Carpanta acaba de cumplir 75 años. Zipi y Zape alcanzarán esta misma y respetable edad el año que viene. Son personajes icónicos de nuestra historieta y, en el caso de Carpanta, es además quien mejor encarnó el hambre de la posguerra en España. Su creador fue Josep Escobar, fallecido en 1994, uno de los autores de cómic más importantes del país y con mayor influencia entre sus contemporáneos. Trabajó para revistas como Pulgarcito, DDT o Tío Vivo en la histórica editorial Bruguera. Sin embargo, y pese a esta relevancia, es difícil que un museo o una institución pública organice una gran exposición sobre estos personajes en donde poder contemplar los originales de estas historietas. ¿El motivo? La inmensa mayoría de las páginas originales no se devolvieron jamás a sus autores ni a sus herederos.
“Solo sabemos que están en un almacén entre Manresa y Vic. Pero no sabemos ni cuántos son ni en qué condiciones se conservan”, explica Sergi Escobar uno de los nietos del creador de Carpanta. Escobar recibe a La Vanguardia en su casa de Barcelona y pone sobre la mesa los escasos originales que los herederos han podido conservar del trabajo de toda una vida de su abuelo. Una pequeña parte de los miles y miles de páginas que Josep Escobar escribió y dibujó para Bruguera desde que se incorporó a Pulgarcito en 1947, para relanzar la revista tras la Guerra Civil. Entre lo que ha podido rescatar hay historietas de Zipe y Zape, de Carpanta y de Petra, una ingenua criada que está entre las creaciones más recordadas del dibujante. Llegaron a la familia a finales de la década de 1980, gracias a la iniciativa de algunos responsables del viejo archivo de Bruguera que se los entregaron a su abuela, la viuda de Josep Escobar, que ya entonces había empezado a reclamarlos.
Históricamente se daba poco valor a los originales de las historietas y se asumía casi como inevitable que las editoriales se los quedaran o incluso que los destruyeran. Con lo que cabe preguntarse si para Josep Escobar eran importantes. Su nieto no tiene dudas: “En el último contrato que firmó [ya con Ediciones B] quiso poner explícitamente que los originales eran de su propiedad, lo que demuestra que tenía muy presente este asunto”. Asimismo, recuerda que su abuelo iba recopilando pacientemente, en sobres y en libretas, todo cuanto publicaba. “Si guardaba este material reproducido –añade–, me queda claro que para él tenía un gran valor, no tanto económico como sentimental. Aunque en su momento, lo más importante no eran los originales sino publicar en revistas y que estas tuvieran la máxima difusión”.
Hoy en cambio, estos originales tienen una importancia histórica, patrimonial y sentimental de primer nivel ya que explican una parte de nuestra historia social y cultural. Social porque entre las décadas de 1940 a 1960, los cómics –que entonces se llamaban tebeos– fueron uno de los principales medios de entretenimiento de la población. Cultural porque esos artistas que trabajaron para alimentar a una gran industria del entretenimiento sin reconocimiento de sus derechos de autor supieron crear obras de gran valor plástico y narrativo, cada vez más apreciadas por coleccionistas, historiadores e instituciones culturales.
Instituciones
El Departament de Cultura y la Biblioteca de Catalunya se han interesado por el fondo de la histórica Bruguera
El historiador del cómic Antoni Guiral, uno de los mayores expertos en los tebeos de Bruguera, asegura que “este fondo tiene un valor incalculable”. En su opinión, “los originales son de sus herederos, sin duda, pero también nos pertenecen a todos por su valor cultural y sentimental. Deberían estar en manos de las familias o de una institución pública. Lo que no puede ser es que estén encerrados. No sé qué diríamos si supiésemos que hay unos cuadros de Miró en un almacén y que ni la familia ni nadie tiene acceso a ellos”.
Ese fondo de originales de la histórica editorial Bruguera va mucho más allá de Escobar. Allí se encuentran páginas de personajes como Mortadelo y Filemón, Anacleto, El Capitán Trueno, Doña Urraca, El repórter Tribulete o Sir Tim O’Theo. En el caso de la obra de Josep Escobar, su nieto consiguió que le enviaran un escaneado “de todas las páginas que tienen secuestradas”. “En teoría se trata de todo el fondo Escobar –remarca–, y son más de 5.500 páginas solo de Zipi y Zape. También hay de Carpanta, Petra, Aniceto, Don Óptimo, Plim y Toby, pero de estas muy pocas”.
Contexto
Un complicado periplo editorial
La historia de los originales de los distintos autores de la histórica Bruguera no es fácil de seguir. Tras el cierre de la veterana editorial, en 1986, el fondo es adquirido por el Grupo Zeta, que la transforma en Ediciones B. En 2017, el Grupo Zeta vende Ediciones B a Penguin Random House, pero en la operación no se incluyen los originales, solo el derecho a seguir publicando las historietas, que es lo que está haciendo la empresa con un renovado sello Bruguera, en donde aparecen tanto los nuevos álbumes de Mortadelo y Filemón o Superlópez como las reediciones, por ejemplo dos libros de homenaje a Carpanta y a Zipi y Zape que estarán disponibles próximamente. En 2019, Prensa Ibérica compra el resto del Grupo Zeta y entonces sí, los originales recaban en sus manos. El último giro de la historia –hasta el momento– llega en marzo de este mismo año cuando el viejo almacén de Bruguera en Parets del Vallès, donde estaban esos originales, es derribado. A partir de ahí la pista se pierde.
Tanto la Conselleria de Cultura de la Generalitat como la Biblioteca de Catalunya se han interesado en conocer el estado de la reclamación de los originales de los dibujantes de Bruguera. Un fondo patrimonial importantísimo que las familias reclaman. Los herederos de historietistas como Manuel Vázquez, Conti, Cifré, Jorge o Raf, además de la familia Escobar, exigen que se devuelvan los originales de sus padres o de sus abuelos. “La petición no es nueva, la novedad es que ahora estas familias estamos en contacto y estamos unidas para hacer esa reclamación colectiva a Prensa Ibérica”, explica Sergi Escobar.
Reclamación
Los originales están en manos de Prensa Ibérica en un almacén entre Vic y Manresa
Otra novedad en este culebrón artístico-editorial, es que el último cambio de propiedad ha provocado una coyuntura inédita: por primera vez, la empresa que tiene los derechos para explotar la obra y que reedita estos cómics de acuerdo con sus herederos (Penguin Random House) no es la misma que tiene los originales (Prensa Ibérica). Dicho de otra manera: quien tiene los originales no puede explotarlos comercialmente. Este escenario añade más interrogantes aún –“Por qué tanto interés en conservar estos originales que no les aportan nada”, se pregunta Sergi Escobar–, pero tal vez la nueva situación permite imaginar un primer rayo de esperanza para solucionar el caso.
Como se podía leer en las viejas historietas de aventuras: “Continuará”.