Es célebre la anécdota de Manolo Hugué según la cuál a su llegada a París, en 1901, la gente quería estrechar su mano por el simple hecho de proceder de la misma ciudad que el ya famoso Anglada-Camarasa. Efectivamente, muy pocos pintores europeos tuvieron una difusión tan intensa como Anglada y durante un larguísimo periodo de tiempo, el que va de Marià Fortuny a Joan Miró, fue el pintor catalán más internacional. Hasta el estallido de la Gran Guerra se movió con soltura en París, Viena, Munich, Londres, Venecia... Fue su propio marchante, se permitió el lujo de escoger los museos en los que exponía, se hacía rogar, imponía contratos cuyas condiciones no siempre eran fáciles de cumplir y cuando en 1911 obtuvo el Gran Premio de la Exposición Internacional de Roma, ex aequo con Gustav Klimt, se ofendió el impugnó el fallo. La impugnación no prosperó pero se negó a aceptar las 10.000 liras que le correspondían.
Anglada Camarasa estaba plenamente seguro de su obra y de sí mismo, y trabajó incansablemente pensando en la posterioridad. Estudiosos y aficionados a su obra tienen a partir de ahora la posibilidad de escudriñar en la peculiar manera de trabajar y en la personalidad del artista gracias a los casi 8.000 documentos donados al MNAC por su hija Beatriz (fruto de su tercer matrimonio con la malagueña Beatriz Huelín, sobrina nieta del pintor, 30 años más joven que él). Este archivo personal, ahora totalmente digitalizado y abierto a todo el mundo, es objeto de una exposición que, entre otras muchas cosas, revela que tras su apariencia bohemia, frondosa barba y lazo al cuello, se escondía un "profesional" que controló y planificó su carrera artística de forma metódica y obsesiva.
No es de extrañar que la exposición, un arriesgado ejercicio museográfico del que el Museu Nacional sale airoso, se titule El archivo premeditado. "Los archivos de artista se generan de una manera natural, a partir de la acumulación de documentos personales. Pero en su caso no es así, hay una predeterminación de generarlo, es una decisión voluntaria, lo quiere porque quiere dejar constancia de su obra y de su carrera artistica", señala Pilar Cueva, jefa del Centro de Investigación y Conocimiento del MNAC y comisaria de la muestra junto al conservador de arte moderno Eduard Vallès. "Fue un profesional en tiempos de hohemios, él no quería simplemente vivir o sobrevivir sino sobre todo pervivir", apunta este último, que recuerda que ya en 1900 encargó a una agencia de prensa que realizara el seguimiento de todas las críticas. Un clipping antes de la invención del clipping que ocupa, atención, nada menos que 3.500 hojas de prensa.
La exposición está concebida como "un archivo fuera del archivo", en el que las vitrinas y cajas metálicas (cuadernos y documentos personales, dossiers de prensa, fotografías, invitaciones...) que en muchos casos no solo revelan información del hombre y del artista, sino también de algunas de las pinturas que cuelgan en la paredes, como es Granadina, cuyo modelo podemos ver en múltiples instantáneas. "Las fotografías son el origen de muchas de sus obras, lo cual muestra hasta qué punto tuvieron un papel relevante en su proceso creativo", apuntan los comisarios.
Además de los cuadros del MNAC, se pueden contemplar obras muy poco vistas como el paisaje de Montserrat pintado durante la Guerra Civil -se instaló en el monasterio durante la contienda- y que fue el único que se llevó con él a Francia cuando, tras la entrada de las tropas de Franco, emprendió el camino del exilio desde su doble condición de republicano y masón. También está el retrato que le hizo Picasso en la época de los Quatre Gats (sobre el que Anglada escribe "Mol ve", y estampa su firma) o el boceto de su famosa 'Danza española', que fue adquirida por el coleccionista ruso Ivan A. Morozov y hoy forma parte de las colecciones del Hermitage de San Petersburgo.