En 1962, al inicio de su relación, José Donoso le escribía a Carlos Fuentes: “María Pilar (su esposa) dice que haberte conocido es lo mejor que me ha pasado después de conocerle a ella. Me inclino a estar de acuerdo”. Quince años después, el mexicano recapitulará al chileno: “No necesito decirte a cada rato que considero nuestra amistad como una de las relaciones más valiosas de mi vida”, “de entre todos los protagonistas del boom, a nadie me siento ligado como a ti por todo un mundo afectivo, referencial y fraternal”.
Tras los impresionantes, oceánicos y angustiados Diarios centrales 1966- 1980 de Donoso aparecidos a principios de este año y ya comentados en estas páginas, la Correspondencia entre el autor de El obsceno pájaro de la noche y el de Cambio de piel , publicada ahora por Alfaguara Chile, es otra buena noticia en el centenario del nacimiento del primero.
Una celebración que ha tenido también su eco, discreto pero continuado, en España, donde Donoso residió varios años sin llegar a sentirse del todo a gusto, posiblemente porque tampoco lo estaba consigo mismo (“es un país que detesto, y a los catalanes peor que peor”; “la crítica española es abundantísima, positivísima, pero imbécil”, escribió en algunos de sus momentos malos).
⁄ El centenario del autor de 'Casa de campo' ha incluído homenajes en Calaceite, Madrid y Barcelona
En Calaceite, el pasado 5 de octubre, le recordó el embajador chileno Javier Velasco, se proyectó un documental sobre Picasso y Horta con guion suyo y se presentó una escultura del escultor Felipe Hermosilla frente a la que fue su casa; hay una iniciativa popular en marcha para recuperarla y erigir allí un Centro Donoso. Hubo también una mesa redonda y un concierto, con asistencia de la nieta del autor.
En la Casa de América de Madrid, el día 10, le evocaron los escritores Carlos Franz, Sergio Ramírez y Pablo Montoya.
En la Casa de América de Barcelona, el 24, discutieron su legado las autoras Lina Meruane y Constanza Ternicier y la profesora Dunia Gras, y el actor Felipe Cabezas leyó algunos de sus textos.
A Donoso se le llamó el “quinto mosquetero del boom”, la gran tendencia literaria de los años 60 y 70, que contó con cuatro firmas indiscutidas: las de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Con textos de los cuatro se confeccionó el volumen Las cartas del boom (2023). Donoso quedó fuera, lo que posiblemente le hubiera dolido; ahora la Correspondencia editada por su primera especialista, Cecilia García-Huidobro, y por Augusto Wong complementa esa obra imprescindible.
Donoso (1924-1996) y Fuentes (1928-2012) coincidieron en el colegio The Grange de la capital chilena, donde el padre de Carlos era embajador de México. Pero no harán amistad hasta reencontrarse en 1962 en un simposio literario. La comunicación es inmediata. Fuentes, ya una estrella en el panorama latinoamericano y con muchas conexiones internacionales, pese a ser el más joven actuará siempre de protector de su colega.
Si en el plano literario el trato es de igual a igual, en el capítulo práctico y estratégico el mexicano va muy por delante. Le acoge con su mujer varios meses en su casa, mueve sus obras en sellos europeos y de EE.UU., le busca agente, le involucra en proyectos colectivos (como el nunca realizado volumen Los padres de las patrias, sobre dictadores latinoamericanos) y le secunda en el proyecto de que Buñuel adapte El lugar sin límites.
El agradecimiento de Donoso no excluye reticencias frente a algunas obras del amigo.
La correspondencia ahora publicada recoge treinta años de relación de dos escritores que, en niveles diferentes, viven la internacionalización y un protagonismo cosmopolita hasta entonces muy poco habitual en la literatura en castellano. Retratan a una figura profunda y frágil ( Donoso en cierto momento se autocalifica como “un provinciano asustado”), y otra triunfante, incansable y sumamente generosa, Carlos Fuentes en una época irrepetible.
Sí, conocer a Fuentes es de lo mejor que le pasó a Donoso.