La excitante Inglaterra y sus viejos demonios

La excitante Inglaterra y sus viejos demonios

La lista es tan larga que solo sorprende la ausencia de Inglaterra. Rusia, España, Italia, Alemania, la antigua Checoslovaquia, Francia, Holanda, Dinamarca, Grecia y Portugal figuran en el palmarés de ganadores de la Eurocopa, desde su primera edición, en 1960. Ha ocurrido de todo en Europa, desde entonces, pero algo no cambia: la incapacidad de la selección inglesa para ganar el torneo.

Nunca su candidatura ha sido tan fuerte como en esta ocasión. A Inglaterra no le faltan jugadores de primera línea para llevarse la Eurocopa. Le sobran recursos en casi todas las líneas, aunque de nuevo presenta un déficit considerable. Ninguno de sus porteros ofrece garantías suficientes. Pickford, guardameta del Everton, representa la conexión con un modelo de guardameta superado por el discurrir de los tiempos, un problema recurrente desde hace décadas en el fútbol inglés. No es fácil encontrar un portero nativo en la Premier.

Nunca su candidatura ha sido tan fuerte como en esta ocasión; a Inglaterra no le faltan jugadores de primera línea

Las repetidas frustraciones de Inglaterra no se han producido por la escasa consideración que le merezca la Eurocopa. Dos años después de ganar el Mundial de 1966 en Wembley, los ingleses alcanzaron las semifinales con la etiqueta de favoritos. Perdieron contra Yugoslavia y desde entonces no han llegado a una final. Convirtieron la edición de 1996, disputada en las Islas, en una recreación patrimonial del fútbol, presidida por una canción perfecta: Three Lions. “It’s coming home, football’s coming home” (Vuelve a su casa, el fútbol vuelve a su casa), cantaban David Baddiel, Frank Skinner y los Lightning Seeds en plena barrida popular del Britpop. Alimentado con la nostalgia de la victoria en el Mundial del 66, el ambiente estaba perfectamente diseñado para un éxito que no se produjo.

Varias estupendas generaciones han pasado sin dejar huella. De los Banks, Moore y Charlton hasta ahora, se han sucedido las decepciones. El fracaso en la Eurocopa 2004, disputada en Portugal, pesó como un yunque para gente como Gerard, Lampard, Scholes, Beckham y Rooney. Como tantas otras veces, el seleccionador, el sueco Sven Goran Eriksson aquel torneo, fue incapaz de encontrar el acomodo correcto a un magnífico grupo de jugadores, en especial a su prestigioso grupo de centrocampistas. Esta Eurocopa presenta el mismo dilema que entonces: cómo arbitrar una fórmula que funcione con todos los mejores talentos dentro de la alineación. No son talentos de segunda fila. Nunca se han reunido en la selección inglesa tantos jóvenes, buenos y diferenciales futbolistas. Puede que algunas selecciones –Francia y Portugal, sobre todo– se hayan acreditado más en los últimos años, pero ningún equipo despierta tantas expectativas como Inglaterra y sus prometedores jóvenes.

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Favorecido por el impacto de la amplia variedad de entrenadores extranjeros en la Premier League, el fútbol inglés ha cambiado su paso. Sus jóvenes selecciones conquistaron el Mundial sub-20 y sub-17, semillero de la selección que acude a la Eurocopa. Jugadores como Phil Foden, Mason Mount, Jadon Sancho, Jude Bellingham, Bukayo Saka o Marcus Rashford son figuras indiscutibles de la nueva generación mundial. A ellos se agregan estrellas consagradas, entre las que destaca el fenomenal Harry Kane, y uno de los jugadores más especiales que ha alumbrado el fútbol inglés en décadas: Jack Grealish, el brillante mago del Aston Villa.

Impresiona el potencial inglés antes del campeonato. Dispone de los recursos necesarios para acabar con 60 años de frustraciones. Una vez más, el seleccionador, esta vez Gareth Southgate, se verá obligado a lidiar con la amarga experiencia inglesa en la Eurocopa, las enormes expectativas que genera su equipo y la dificultad para resolver una ecuación imposible para sus predecesores: reunir en la alineación a tantos excelentes jugadores –centrocampistas de ataque en su mayoría– y que la mezcla funcione.

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