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Kilian Jornet: “No tenía nada mejor que hacer y volví a subir”

Entrevista

“Bajando del Everest me perdí, dormí una o dos horas para ver cómo salía de allí”, asegura el alpinista

Kilian Jornet, después de la entrevista realizada ayer por la tarde en Barcelona (Xavier Cervera)

Kilian Jornet, de 29 años, ha superado cuatro veces en un mes los 8.000 metros y, lo que es más importante, ha regresado entero para contarlo, aunque en su segunda incursión en el Everest (8.848 m.) se perdió en el descenso. En casa, le han tirado de las orejas por ir con lo puesto, sin ningún sistema de comunicación para tranquilizar a la familia de que las cosas iban bien.

¿Cómo ha celebrado sus dos Everest?

No soy de celebraciones, el mismo día que bajé de la segunda cima cogimos un coche, con Seb (Montaz, el guía de montaña y cámara que lo acompañó) hasta Lhasa y de allí al día siguiente ya volamos a casa. Más que celebrarlo, en casa me metieron una bronca... El día que llegué fuimos a correr con Emelie (Forsberg, su pareja) y hacer vida normal.

Bronca, ¿por qué?

Escogí subir el Everest sin llevar ningún sistema de comunicación, quería ir sin radio ni teléfono satélite para no tener ningún apoyo externo, quería estar yo solo allí y tomar las decisiones que creyera adecuadas en cada momento. Es un compromiso que asumí, igual que no utilizar oxígeno ni tener la ayuda de sherpas.

¿Se arrepintió?

No, esta vez lo quería hacer así, en expediciones futuras igual cojo una radio o un satélite .

¿Cuándo tomó la decisión de ascender una segunda vez?

Bajando la primera vez pensé: dispongo de días suficientes y en el campo base no tengo nada mejor que hacer, no me gusta jugar a cartas, y había otra ventana de buen tiempo. Además, como en la primera cumbre me encontré mal, tenía la espina clavada y quería ver cómo sería si me sentía bien.

Kilian Jornet revisando ayer por la tarde sus notas sobre el Everest, con las ascensiones realizadas cada día

Xavier Cervera

Sí, en el Everest del día 21 sufrió problemas estomacales y en el del 27 tuvo que lidiar con un intenso viento; además, en ambas ocasiones llegó arriba de noche. ¿Aún así, disfrutó de la cumbre?

Tenía rampas en el estómago y tenía que parar por vómitos y descomposición... Me duró dos días, pero estaba muy bien aclimatado, no tuve dolor de cabeza en ningún momento. A veces, llegas a una cima en los Alpes o aquí y te sale la adrenalina, pero en el Everest no porque el cuerpo va tan justo que evita lo que no es necesario y las emociones, allá arriba, no lo son. Sientes satisfacción profunda pero no excitación..., pero piensas que queda la bajada. Sí, es bonito, la puesta de sol, ver a la gente subir por ambas vertientes. Disfruté el día que llegué hasta los 8.400 metros para aclimatar, subiendo hice un sprint de unos 50 metros para ver si era posible correr allá arriba y descendí corriendo y saltando.

¿Con qué otros alpinistas coincidió en ambos ascensos?

En el del día 21, bajando, me encontré con una expedición de India, con el polaco (Janusz Adam Adamski) que subió por el Tíbet y bajó por Nepal, quien además de mentir, pues dijo que iba sin sherpa y no era verdad, no tenía permiso para ir por la cara sur. Y el 27, a Ralf (Dujmovits), a la expedición de Kari Kobler... Y en el segundo escalón (8.600 metros) a Adrian Ballinger, que estaba bajando, y a cinco personas de la agencia de Daniel Mazur, que estaban fatal, fatal, fatal. En total, a unos 20 montañeros.

¿Descansó durante las subidas?

La primera vez, paré dos horas en el campo base avanzado (6.400 metros) y después ya fui directo a la cima. Y la segunda, no descansé, pero bajando, a unos 8.300 metros, me perdí y fui a parar muy cerca del corredor Norton. Como era en plena noche, estaba nevando y era un lugar muy técnico decidí dormir una o dos horas para luego ver cómo podía salir de allí. Cuando me desperté estaba mejor, reconocí la zona y decidí bajar 200 metros por las piedras y llegar a la travesía Messner.

¿Sintió miedo?

No, este año la montaña era segura, había cero peligro de aludes. La idea inicial era ir por el corredor Hornbein, de hecho lo había hablado con Ueli Steck (murió el 30 abril en el Nuptse), me había pasado fotos tomadas desde un helicóptero para mostrarme cómo estaban allí las condiciones, hablamos de que podíamos coincidir allá arriba... Y la otra opción era por la ruta que habíamos iniciado el año pasado. Pero después del accidente de Ueli sentía que tenía que buscar cero riesgo. Y decidí ir por la vía normal.

Llegó al Everest aclimatado después de alcanzar la cima del Cho Oyu (8.201 m.), en una expedición también minimalista con su pareja, Emelie Forsberg.

Si Emelie se dio la vuelta, entre 7.700 y 7.800 metros, fue por la meteorología, fue mucho mas duro el tiempo en el Cho Oyu que en el Everest. El viento de mi última cima en el Everest era brisa comparado con el que hacía en el Cho Oyu, de unos 70 km/hora, y mucho frío. Esta temporada, con sólo ocho personas en el Cho Oyu , no había cuerda fija y en la Banda Amarilla había unos 40 metros de escalada en hielo y roca muy difíciles, y luego otros 150 muy complicados. Subíamos a buen ritmo, a unos 250 metros/hora. Lo que hizo Emelie en el Cho Oyu, en estilo alpino, cargándolo todo encima, es brutal; para mí el éxito no es la cima sino cómo se afronta una montaña, al final llegar a la cumbre es una anécdota.

Un momento de la entrevista de ayer a “La Vanguardia”, en Barcelona

¿Cómo prepararon la aclimatación?

El plateamiento fue perfecto. Emelie y yo estuvimos aclimatando durante un mes antes de marchar con cámara hiperbárica. Por la mañana salía a entrenar normal, entre cuatro y diez horas, y por la tarde hacía una hora de cinta de correr, a entre 5 y 10 km/h con inclinación, con una máscara que te resta oxígeno y que simula una altitud de 6.000 metros y con una mochila que las últimas semanas pesaba unos seis kilos. La próxima vez que vaya al Himalaya no aclimataré en una cámara para ver si hay alguna diferencia. La última semana antes de marchar fuimos a los Alpes, dormimos a 4.000 metros e hicimos una carrera de esquí de montaña, la Mezzalama, en la que subes dos picos de 4.000 metros. El hecho de ir antes al Cho Oyu me ayudó mucho en el Everest.

¿Estos dos Everest en seis días y sin oxígeno artificial es lo más extremo que ha hecho nunca?

Es extremo por la altura, y se nota. Mirándolo en perspectiva, no sabía cómo reaccionaría el cuerpo al subir una segunda vez, cómo estaría mi cerebro... En un mes subí cuatro veces por encima de los ochomil metros . Y claro, vas sumando cosas, ir sin comunicaciones, me perdí, y al final acabó bien pero bueno también hubiera podido caer por allí... Sí había cierto compromiso pero no arriesgué. Ha habido veces que he llegado a casa y al día siguiente me he dicho eres gilipollas, por hacer cosas que están muy bien pero que no debería haber hecho.

¿Como cuáles?

La última salida larga, de doce horas, antes de viajar al Himalaya, en Noruega. La primera pared que escalé, una cascada de hielo de 150 metros que llevaba mucho tiempo mirando, cuyo tramo menos inclinado es de 75 grados y hay otros tres de 90 grados, con un corredor encima que te va enviando mucha nieve. Las condiciones no eran buenas y luego piensas que no sabes por qué has asumido tanto riesgo. Y el día que hice la norte del Cervino las condiciones tampoco eran perfectas y bajando tuve algún problema. De las dos salidas he aprendido mucho, pero veo que me la jugué bastante.

¿Qué ha aprendido de este doble Everest? ¿Con que otros retos prevé regresar al Himalaya?

¡Lo que puedes hacer depende tanto de las condiciones, de si encuentras el día perfecto! La conclusión es que es posible hacer montaña en el Himalaya igual que en los Alpes: decir hoy hace buen tiempo y voy a la cima y al cabo de cinco días si vuelve a hacer bueno subir otro pico. Se puede hacer mucha actividad a mucha altitud saliendo de muy abajo, lo que me da ideas para otras muchas cosas, encadenamientos, vías muy complicadas..., porque yendo rápido las puedes realizar sin un gran riesgo.

¿Volver o no al Everest?

No sé si volveré pero ideas me quedan, depende de otros proyectos, de la motivación, de la gente con que te encuentras... No descarto regresar con Emelie o con Seb, Jordi Tosas, Vivien Bruchez... En un mes superó cuatro veces los 8.000 metros: coronando el Cho Oyu y en el Everest, primero subiendo hasta los 8.400 metros y después con las dos cimas

¿Cómo mataba el tiempo los días que pasó en el campo base?

Esta vez, no me aburrí. De hecho, en el Everest estuve 17 días, que tampoco fueron tantos. El primer día subí al campo base avanzado (6.400 m.); el segundo a 7.600; el tercero descansé y aproveché para mirar las filmaciones y comer; el cuarto a 8.400; otro de descanso y vuelta al campo base. Dos días para esperar la ventana de buen tiempo, visitar a otras expediciones… Y luego la primera cima.