Terrorismo del buen rollo
Cultura/s
Una farsa hilarante y llena de lucidez de Daniel Gascón que apela a imaginarse el modo en que puede llenarse esa ‘España vacía’
La farsa se nos da bien desde tiempos remotos. Nuestra tradición barroca, de clara inspiración expresionista, es probable que esté detrás de ello, de los trazos terribles de Quevedo, de las miserias del Lazarillo y así hasta llegar a Valle-Inclán o Cela. El escritor Daniel Gascón (Zaragoza, 1981), autor de los libros de relatos La edad del pavo, El fumador pasivo y La vida cotidiana , adquirió cierto eco con El golpe posmoderno porque en el libro se hallaban respuestas de lucidez casi evidente respecto a la propaganda del procesismo; es un hombre dotado para descubrir tras el detalle aquello capaz de demoler ciertos mitos en la era digital que se revelan delicuescentes porque desde el principio se sostienen en fundamentos raquíticos.
Gascón acaba de publicar un libro hilarante y lleno de lucidez, Un hipster en la España vacía , donde arremete contra cierta especie de terrorismo del buen rollo que apela a imaginarse el modo en que puede llenarse esa España vacía y que en otra clave es lo que nos ofrece la película Amanece que no es poco , de José Luis Cuerda, farsa surrealista donde campesinos que salían de unas coles proferían críticas lúcidas sobre la obra de William Faulkner y alguno había que se dedicaba a escribir Ada o el ardor.
Lo que en Cuerda es farsa expresionista apegada a la tradición, y que en nuestro cine es probable que el máximo exponente esté en Viridiana, en Un hipster en la España vacía se convierte en un alegato contra modos de estar ya globalizados, como es el de huir de la ciudad para establecerse en un pueblo desolado llevando como quien no quiere la cosa los prejuicios de un urbanita y su irremediable desenlace anunciado.
Con ecos a cineastas como Berlanga y José Luis Cuerda, es un alegato contra los prejuicios urbanitas
Porque en cierta manera Gascón nos advierte de que el problema de la España vacía consiste en saber con qué llenarla. Así, Enrique Notivol huye de la ciudad y se refugia en casa de su tía en La Cañada, un pueblo de Teruel, paradigma de lo que se ha llamado la España vacía. Enrique hace yoga, come quinoa y quiere establecer en el pueblo un huerto cooperativo. Es un terrorista urbano que quiere imponer su manera de vivir de forma insidiosa... y para colmo aparece un ensayo de Sergio del Molino, La España vacía –capaz de salvarle la vida–, obra que lleva en el bolsillo y que es atravesada por una bala rural, que es el modo de darle la bienvenida.
Pero Rovirol es puro voluntarismo y después de repetidos fracasos, como darse cuenta de que no venden quinoa en el colmado, decide no darse por vencido hasta el punto de que consigue ser elegido alcalde. A partir de aquí la cosa deviene surreal: pone Gramsci de nombre a una calle del pueblo después de haber realizado tropelías como dar clases de nueva masculinidad a la que sólo asisten las viejas del lugar. Por otro lado es personaje que no se entera de lo que no quiere, como pensar que la pintada de “Forastero gilipollas” va dirigida no a él sino al moro del lugar, que está en el fondo mucho más adaptado que Rovirol.
La parodia, de claro antecedente berlanguiano, es tal que a veces nos da por pensar que el tal Rovirol parece un Íñigo Errejón sacado de un delirio: así, siempre recurre en los eslóganes a traducir letras de las canciones de Bruce Springsteen adaptadas a la realidad aragonesa. Entrañable, equivocado hasta decir basta, Rovirol trastoca todo un orden que se sostiene con alfileres, como hacer un rodaje sobre la Guerra Civil que lleva a los de Vox a pensar que ha estallado una revolución anarquista de nuevo en Aragón, donde asistimos también al secuestro de Greta Thunberg. Farsa delirante, quevedesca, berlanguiana, deliciosa.
Daniel Gascón
‘Un hipster en la España vacía’
LITERATURA RANDOM HOUSE. 160 PÁGINAS. 16,90 EUROS