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Un Vida más allá de los festivales

Festivales de verano

Jorge Drexler, Queralt Lahoz y los Libertines de Pete Doherty cierran el certamen de Vilanova i la Geltrú

Jorge Drexler alza los brazos en dirección al público del escenario principal del festival

Xavi Jurio

El Vida Festival cumplió un año más con su papel de tarro de las esencias para todos aquellos que todavía asocian la idea del festival con la huida de la ciudad, la convivencia y el descubrimiento de nuevos artistas en un cartel que mezcla nombres internacionales con bandas emergentes. Más de 30.000 personas se reunieron alrededor de esta manera de hacer, conciertos entre balas de paja, gastronetas y pinos de mil colores bajo los que se podía ver a muchas familias al completo, como en la zona de El Niu. Niños en carricoches o subidos a la espalda de sus padres, con los protectores sonoros para frenar un sonido que rara vez excedía lo razonable.

“Podríamos sacar mucho más rendimiento económico, pero creemos que es necesario no crecer y ser sostenibles”, afirma Daniel Poveda, director del festival, satisfecho por haber vendido una vez más todo el aforo. En este sentido, ha explicado que no se plantean crecer en vertical, sino “en horizontal”, con la promoción de artistas noveles durante todo el año. “Muchos festivales grandes no han podido tener a Rosalía ni a Rigoberta Bandini en su cartel”, recuerda, como prueba del éxito de su apuesta.

“Podríamos sacar más rendimiento, pero creemos que es necesario no crecer y ser sostenibles”

Las balas de paja repartidas por todo el recinto servían de descanso durante la jornada

Xavi Jurio

Otro concepto de festival que atrajo a la Masia d’en Cabanyes de Vilanova i la Geltrú a un público eminentemente local, como quedó patente de nuevo este sábado, en la clausura del evento. Ven’nus abrió la jornada pasadas las 17 horas bajo un sol de justicia aplacado por la sombra de los pinos y el pop ligero y relajante de Bocaterrosa, nuevo disco de la artista de Sabadell que protagonizó la actuación, incluyendo Guerra, con el estribillo de Al vent de Raimon. Tomó el relevo la canaria Valeria Castro, que con voz íntima y rasgada silenció el escenario de La Barca, dotando al festival de una medida íntima y humana que se mantuvo de la mano de Ernest Crusats, ex La Iaia, y el brasileño Tim Bernardes, que vio cómo su actuación congregaba a un gran número de personas por ser el único concierto en activo pasadas las 19 horas.

Anteriormente, Queralt Lahoz ofrecía su mezcla de flamenco, coplas y sonidos urbanos engastados por una poderosa y personalísima voz, con la que interpretó los temas de Alto cielo, su último EP, como el Tan rico con que arrancó. La de Santa Coloma, gorra, trenzas y larguísimas botas de tacón, exhibió su poderosa voz y su capacidad camaleónica para cambiar de género con temas como la salsera De la cueva a los olivos, el rap de Con poco o el reguetón de En otro lugar. Tampoco se olvidó de sus orígenes, "soy de una ciudad de clase obrera", ni de los de su familia, recordando que su abuela no pudo llamar Libertad a su hija por culpa de la dictadura. A la madre de su madre dedicó una sentida María la molinera de aire flamenco, al igual que El tiroteo.

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La calma se adueñó del recinto por unos minutos hasta que llegó la hora de Jorge Drexler, que vive un momento dulce después de recibir siete Grammy latinos por su último trabajo, Tinta y tiempo, donde colaboran Rubén Blades y también C. Tangana. Precisamente fue Nominao, compuesta junto al músico madrileño, el tema que abrió por sorpresa la actuación, donde también sonó Tocarte, la otra colaboración entre los dos artistas. “Qué lugar más bonito para tocar”, dijo el artista a un público feliz de tenerlo delante mientras la noche hacía su aparición sobre el escenario central del Vida, lleno pero nunca masificado. La gente disfrutó de un concierto alegre donde hubo tiempo para clásicos como Universos paralelos, TransporteTodo se transforma o Sea, con la que Drexler cerró una actuación de hora y cuarto con dedicatoria a Bernardes incluida (Oh, algoritmo), en la que no se olvidóde presentar a su banda, entre la que se cuenta la teclista Meritxell Neddermann, ni de recordar que el amor es El plan maestro.

La noche tomó un cariz indie con los escoceses Glasvegas y el sonido distorsionado de Spiritualized, la banda de Jason Pierce que ofreció cerca de la medianoche su propuesta de space rock con una nutrida formación que incluía a tres coristas. Mientras, La Cabana acogía el funky flamenco de los granadinos La Plazuela, que presentaron el disco Roneo Funk Club ante un público que hizo pequeño el espacio. "El año que viene, el escenario grande" gritaba el Nitro ante el aplauso del público, que celebró los éxitos de la banda como Péiname Juana o La antigua judería. Tan buena fue la conexión que el dúo andaluz se negó a retirarse cuando llegó su hora, prolongando el concierto casi media hora más de la cuenta para alegría de los asistentes, que no abandonaron la plaza hasta que el quinteto no se retiró después de tocar La vuelta. Ritmos amables para todos los públicos, como el pop de Hologramma (que comenzó con restraso su actuación forzado por los vecinos La Plazuela), la melosa voz de Dani o la sesión dj de Jungle, con la que estaba programado el cierre del festival a altas horas de la madrugada.

Previamente, se esperaba la llegada de Pete Doherty (sí, el ex de Kate Moss) al frente de The Libertines, la formación de garage rock que el año pasado reeditó Up the Bracket, su disco debut del 2002. Combinación variada y atrevida para cerrar una 9.ª edición del Vida sosteniendo la bandera de la música más allá de los márgenes comerciales.

El músico uruguayo saluda a la afición congregada en el escenario principal

Xavi Jurio