"Amar significa no tener que decir nunca ‘lo siento’”. La frase sobrepasaba lo cursi, pero sirvió para encandilar a toda una generación de chicas que lloraron sin disimulo con Love story (Arthur Hiller, 1970) y de paso se volvieron locas por su protagonista, el atractivo Ryan O’Neal.
El actor interpretaba a un rico universitario que se enamoraba de una chica italiana, Ali MacGraw. La pareja conseguía superar un obstáculo tras otro para estar juntos, pero al final ella moría dejando viudo y desolado al joven O’Neal. Love story fue un gran éxito que reportó sendas candidaturas a los Oscars a sus protagonistas y los convirtió en estrellas famosas en todo el mundo de la noche a la mañana.
‘Love Story’ fue un gran éxito que reportó sendas candidaturas a los Oscar a sus protagonistas
O’Neal despuntaba así en el mundo de la interpretación con solo 29 años. Pero siempre estuvo predestinado al cine y no solo por su belleza física. El actor, nacido en Los Ángeles en 1941, era hijo de un guionista, Charles O’Neal, y de una actriz, Patricia Callaghan, y muy joven ingresó en el elenco del culebrón más famoso de los sesenta, Peyton Place , donde enamoraba a una también jovencísima Mia Farrow.
Tras trabajar a las órdenes de Blake Edwards en Dos hombres contra el Oeste (1971) junto a dos grandes estrellas del Hollywood clásico como William Holden y Karl Malden, O’Neal tuvo la oportunidad de demostrar su talento como comediante en la maravillosa ¿Qué me pasa, doctor? (Peter Bogdanovich, 1972), una de las últimas screwball que el cine estadounidense regaló a los aficionados al séptimo arte.
Con una estructura similar a la de La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938), ¿Qué me pasa, doctor? cuenta la historia de un apocado científico que viaja a San Francisco con motivo de un congreso. Allí conoce a Judy Maxwell, una alocada chica, interpretada por Barbra Streisand en estado de gracia, y se mete en un lío tras otro para divertimento del público.
El actor repitió a los órdenes de Bogdanovich en Luna de papel, una comedia dramática ambientada en los años de la Gran Depresión, que también resultó un éxito. O’Neal interpretaba a un pillo que tenía que hacerse cargo de una niña. El papel de la chiquilla fue para su hija en la vida real, Tatum, que se llevó el Oscar a la mejor actriz de reparto con solo diez años.
A esas alturas, la carrera de O’Neal florecía y no fue nada raro que un gran director como Stanley Kubrick le diera el papel protagonista en Barry Lyndon (1975), una adaptación de la novela de William Tackeray del mismo título que encantó a la crítica.
O’Neal siguió haciendo cine pero su estrella se apagó tras esos cuatro éxitos. Participó en Un puente lejano (Richard Attenborough, 1977), un filme coral sobre el desembarco en Normandía; intentó revivir el éxito de ¿ Qué me pasa, doctor? en otra comedia junto a Streisand, Combate de fondo (Howard Zieff, 1979), ambientada en el mundo del boxeo, y protagonizó una película de policías colegas, entonces tan de moda, junto a John Hurt, Algo más que colegas (James Burrows, 1982).
A partir de los ochenta, el apellido O’Neal pasó de las marquesinas de los cines a los titulares de la prensa del corazón. El actor, que había estado casado con Joanna Moore y Leigh Taylor-Young, inició en 1979 una relación con Farrah Fawcett, una de las famosas Ángeles de Char lie . En paralelo mantuvo romances son otras actrices como Anjelica Huston, Jacqueline Bisset, Anouk Aimée o Ursula Andress.
Parece que también se dejó seducir por las drogas y quizá eso provocó el ocaso de una carrera que prometía ser mucho más brillante. La adicción también le ocasionó conflictos con algunos de sus hijos. O’Neal, ya alejado de las cámaras, murió el viernes en Los Ángeles a los 82 años.