revés con un kilómetro de portería por delante.

El Barça duró lo que aguantó el ácido láctico de Busquets, autor de un partidazo hasta que la fatiga se apoderó de sus piernas y de sus pulmones. Que se le haya discutido en los últimos años es un misterio. Durante una hora, Busquets dirigió al equipo con la maestría y la concreción que le caracteriza desde hace 13 años. Es un jugador de proporciones históricas que conoce al dedillo el secreto de su oficio en el campo. Xavi lo sabe mejor que nadie.

Xavi averiguó muy pronto el trabajo que le espera; ganó el Barça, pero pasó las de Caín

El último trecho del encuentro pesará más que nada en el recuerdo de este partido, pero también afloraron algunos datos más que positivos en el Barça, tanto en el equipo como en el ambiente. 74.000 personas acudieron al Camp Nou, vacío en lo peor de la pandemia y medio vacío después. Sin el amparo de su gente, al Barça le esperaba un vía crucis. Ganó el primer match-ball : el de su público.

Respondió la hinchada y el equipo intentó colocarse a la altura del momento. El Barça hizo buena letra en el primer tiempo, sin alardes, con pocas ocasiones y sufrimiento para detectar rendijas en la aglomeración defensiva del Espanyol, que bajó la persiana con cinco zagueros y cuatro centrocampistas obsesionados por cerrar fisuras. Al que ataca en esta clase de partidos, le conviene paciencia, máxima atención para recuperar pronto la pelota y no volverse ansioso.

Durante una hora, el Barça tuvo una virtud: cada jugador sabía que función cumplía en el campo, una perogrullada menos habitual de lo que parece en el fútbol, y mucho más en el último y disperso Barça. Xavi empleó el 4-3-3 que le gusta, pero no con los futbolistas que le gustarían. Al juvenil Ilias le superó el partido por todos los costados. Gavi, que es un futbolista de cuerpo entero, es un interior que por obligación se sitúa en los costados, hasta que el cuerpo le pide actuar por dentro, donde es cosa seria.

Sin extremos puros –Abde mejoró sustancialmente a Ilias–, el Barça fue sólido con y sin el balón. Quedó claro que De Jong recibió instrucciones. Tocar y llegar, nada de entretenerse. El problema es que un llegador con poco gol, por ahora al menos. Cinco goles en 77 partidos de Liga, y ninguno esta temporada, es muy poca renta. De la dirección se encargó exclusivamente Sergio Busquets, y lo hizo prodigiosamente, bien ayudado por Nico González, que apunta a titular indiscutible en este Barcelona.

Anotó Memphis un penalti que dará que hablar y el partido viró. Busquets se retiró agotado, el primero de los derrotados por el esfuerzo. Nico González y Mingueza también abandonaron el partido, un mal síntoma de la preparación del Barça esta temporada. Desde ahí hasta el final, el partido fue un sinvivir para el Barça. Los cambios del Espanyol funcionaron inmediatamente. Los del Barça, no. Mala noche de Coutinho y Riqui Puig en medio de la gran demostración de Raúl de Tomás, al que solo detuvieron los postes. Nadie sabrá, sin embargo, qué detuvo a Dimata en su penoso cabezazo.

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