'La Merope' de D. Terradellas, histórica exhumación en el Liceu (★★★★✩)

Crítica de ópera

La ausencia de personalidades de la política y la cultura catalanas desluce una magnífica versión 
de la ópera por parte de la Akademie for Alte Musik de Berlín, bajo la dirección musical de Francesco Corti

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La soprano Emőke Baráth interpretando la reina Marope 

Antoni Bofill

La Merope de D. Terradellas
★★★★✩
Intérpretes: E. Baráth, F. Pia Vitale, V. Contaldo, S. Im, P.A. Bénos-Dijan, M. M. Sala y T. Hobbs. O. Akademie für Alte Musik Berlin. Dir. Mus.: F. Corti
Lugar y fecha: Liceu 17-01-25

Noche inolvidable con la exhumación de La Merope (1743), ópera difícil y hermosa que tuvo, en una orquesta fantástica y un director especialista, la interpretación que merece debido a su extraordinaria calidad musical.

Supuso un éxito en vida de Domènech Terradellas (Barcelona, 1713, Roma, 1751), el compositor catalán barroco más importante de la historia, prácticamente desconocido en su propia tierra. Un compositor insigne de la escuela napolitana de siglo XVIII,  formado en Italia y que triunfó en Europa codeándose con mitos como Händel o Porpora. Personalidades culturales de la época como Jean Jacques Rousseau o Charles Burney no dudaron en mencionar a Terradellas como uno de los compositores imprescindibles de su tiempo, y a fe de esta ópera que su maestría operística se hizo patente.

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El director Francesco Corti el pasado lunes en el Liceu 

Antoni Bofill

Desde la fugaz obertura, esta versión en concierto lució en la extraordinaria interpretación de una Akademie for Alte Musik de Berlín en estado de gracia, bajo la dirección musical al clave de Francesco Corti. El director musical italiano marcó un ritmo frenético y teatral que casi hizo olvidar la ausencia de una producción que hiciera justicia a una exhumación necesaria e histórica. Tanto en los cuidadísimos recitativos, largos pero interpretados con meticulosa belleza, como en las arias de dificultad extrema, Corti y la AKAMUS demostraron un nivel de excelencia inapelable.

El director marcó un ritmo frenético y teatral que casi hizo olvidar la ausencia de una producción que hiciera justicia a una exhumación necesaria e histórica

Entre los intérpretes principales sobresalió el carisma operístico y de raza belcantista de Francesca Pia Vitale como relampagueante Epitide, el rol más demandante y con las arias más espectaculares de la ópera. La soprano italiana mostró una facilidad desbordante en el registro agudo para una particella de exigencia solo apta para virtuosos. De fraseo generoso, timbre brillante y vocalidad fresca, impactó desde su aria di sortita, donde el control de los reguladores, los ataques agudos, picados y coloratura hicieron que se llevara la ovación unánime del público. A su lado Emőke Baráth fue una reina Merope de generosa expresión y estilosa vocalidad quien pareció algo incomoda en algunos momentos en un rol también de exigencia extrema.

Desde la obertura, la versión lució en una extraordinaria interpretación de una Akademie for Alte Musik de Berlín en estado de gracia

Del resto de cantantes convenció el tenor suizo-italiano y villano de la ópera, Valerio Contaldo, de emisión y técnica notorias. La veterana soprano surcoreana Sunhae Im resolvió con tablas mientras que el contratenor francés Paul-Antoine Bénos-Dijan conjugó la tersura de timbre con una sonora vocalidad. Corrección y profesionalidad en la mezzo Margherita Maria Sala y el tenor Thomas Hobbs.

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La Akademie for Alte Musik de Berlín en pleno concierto 

Antoni Bofill
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Un Liceu a medio aforo, la ausencia de personalidades importantes de la política y la cultura catalanas, en la exhumación operística de patrimonio musical catalán más importante de los últimos años, deslucieron una noche histórica. Fue una magnífica ópera en concierto pero evidenció el rèquiem musical patrimonial que vivimos y del que no salimos.

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