Adiós a Colita, la mirada que abrió el zoom más allá del círculo de la ‘gauche divine’

Una fotógrafa que abrió camino

Isabel Steva Hernández falleció el domingo a los 83 años, tras una dilatada carrera de fotoperiodista con compromiso social y en la que reivindicó el espacio al que tenían derecho las mujeres

Colita, testimonio de una era 

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'Si tú eres Peter Pan, yo seré tu Wendy', por Kim Manresa

Colita, rodeada de libros en su casa, atenta al mejor plano

Colita, rodeada de libros en su casa, atenta siempre al encuadre y al mejor plano

Roser Vilallonga

Las cámaras tienen zoom y el zoom de Colita (lo haremos al revés, el apodo primero, y luego diremos que hablamos de Isabel Steva Hernández) era un gran angular que tenía la virtud de no distorsionar la realidad. ¿Fue la gran fotógrafa de la llamada gauche divine catalana? Sin ninguna duda. Pero fue mucho más y el enfoque quedaría borroso si solo nos fijáramos en eso.

Colita fue la mujer que se embarró los pies en el Somorrostro e inmortalizó la vida gitana y el flamenco vital que allí malvivía; fue la mujer que se vistió de falangista para poder fotografiar la tumba de Franco; fue la mujer que escandalizó al régimen franquista con sus fotos de monjas disfrutando del sexo o de manifestaciones en contra del régimen casposo del dictador; fue la mujer que tuvo que abrirse paso en un mundo de hombres, machista hasta las gónadas, y en una profesión en la que en algunas redacciones ni siquiera había una lavabo para “Señoras”; fue la mujer que utilizó su cámara para reclamar el lugar que la mujer se merece en el mundo. Y fue la mujer. En el sentido de que no nos equivocaríamos si dijéramos que fue la pionera, el referente femenino y feminista, cuando los grandes fotógrafos eran todos hombres. Todo lo hizo con arrestos y con un sentido del humor, a veces corrosivo: “Había que echarle huevos”, dijo en alguna entrevista. Falleció el último día del 2023, a los 83 años de edad, por culpa de una peritonitis que ya no le dio más carrete con el que alargar la vida. Deja huérfanos a todos los fotoperiodistas de la profesión.

Putas en el Barrio Chino. Barcelona, 1969

Prostitutas en el Barrio Chino de Barcelona, en una foto de 1969

Archivo Colita Fotografía

Hija del ingeniero municipal Manuel Steva y de Isabel Hernández, recordaba en ocasiones: “Yo me quedé huérfana muy joven y me he tenido que construir una familia, que la he elegido yo; es una familia repleta de amigos”. Y fue así; muchos de los personajes célebres a los que fotografió acabaron siendo sus amigos. Sucedió con Carmen Amaya -“era un animal bellísimo, como una pantera (…) que vivía de una forma bellísimamente salvaje”-, a quien le vendió su primera fotografía profesional, hecha con una Pentax de segunda mano, que tenía un objetivo de 50mm. Y también pasó con Terenci Moix, con quien compartió muchos momentos vitales.

Yo me quedé huérfana muy joven y me he tenido que construir una familia, que la he elegido yo; es una familia repleta de amigos”

Su capacidad para empatizar, convencer o enredar a los fotografiados está detrás de algunas de las fotos más conocidas, como la de Gabriel García Márquez, con su libro “Cien años de soledad” en la cabeza, a modo de sombrero, o la del todopoderoso tótem del mundo editorial Jorge Herralde, con “sus secretarias” (que no lo eran), Coral Majó y Anna Bohigas, a sus pies y enseñando las bragas, en un cuadro rematadamente machista y escandaloso en su momento (1970) que solo Colita podía haber hecho y que hoy, en tiempos de cancelación, también levantaría ampollas.

Jorge Herralde con sus secretarias, que no lo eran, Carol Majó y Anna Bohigas

Jorge Herralde con sus secretarias, que no lo eran, Carol Majó y Anna Bohigas

Archivo Colita Fotografía

Colita fue fotógrafa de retratos, de poses y de situaciones muy estudiadas de famosos como Rafael Alberti, Ana María Matute, Carmen Amaya, Antonio Gades, Joan Manuel Serrat, la Bella Dorita, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Salvador Dalí, Joan Miró, Orson Welles, los hermanos Terenci y Ana María Moix, Maria Aurèlia Capmany… Pero también brilló en sus instantáneas sobre la vida cotidiana y, sobre todo, aquellas en las que la gente no está pendiente de la cámara. Fue fotógrafa del momento de la transición y de las luchas antifranquistas.

La gauche divine, movimiento de intelectuales y artistas de izquierda en Catalunya (la lista es muy larga, pero sirven como ejemplo Félix de Azúa, José María Carandell, Ana Maria Moix, Terenci Moix, Guillermina Motta, Raimon, Serrat, Jorge Herralde, Esther Tusquets, Gonzalo Suárez, Jaime Gil de Biedma, Roman Gubern, Rosa Regàs, Ricardo Bofill, Oriol Bohigasc, Teresa Gimpera…), le debe que los inmortalizara a través de su mirada.

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'"¿Cómo va a realizarse la vida de una mujer, un ser marginado, dentro de una sociedad marginada?" La Pipi y la Gordi'. Barcelona, 1963

Archivo Colita Fotografía

“La fotografía es un acto de fe”, manifestó alguna vez esta mujer, que aprendió de la mano de Oriol Maspons, Leopoldo Pomés, Xavier Miserachs, de quien fue asistenta, y también de Francesc Català-Roca, a quien admiraba. Se convirtió en la gran fotógrafa del arte flamenco y por su cámara pasaron Antonio Gades, Vicento Escudero, Paco de Lucía, Carmen Amaya, Cristina Hoyos… Su pasión por el flamenco arrancó cuando le encargaron hacer las fotografías durante el rodaje del Romeo y Julieta gitano: la película Los Tarantos, dirigida por Francisco Rovira-Veleta. En un descanso del rodaje, Amaya se arrancó un baile improvisado. “Quedé absolutamente fascinada. Yo creo que ese día descubrí qué era el arte; el arte, para mí, es emoción. Y entonces quedé prendada, no solamente de Carmen, sino del flamenco”. Pero también siguió con su cámara los sones reivindicativos y musicales de la Nova Cançó y Raimon, Serrat, Llach, Guillermina Motta y muchos otros, en los escenarios, en sus vidas privadas o en sesiones fotográficas, fueron capturados por el arte de Colita.

Cuando Amaya arrancó a bailar quedé absolutamente fascinada. Yo creo que ese día descubrí qué era el arte; el arte, para mí, es emoción”

Trabajó para publicaciones como Boccaccio, Primera Plana, Mundo Diario, Interviú, Destino o Fotogramas, entre otras. Publicó una cincuentena de libros con sus fotografías y organizó una cuarentena de exposiciones. En su dilatada carrera profesional fue reconocida con multitud de galardones, desde la Creu de Sant Jordi de la Generalitat, que le entregó Pasqual Maragall, al doctor honoris causa por la UAB o  el Ofici de Periodista 2023 del Col·legi de Periodistes de Catalunya, y el de ser Ramblista de Honor: “Barcelona es mi madre. Yo no habría hecho las fotos que he hecho a lo largo de mi vida, si no hubiera sido barcelonesa”.

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Pero el premio que más ilusión le hacía y que creía que más se merecía fue el que rechazó, junto a los 30.000 euros de dotación: el Premio Nacional de Fotografía (2017), que le pretendía entregar José Ignacio Wert, entonces ministro de Cultura del PP: “Es lamentable, deprimente, tener que decir no al premio más importante de tu vida”, admitió. Pero en su nota de rechazo no ahorraba críticas por la política cultural del Gobierno de Mariano Rajoy.

'Vieja leyendo en la playa', Sitges, 1966

'Vieja leyendo en la playa', Sitges, 1966  

Archivo Colita Fotografía

Teresa Sesé recordaba en una crónica aquel momento: “‘Claro que me habrían venido de maravilla los 30.000 euros”, dice la fotógrafa, cuya situación económica no está precisamente para echar las campanas al vuelo. Su gesto, en este sentido, resulta doblemente revolucionario. “¿Pero qué quieres que haga si me han educado así?”, replica, y bromea: “¡Papá, gracias por haberme hecho así, pero a ver si me haces llegar dinero por algún otro sitio!...”. Colita se despedía del ministro con estas palabras en su carta de rechazo: “De momento, Sr.Wert, no me apetece salir con Vd. en la foto”.

El domingo por la tarde, Colita cerró para siempre el obturador.

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Colita, al lado de la foto que ella le hizo a Gabriel García Márquez, y que ya es un icono cultural, en una exposición realizada en la Pedrera en 2013 

Roser Vilallonga
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