El Profesor se recicla. El misterioso personaje al que Álvaro Morte dio vida en 41 episodios de La Casa de Papel le dio fama mundial, y ahora está probando cosas nuevas. Se estrenó hace unos meses en Hollywood con la película de terror Inmaculate, junto a Sydney Sweeney –popular por la serie Euphoria–; sigue en el Teatro Duke of York del West End londinense, junto a Lilly Collins –popular por la serie Emily in Paris–, con la obra Barcelona de la americana Bess Wohl, y regresa a los cines con Raqa, un thriller de espionaje ambientado en el Califato del Estado Islámico, dirigido por Gerardo Herrero a partir de la novela Vírgenes y verdugos, de Tomas Bárbulo, donde comparte protagonismo con Mina El Hammani –popular por la serie Élite–. Las series abren otras puertas.
¿Diría que en vez de encasillarle, El Profesor le ha abierto nuevos horizontes?
Sí, no me siento nada encasillado. Al contrario, tengo ofertas para trabajar dentro y fuera de España, y me siento muy afortunado. Todavía hay quien me llama Profesor por la calle, pero la mayoría lo hace por mi nombre. Ahora tengo la oportunidad de trabajar con gente a la que siempre he admirado, como Julio Medem, con el que he rodado una película titulada 8. Me llamó y me dijo: “Mira, este personaje lo escribí pensando en mi padre, y me haría ilusión que lo hicieras tú”.
¿Cómo es que ha debutado en el West End con una obra titulada Barcelona?
Es un tête-à-tête con Lilly Collins: ella es una turista americana que llega a Barcelona de despedida de soltera, y conoce a mi personaje. La obra es cómo acaban descubriendo cosas del uno y del otro y de sí mismos mientras pasan la noche en mi apartamento. Estamos hasta el 11 de enero, todas las Navidades, que es una temporada muy chula para hacer teatro en Londres.
¿Ha sido como volver a los orígenes?
Sí, porque estudié Arte Dramático en Córdoba, incluso monté una compañía de teatro. En los últimos años, mi trabajo ha sido más estar delante de la cámara, pero lo que te da el teatro... Son cosas distintas, cuando trabajas mucho tiempo en una, echas de menos la otra. Durante años he estado viniendo a Londres exclusivamente para ver teatro, así que no podía dejar pasar la opotunidad...
¿Cómo encaró su personaje en Raqa?
Hablando con Gerardo Herrero, quisimos que fuese un espía de verdad, no uno ficcionado, glamuroso, cool… Queríamos mostrar la soledad del espía, un tipo que intenta pasar desapercibido, que oculta muchísimas cosas y es parco en palabras. Es un tipo que siempre está tapando, porque su profesión es tapar lo máximo posible. El personaje está tirado desde una contención que para él es necesaria para poder sobrevivir.
Siendo español y habiendo rodado en Marruecos, ¿no le resulta incómodo interpretar a un saharaui?
No, porque esta historia va por otro lado y no se mete ahí. Tenga en cuenta que dentro del Estado Islámico hay gente de todas partes. En la película, está por ejemplo el personaje de Ben Temple, un arqueólogo anglosajón, que ha llegado pensando que el Estado Islámico es lo mejor que puede haber en la vida. He intentado ser fiel a lo que cuenta Tomás Bárbulo en Vírgenes y verdugos, también nos entrevistamos con él. Como periodista, conoce muy bien el mundo islámico y Gerardo Herrero es un absoluto entendido en geopolítica y en todo lo que tiene que ver con el sufrimiento causado por el Estado Islámico.
¿Cómo explica que El Saharaui trabaje para los rusos?
Porque es un personaje que no tiene nada que perder. Está solo en la vida, no tiene ninguna conexión emocional con nadie, porque eso le podría hacer fallar. Para mí, es una especie de freelance que trabaja para el mejor postor, que no guarda fidelidad a ningún gobierno. Es como un autónomo, con todo lo que eso conlleva. No tiene vacaciones, ni se puede poner enfermo... Si usted fuese autónomo, tendría números para entrar en el Estado Islámico (risas).
Para zanjar el tema saharaui, ¿tiene alguna opinión sobre el conflicto?
Me parece terrible la situación que llevan atravesando durante tantísimo tiempo. Aunque los que formamos parte de la humanidad siempre estamos mirando hacia otro lado, ¿no? Parece que no somos capaces de mirar lo que tenemos más cerca, aunque haya gente que esté sufriendo muchísimo...
La película está muy enfocada al sufrimiento de las mujeres en el Califato.
Aparecen distintos tipos de mujeres y cómo llegan cada una de ellas a formar parte del Estado Islámico, desde una radicalización absoluta a una víctima, pasando por alguien que piensa que allí va a encontrar el amor de su vida. Rodar algunas escenas, como la de la subasta de esclavas sexuales, me generó una angustia terrible, sólo de pensar que habían ocurrido de verdad: aunque éramos todos actores y sabía que todo era ficción, me sentía como mi personaje.
¿Cree que esta película le puede acarrear la ira del radicalismo islámico?
Sería su problema. Le puedo decir que hay mucha gente que me está dando las gracias. Ayer mismo, a la salida del teatro, una chica que había venido de Jordania a ver la función me dijo: “Sé que has hecho Raqa, no la he podido ver todavía, pero sé de qué va, y te doy las gracias, porque lo pasamos muy mal con el prejuicio hacia los musulmanes que todo esto ha generado en el resto del mundo. Nosotros no somos así”. Tenía toda la razón. Hemos trabajado en Marruecos, con un equipo absolutamente maravilloso, fantástico, absolutamente hermanados... Los radicales son una minoría que dan mala fama al resto.
Ya enfureció al radicalismo cristiano antiabortista con Inmaculate, sobre una monja virgen que se queda embarazada. Y las últimas elecciones demuestran que no son minoría...
Nosotros sólo estábamos contando una historia muy concreta, que le sucede a una chica con un sacerdote que está un poco pirado en un monasterio en Italia. Ni por asomo estábamos diciendo que el cristianismo pueda resumirse a eso. Si quieren, podemos hablar de otras cosas que también están en la película, como la presión sobre la mujer por parte de la Iglesia, un universo lleno de mujeres comandadas por hombres. Quien se pica, ajos come.