No fue café, sino público lo que Juan Luis Guerra hizo llover en el Palau Sant Jordi hasta llenarlo por completo, lo que reafirmó el amor que en Barcelona se siente por el artista dominicano, el rey de la bachata y el merengue. El año pasado logró un éxito rotundo a su paso por el festival Cruïlla. Esta vez vino él solo para vender todo el papel (16.000 entradas) ofreciendo una banda sonora con el amor como enseña, canciones que han dado más vueltas al mundo que un satélite.
El de Santo Domingo regresó a la Ciudad Condal acompañado una vez más de la banda 4.40 con la gira Entre mar y palmeras, sin nuevo material ni falta que hacía. Porque sus conciertos no defraudan, se sabe que sonará Ojalá que llueva café, que se bailará bachata y que subirá la bilirrubina, temas que suman años en perfecto estado de conservación gracias a un directo musicalmente impecable.
Los 16.000 asistentes vivieron una pedida de mano espontánea mientras sonaba ‘Como abeja al panal’
Lo tenía claro el público del Sant Jordi, en cuyos pasillos se veían camisas floreadas, banderas de Santo Domingo, Cuba, Perú, Ecuador y Venezuela, y se escuchaban múltiples acentos latinoamericanos como parte de una representación de todas las edades con mayoría femenina y mucha gente que no había nacido cuando Juan Luis Guerra ya firmaba los muy bailables éxitos que se escucharon anoche. Una afición con ganas de bailar, como se demostró tan pronto saltó un dj para calentar el ambiente pinchando arreglos de temas del propio Guerra.
El metro noventa del dominicano (20 minutos tarde), con gorra, traje marrón y camisa blanca hizo su aparición con Rosalía, merengue de 1990 que estalló con los 15 integrantes de 4.40 tocando a toda velocidad. El sonido caribeño siguió desbordando con La travesía y La llave de mi corazón, clave de mambo que levantó a la grada, también en Vale la pena y Como yo, coreadas y celebradas masivamente, como el resto de temas.
El baile y las letras lanzadas a toda velocidad dominaron el concierto con pocas excepciones como Kitipun, suave merengue que sonó en la primera parte de la actuación siendo el único tema de Literal, su último álbum de estudio, publicado en el 2019. El resto de la velada transitó por las piezas de sus primeros discos para alegría del público, encantado de recorrer El Niágara en bicicleta, pedir Visa para un sueño o lamentar El costo de la vida, recordando que su país lo forma una raza “negra, blanca y taína” y preguntándose “quién descubrió a quién”. Un repertorio exigente que demostró el buen nivel vocal de un Juan Luis Guerra que se tomó un descanso a media actuación, dejando a la banda interpretando Tú y Como abeja al panal, que incluyó una petición de mano entre el público retransmitida en directo por las pantallas ante el éxtasis del público, que pudo asistir or capítulos a la pedida de rodillas, el sí quiero, y ver cómo el novio le cantaba la canción a su prometida.
Son tantos los temas amasados a lo largo de la carrera de Juan Luis Guerra que en un par de ocasiones optó por una mezcla de salsa, ( Razones, Ayer, Oficio de enamorado, Carta de amor) “¿Cuántos quieren bailar salsa?”, preguntó, o de bachatas (Estrellitas y duendes, Muchachita linda, La hormiguita, Bachata en Fukuoka, Que me des tu cariño, Mi bendición, Frío frío o Burbujas de amor, interpretada por el público para recordar aquello de que “Quisiera ser un pez para tocar mi nariz en tu pecera”).
Tampoco olvidó Juan Luis Guerra regalar su amor a Dios sin renunciar por ello a la alegría y el baile, con elogios religiosos como Para ti o Las avispas, tema con el que se despidió para regresar en los bises con nuevo vestuario y repertorio del disco Bachata rosa. Comenzó por una marchosa A pedir su mano para dejar que fuera el entregado público quien cantase a coro Bachata rosa y, como colofón, dejó que todo el mundo pidiera a gritos La Bilirrubina antes de interpretarla como colofón a una noche que hizo temblar el Sant Jordi como pocos artistas pueden.