Un barcelonés en la corte de los milagros
NARRATIVA
Miqui Otero ambienta ‘Orquesta’ en Valdeplata, un lugar inventado que guarda cierta relación con Valdouro, el pueblo de su padre, inmigrante gallego
El barcelonés del título es Miqui Otero, nacido en la Ciudad Condal en 1980. La corte de los milagros no es la esperpéntica de Ramón María del Valle Inclán pero sí la de esta Galicia de leyenda que se respira en Valle Inclán, Gonzalo Torrente Ballester, el Cela de Mazurca para dos muertos, Álvaro Cunqueiro o el escritor en lengua gallega Carlos Casares. Rayos (2016), o la muy celebrada Simón (2020), se desarrollan en Barcelona, la Gran Ciudad. En Orquesta se traslada al otro extremo del país, a Valdeplata, un lugar inventado que guarda cierta relación con Valdouro, el pueblo de su padre, inmigrante gallego.
El Valle está cercado por montes de eucaliptos, “un árbol que lo quiere todo para él. Que destrozaba nuestro paisaje”. Por su culpa hay incendios, por eso el Ayuntamiento ha repartido mecheros de “TODOS CONTRA EL FUEGO”, la campaña del Gobierno de principios de los noventa. La orquesta Ardentía consigue que “todo se mueva a la vez, mayores y niños”. Y es gracias a ella que conocemos a los numerosos personajes de la novela porque, como señala Otero “ somos nosotros, cada uno interpretando la melodía a su manera”.
⁄ A la realidad del ‘tempus fugit’ se añade la presencia del maquis, la guerrilla antifranquista, y de los falangistas
Poderosa presencia tiene el Conde Cristóbal Margarelos, “de al menos ciento cinco años de edad”, al que para muchos la pérdida de su mujer, por la que sonaron las campanas durante tres semanas, le ha arrebatado el juicio. Debe gran parte de su fortuna al eucalipto, que le acompañará hasta su muerte. No menos siniestro es el Hijo del Conde, que viola a Placeres Fialega, la primera madre soltera del pueblo. En la posguerra se rumoreaba que iba al monte “para subirse la falda con los maquis”. Preñada al ser violada por el Hijo del Conde, sueña que le da la teta a un cerdo. El único que la mira bien es Francisco Alegre (como la canción de Juanita Reina), que había sido cantante de orquesta. La presencia del sexo, o por lo menos del deseo, es muy fuerte en la relación entre Liberto y Adela, relación hecha de miradas lascivas.
El personaje clave es Miguel, se supone que el propio Miqui Otero, en una novela donde todo queda en el aire, y puestos a omitir, con demasiada frecuencia nos cuesta saber de qué personajes está hablando. Todos tienen una función en la novela, en una coralidad que vemos cuando se besan o cuando bailan. Noche de Fiesta es también Noche de Música. “La narradora de esta novela es la Música. Y versos y canciones populares entran y salen del texto”: Juan Luis Guerra, los Rodríguez, Ana Kiro, Celia Cruz, El Toro y La Luna, o “una melodía en labios de un niño de once años que presencia esto mientras silba Quién teme al lobo feroz".
Estamos en la corte de los milagros por lo mucho de mágica y por las leyendas, “magia y leyenda. Y grandes historias, como aquel barco inglés que naufragó en la costa cargado de acordeones y aún ahora se escuchan”, o los árboles voladores. Y nos acompañan las dulces palabras en gallego incorporadas al texto. Pero sobre la magia se impone la realidad del tiempo en esa leopadiana sera del dì di festa . “En las noches de Fiesta solo se habla del presente y de la muerte”; el Casiguapo “mira a su nieto y se ve en el pasado, su nieto lo mira y no se ve en el futuro”. Y a la realidad del tempus fugit se añade la realidad del presente: la presencia del maquis, la guerrilla antifranquista, de los falangistas, “la taberna montada con el dinero saqueado en la guerra”, o el rey “ahora caído en desgracia”.
La bibliografía incluida al final, como “los magníficos tomos sobre mitología gallega de Antonio Reigosa”, nos ayuda a entender el sabor gallego de la novela escrita por un barcelonés.
Miqui Otero
Orquesta
Alfaguara. 288 páginas 20,90 euros