Cuando la guerra, la familia Solé escondió a los Pinyol, porque eran terratenientes y corrían peligro. En agradecimiento, los Pinyol regalaron unas tierras a los Solé, pero nunca hubo papeles de por medio. Ahora, los Pinyol han recuperado los terrenos y los Solé, que durante todos estos años han cultivado melocotoneros, afrontan la última cosecha.
Cásting
“En las fiestas mayores invitamos a la gente a las pruebas. Vinieron 9.000 personas”
Este arranque sirve a Carla Simón para abordar la situación en el campo en Alcarràs , su última película, rodada con actores no profesionales, que se estrena hoy en la sección oficial de la Berlinale. Es el segundo largometraje de Simón, que ya se llevó el premio a la Mejor ópera prima en la Berlinale de 2017 por Estiu 1993 , su primer filme.
Berlinale
“Estoy orgullosa de llevar una película tan local, rodada en catalán, a un gran festival”
¿Cómo eligió a los actores?
Fue un cásting muy largo y complejo, pero por suerte lo pudimos hacer antes del confinamiento. Fuimos a las fiestas mayores de los pueblos de alrededor de Alcarràs, El Segrià y el Pla d’Urgell e invitamos a la gente a participar en las pruebas. Hubo una avalancha y llegamos a ver a 9.000 personas.
¿Cómo fue el proceso de selección entre tantos candidatos?
Hicimos varias rondas en busca de personas que se parecieran a los personajes que ya teníamos escritos. Encontramos parecidos. Escogimos a Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin y Xènia Roset, entre otros. Me hubiera gustado que entre ellos fueran familia, pero no pudo ser. La única actriz profesional es mi hermana, Berta Pipó, que interpreta a Glòria.
Con Estiu 1993 , usted ya adquirió fama de ser una gran directora de actores no profesionales. ¿Cómo ha trabajado con el equipo de Alcarràs ?
Alquilamos una casa en Lleida y durante dos meses y medio nos veíamos a diario con parte del reparto. Así trabajamos las relaciones familiares con, por ejemplo, el abuelo y los nietos o entre los hermanos o entre el matrimonio protagonista. También improvisamos los momentos previos, que no salen en la película, de cuando la familia se entera de que ha perdido las tierras. Después leímos el guion un vez y pasamos a rodar las escenas escritas. Los actores fueron maravillosos. La mayoría de las veces siguieron el guion al pie de la letra, aunque en ocasiones decían la misma idea con sus propias palabras y, en algún momento, improvisaron.
¿Cómo afectó la pandemia al rodaje?
La película transcurre en verano, cuando íbamos a arrancar nos encerraron, así que tuvimos que esperar al siguiente verano. Fue muy triste. Y después, cuando empezamos, hubo un caso de covid y tuvimos que parar otra vez, pero hemos podido hacer la película y ha sido fantástico trasladar el gran contacto familiar que se vive en Alcarràs en plena pandemia.
La película aborda un asunto del que en este momento se habla mucho, la gente deja el campo. ¿Por qué escogió este tema?
Mis tíos cultivaban melocotones en Alcarràs. Me apetecía retratar esa situación y explicar cómo es la manera familiar de hacer agricultura, que es el oficio más viejo del mundo y que está desapareciendo, porque las grandes empresas compran las cosechas a precios inferiores al coste de producción.
¿Hay solución?
Quise hacer una película luminosa, demostrar que se puede resistir, pero no es fácil, estas familias que se dedican a la agricultura tienen un gran respeto por la tierra, pero el suyo se ha convertido en un oficio de resistencia, ese modelo puede desaparecer. Hay algo de esperanza con la agricultura ecológica, porque todavía no han entrado las grandes empresas, pero va muy despacio.
¿Es la zona de Alcarràs parte de la España vaciada?
No es una crisis por falta de gente, sino por las escasas opciones y es muy triste. La zona no es aún un sitio vacío, aún hay gente en Lleida y no se va porque quieren seguir practicando su agricultura. Aunque surgen otras formas de rentabilizar las tierras como, por ejemplo, la instalación de placas solares.
La recolección sería imposible sin el trabajo de los inmigrantes...
Sí. Es fundamental, sin ellos no se podría recoger la fruta, porque es una tarea muy laboriosa, que no pueden hacer las máquinas. Antes se ocupaban los estudiantes y ahora los africanos. Ha habido momentos difíciles, pero unos y otros se necesitan y trabajan juntos. Hay respeto mutuo.
¿Qué significa para usted estar en la sección oficial de la Berlinale?
Estar aquí es un gran paso y un gran premio. Es estar en la mesa de los mayores con Isaki Lacuesta o Claire Denis y otros directores a los que admiro. Lo siento como algo muy grande y estoy orgullosa de llevar algo tan local, una película rodada en catalán con un dialecto tan concreto como el de Lleida, a un gran festival.