‘My way’

“Nadie es imprescindible. Soy el primero que me ofrezco a marcharme porque ahora mismo sí hemos tocado fondo”. No hacía ni 10 minutos que se había consumado el desastre deportivo mayor de la historia contemporánea blaugrana. Gerard Piqué, que nunca ha sabido qué es el miedo escénico, se ponía delante de un micrófono y entonaba su My way .

A su manera, el central trataba de recoger el sentimiento de una afición en estado de shock ofreciéndose como mártir. Y, como siempre que el protagonista es Piqué, se desencadenan las opiniones polarizadas. Aplaudido y criticado. Es capaz de representar el latido barcelonista señalando sin ambages y con todas las letras las vergüenzas del eterno rival, el Madrid. Y lo hace, delante de micrófono, con la misma naturalidad con que es capaz de dejar encargos, y algún palo, a los directivos de su propio club. Visceral y reflexivo. No disimula, más bien el contrario, cuando hace gestos sobre el césped evidenciando que disfruta como el más culé de las victorias en los clásicos. Más provocador aún si son en terreno enemigo. Y lo hace con la misma intensidad con la que se traga los sapos y las ganas y sale a dar la cara después de una derrota del Barça. Inmaduro y responsable.

Tiene tanta incontinencia a la hora de incendiar las redes sociales con solo un emoticono, como habilidad para tejer una red de negocios y contactos que faciliten, por ejemplo, la relación comercial entre el Barça y Rakuten. Piqué es el Frank Sinatra más seductor sobre el escenario, con unos ojos azul intenso que delatan su alma incorregible. Él es así y hace las cosas a su manera. Quizá con la diferencia que Sinatra era prácticamente perfecto en la ejecución, no fallaba ni una nota. En el My way de Piqué a veces se cuelan algunas disonancias y tan pronto firma intervenciones brillantes como es capaz de dejar a Lenglet vendido la semana que viene en Turín, tras ser expulsado por una mala decisión cortando un ataque del Ferencváros. O se ofrece a marcharse para provocar un cambio de ciclo que salve al Barça y, dos meses después, firma una ampliación de contrato hasta que tenga 37 años. Que sí, rebajándose el sueldo de este año a la mitad. Detalle de gentleman barcelonista, dicen.

Todo mientras sus compañeros de vestuario afrontan la negociación de rebaja salarial que propone el club. Eso sí, en los dos burofax que los jugadores han hecho llegar a la junta oponiéndose a la rebaja y reclamando una negociación específica aparte va estampada la firma de Piqué. Que por eso es uno de los capitanes. Y aún hay quien dice que no lo entiende. ¿Qué queréis? Es Gerard Piqué, que se acerca al micrófono, se ajusta el sombrero, medio cierra sus ojos azules y entona... I did it my way.

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