Joan Esculies novela el ascenso al poder de un alcalde racista y populista

Novedad editorial

El escritor y periodista vuelve a la literatura de ficción tras dieciséis años

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Joan Esculies, fotografiado hace unos días en Barcelona

Llibert Teixidó

Joan Esculies (Manresa, 1976) vuelve a la novela 23 años después con Un veí ben estrany (Edicions de 1984), un largo paréntesis en que no dejado de publicar, es cierto, pero ya hacía dieciséis desde el anterior libro de ficción. “Nunca he dejado de escribir ficción, pero unas veces no me había gustado a mí y otras al editor, hasta ahora”, justifica, a la vez que asegura que para él los libros de ficción son los importantes, pero al volver de Londres, donde estudió un máster, decidió que quería hacer carrera académica: “Para ser profesor de universidad necesitaba publicar muchos libros de no ficción, y por eso desde el 2011 he publicado tantos, para hacer currículum”, con libros sobre la historia de Ca­ta­lu­nya o biografías como las de Josep Tarradellas o de Ernest Lluch, pero también de Joan Solé, Josep Andreu, Josep Fontbernat, Artemi Aiguader o Josep Fornas.

Su nuevo libro es una ficción con trasfondo político y social, porque cree “que la literatura tiene que ser historia social, como ya lo eran sus Contes bàrbars (Edicions de 1984, 2009)”. Narra la relación entre el señor Folch, un hombre mayor que vive en una urbanización del Vallès, cerca de Sabadell, casi recluido en casa, con Armangué, su nuevo vecino, un joven que se instala con su mujer recién aterrizados de Londres, y acabará siendo el alcalde de la urbanización. El libro transcurre durante un solo día en que se está produciendo un escrache delante de casa del alcalde, motivado por unas declaraciones suyas tras la muerte de un joven del pueblo en manos de unos inmigrantes.

El autor “quería retratar la frustración de una generación que ha vivido en una crisis constante y sin seguridad laboral”

“Lo podríamos haber titulado La temptació populista, porque la idea es qué hace que una persona formada se acerque a posiciones populistas, y qué responsabilidad tienen las generaciones más mayores en este proceso –cuenta el autor–. Nos sorprende que los estudiantes no estudien y tiendan a la derecha, pero son producto de una educación determinada que hemos hecho sus mayores”. Además, explica, “quería retratar la frustración de la generación de unos treinta años, que ha vivido en una crisis constante y sin la seguridad laboral de las generaciones anteriores, porque el trabajo estable se ha acabado”.

Es un tema actual, con la emergencia de propuestas como las de Aliança Catalana, Vox o en algunos aspectos el badalonés Xavier García Albiol, pero Esculies asegura que “no estaba pensado para que coincidiera con el auge de iniciativas políticas concretas, y no es una advertencia sobre lo que puede pasar, porque hay acontecimientos que ya han pasado, como el escrache, un caso real que sucedió hace unos años en un pueblo de Andalucía. He utilizado elementos que ya existían, para que sea tan real como sea posible, con un realismo periodístico”.

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Plantea la novela “como un Gran Torino –el filme de Clint Eastwood– pero más real. Este verano he estado un tiempo en la América de Trump, y ves que personajes como el que hace Eastwood no existen, el blanco que representa no se quiere dejar matar por unos inmigrantes, lo que quiere es que se marchen”. Formalmente, además, mezcla “uno de los libros que he leído más en la vida, El gran Gatsby, que ahora hace cien años que se publicó, en que un vecino explica la vida de otro vecino”, todo para acabar pidiendo al lector que se sienta interpelado, “pues muchas veces tenemos unas posiciones muy confortables ante todos estos fenómenos, pero cuando las cosas no son tan claras, cuando son más reales, todo es más gris, y me interesa a esta zona gris, porque las cosas no son sencillas y no somos ángeles ni demonios, sino una mezcla”.

También analiza literariamente algunos cambios sociales de los últimos años, como el abandono de la gente mayor a cargo de residencias o cuidadoras, “algo que siempre me ha preocupado, no se ha hecho lo suficiente por una generación que sufrió la Guerra Civil y el postfranquismo”.

Además, “desde esta urbanización concreta –que existe y él vivió allí unos años– vemos la evolución y las sucesivas oleadas de inmigrantes, o la modificación del paisaje, con las viejas fábricas que se han vendido para hacer pisos y solo queda la chimenea. Es un cambio muy bestia de panorama humano, sientes que tu entorno ha cambiado y eso hace que mucha gente se haga preguntas, y eso no significa que sean malos, como hace una cierta política. Como si tener miedo no fuera legítimo. La gente hace diferencias entre el inmigrante al que conoce y el estereotipado que no conoce, le parece que el que conoce es bueno y el estereotipado, no”.

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