Sobrevivir a la anorexia: “No puedo tener espejos en mi casa”

Atlàntida Film Fest

El documental ‘Petricor’ de Victoria Morell se adentra en el drama de la anorexia a través de tres mujeres que la sufren

Un fotograma del documental Petricor que se adentra en la anorexia

María Luisa, de 77 años, padece anorexia 

LV

Es una forma de morir muy despacio a través del hambre, las purgas y las autolesiones. Es una espada de Damocles que no desaparece, porque las enfermas de anorexia (mayoritariamente son mujeres) saben que aunque se curen, pueden recaer.

A la directora de cine Victoria Morell la internaron cuando tenía 19 años. Estuvo ingresada hasta los 21. “Siempre tuve ganas de contarlo, pero no sabía cómo, quería ir más allá y tratar de explicar por qué se llega a ese punto y por qué, habiendo tantas formas de morir rápido, se escoge esta lenta agonía”, relata en una entrevista concedida a La Vanguardia con motivo de la participación de su documental Petricor en el Atlántida Film Fest de Palma de Mallorca.

“¿Cuándo estaré tranquila?, ¿cuándo me sentiré en paz con mi cuerpo?”, se pregunta la directora

Petricor es el vehículo que ha escogido Morell para narran su sufrimiento, ahora que han pasado 10 años y está “emocionalmente preparada”. El filme se adentra en las vivencias de tres mujeres de distintas generaciones que padecen la misma dolencia. María Luisa, de 78 años; Neus, que está en la treintena, y Magdalena, de 48. Las tres tratan de superar sus miedos con la ayuda de la psiquiatra Iratxe Aguirre, referente de la unidad de trastornos de conducta alimentaria del Hospital Son Espases de Palma de Mallorca.

Neus, mirando una imagen de cuando estaba grave

Neus, mirando una imagen de cuando estaba grave

Los miedos de María Luisa se remontan a mucho tiempo atrás: “Siempre ha estado enferma. La ingresaron a los 13 años, pero en aquella época no se sabía lo que tenía. La castigaban delante del plato para que comiera. Se casó y tuvo hijos, pero a partir de los 60 volvió a estar otra vez mal, tiraba la comida, se hacía cortes en los brazos e ingresó de nuevo ante la incomprensión de su hija, que no podía entender que su madre padeciese una enfermadad de adolescentes”, cuenta Morell.

Llegó un momento en que la doctora Aguirre “se planteó dejar morir a Magdalena desde lo ético”. “Estaba muy mal, en estado de inanición. Comía por colores, temía beber agua por miedo a engordar. Tuvo varios intentos de suicidio y entró en coma”. Pero la médico encontró un remedio, una operación de cerebral de neuroestimulación profunda que regula el pensamiento obsesivo convulsivo. “Ha funcionado. Magdalena sigue siendo anoréxica, pero puede caminar y sociabilizar”.

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Neus llegó al hospital con 14 años, “desde pequeña ha sido muy intensa. Transformó el silencio de su casa en gritos y autolesiones. Se ha hecho mucho daño”. Es madre de una niña y “se siente culpable, porque recayó cuando la criatura tenía un año, la volvieron a ingresar y cree que abandonó a su hija”. Tras años de terapia, Neus está recuperada.

María Luisa, Magdalena, Neus y Victoria tienen algo en común: una relación complicada con sus madres. La terapia intenta explorar ese dolor, aunque Victoria señala que puede haber otras causas para sufrir anorexia, “genéticas y sociales”.

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Ella hizo su primera dieta a los nueve años, vomitó por primera vez a los 13 “al sentirme culpable por comer un bocadillo de atún”. Está recuperada, pero no puede evitar preguntarse “¿cuándo estaré tranquila?, ¿cuándo me sentiré en paz con mi cuerpo”, porque el dolor persiste: “No puedo tener espejos en mi casa, me cuesta mirarme entera. Siempre me siento culpable. Al principio pensé en hacer un documental autobiográfico, pero me daba pavor verme en la pantalla y rechazar mi cuerpo”.

Petricor es el olor a tierra mojada. A Morell ese aroma le devuelve a la infancia y “es también algo metafórico, porque durante los dos años de internamiento no pude llorar. Cuando lo hice, me sentí liberada”. Ahora, con Petricor ha compartido su experiencia con otras tres mujeres que han sufrido el mismo dolor y también con los espectadores. Y esa liberación se ha hecho mucho más real.

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