Temporada Alta llega a su clímax con Isabelle Huppert
Big Bang
La semana de programadores reúne espectáculos de Romeo Castellucci y La Veronal
Temporada Alta encara su momento culminante con la tradicional semana de programadores, que desde esta edición se llama Big Bang. Porque es de lo que se trata. Después de casi dos meses de teatro en abundancia, llega la semana grande, con un número elevado de espectáculos de primer orden.
Dice Isabelle Huppert que “actuar es una manera de vivir la locura”. Pues si como público se quiere sumergir en esa locura de las artes escénicas, vaya a Girona del 21 al 24 de noviembre. La actriz francesa protagoniza Bérénice, dirigida por Romeo Castellucci; La Veronal habla sobre la muerte en Totentanz; Cabosanroque hacen teatro con El castor que plorava; y la coreógrafa argentina Marina Otero completa su trilogía Recordar para vivir con Kill me.
El sábado y domingo, en el Municipal de Girona, el director italiano Romeo Castellucci estrena Bérénice, de Racine, protagonizada por la actriz francesa Isabelle Huppert. “Tengo una relación con los clásicos no porque sienta nostalgia, sino porque en la gran base de datos de la cultura occidental hay un montón de cosas que se hacen eco”, declara Castellucci. A Racine se lo considera el autor que ha asentado las bases del francés moderno. Él trabaja sobre el lenguaje, un elemento que atraviesa nuestra época. Hoy el lenguaje ha sido raptado por el poder y la comunicación es quizá el principal poder”, asegura.
“ Bérénice es una obra paralizante, no hay acción, y eso es lo que me atrajo. Los tres personajes hablan pero no se comunican. En ese texto ya se siente la presencia de Beckett. En este caso he hecho un monólogo: los otros personajes se han evaporado y solo queda Bérénice. He acelerado el texto y ella habla sola. Al principio se oirán los alejandrinos, pero después hay una evolución y todo se va desintegrando. Es un texto xenófobo, porque Roma no quiere a una reina extranjera. Es un drama que parece no tener antagonista, pero es el Estado, que no permite el amor entre Bérénice y Tito”.
Morau presenta “un trabajo no escénico hablando de la muerte”, y Cabosanroque promete teatro
El director italiano habla del trabajo con la actriz: “En Huppert descubrí a una artista radical, que no tiene límites. Es un elemento tautológico, en un escenario vacío ella es todo el teatro. Es una persona muy humilde y trabajadora”.
El sábado, en dos pases en el Centre Cultural La Mercè, de Girona, La Veronal baila la danza de la muerte: Totentanz. Morgen ist die Frage. “Quería hacer un trabajo no escénico, y además hablando de la muerte –declara Marcos Morau-. Quería que la gente sintiera la muerte de cerca, que la pudiera tocar. Con ese objetivo, he creado un espacio museístico más que escénico, que es un espacio de contemplación, de belleza y de misterio. La muerte ha favorecido mucho la creatividad en los seres humanos: como no podemos asumirla, tenemos que inventarla”.
Totentanz se compone de tres partes: “Una instalación, un vídeo y performance, y una pieza de danza al uso”, detalla el director. “Vengo de espectáculos muy majestuosos, y este tiene la gracia del mercurio, que se adaptará a cada lugar donde vayamos”.
A su lado, inseparable, Lorena Nogal, que este año ha recibido todos los premios y que con su presencia lo dice todo. “ En el espectáculo, yo soy un poco una presencia, un rol que va mutando en un espacio de libertad. Toda la codificación que hemos hecho estos años se va al garete”. A su alrededor, tres jóvenes sirven función, hasta que, a ritmo de la Marcha fúnebre de Liszt, destruye la cruz que preside el escenario. “Sin la religión no podríamos explicar de dónde venimos, pero no es el único camino”, asegura Morau.
Laia Torrents y Roger Aixut, la doble alma de Cabosanroque, estrenan El castor que plorava. No es una de sus instalaciones siempre sugerentes, sino una pieza que parte de El gran teatro del mundo, de Calderón. “Es la primera vez que hacemos teatro –declara Torrents–. Es un diálogo con el auto sacramental, donde hay dos grandes personajes, que son Dios y el escenario, donde se reparten papeles para que interpreten arquetipos. Calderón ya cuestiona cómo colocamos al espectador en un espacio de exhibición”.
Mònica López y David Climent ponen voz a las versiones catalana y castellana, que el público escoge en los auriculares. Y también hay versión en inglés. “Hoy la naturaleza es artificio –manifiesta Aixut–. Calderón presentaba una roca, la roca se abría y aparecía una cueva. Y eso nos ha llevado a hablar de la minería”. Cada pase, durante diez días en el salón de descanso del teatro Municipal de Girona, es para 32 espectadores.
“Isabelle Huppert es un elemento tautológico, en un escenario vacío ella es todo el teatro”, declara su director
Pero quien abre el fuego de la Big Bang es, hoy jueves en El Canal de Salt, Marina Otero, que completa con Kill me la trilogía que empezó con Fuck me y Love me. “Si en la primera los hombres eran los compañeros de viaje, ahora lo son las mujeres. Son mujeres con problemas de salud mental, como yo”. Otero explica que el desencadenante de Kill me fue “una fuerte crisis de salud mental a raíz de una ruptura amorosa, que acabó con un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad: una locura por amor”.
En este Big Bang, en el festival aún hay más espectáculos: El Conde de Torrefiel presenta La luz de un lago, donde convierte el cerebro del espectador en una sala de cine que proyecta imágenes sin descanso; Atresbandes, Bertrand Lesca y Nasi Voutsas llevan It don’t worry me, espectáculo escogido en la edición anterior dentro del juego que planteó Roger Bernat; Azcona-Toloza presenta una reflexión sobre los recursos de la Tierra en Cuerpos celestes ; Losinformalls sudan la gota gorda en la discoteca de Perdón; Magda Puig y Andreu Martínez son los autores del teatro visual de Thauma; y en cine, Reas, documental de Lola Arias. Pasen y vean.