El mundo poético de Joan Brossa toma la periferia de Madrid
Exposición
‘Brossa total’ reúne un centenar de poemas visuales e instalaciones en el Ceart de Fuenlabrada
“¿Profesión?”. “Poeta”. El funcionario no le entendió. O no imaginó que poeta pudiera ser una profesión. Y escribió en el DNI: “Paleta”. Joan Brossa, encantado, no le corrigió. Y el poeta-paleta que desapareció hace ahora 23 años, cuando tenía 79, tras una caída en su casa de Barcelona, y que protagonizó seis décadas de insobornable carrera vanguardística en la que la poesía se mezcló con el humor, la magia, el circo, el cabaret, las filosofías orientales, Wagner, el abecedario, la lucha política –el poeta brasileño Cabral de Melo le introdujo al marxismo– y la cultura popular, y que dieron como fruto una poderosa poesía visual, un teatro experimental que se adelantó a los happenings y las performances y desde los años ochenta una extraordinaria obra escultórica, todos repletos siempre de dualidades y juegos con el lenguaje, acaba de aterrizar en la periferia obrera del sur de Madrid.
En el Centro de Arte Tomás y Valiente (Ceart) de Fuenlabrada, un macrocomplejo cultural inaugurado en esta ciudad de casi 200.000 habitantes en el 2005 antes de que la economía se viniera abajo, y que reúne teatro, biblioteca y exposiciones bajo el mismo techo.
El Ceart monta hasta el 24 de abril Brossa total , una muestra comisariada por Enrique Juncosa, exdirector del Museo de Arte Moderno de Dublín, y que reúne un centenar de obras, la mayoría procedentes de la galería barcelonesa Miguel Marcos, que el poeta-paleta inauguró con algunas de las grandes instalaciones que ahora se pueden ver en Fuenlabrada.
La muestra reúne un centenar de obras que incluyen la instalación ‘Enganyifa’, el particular ‘Guernica’ brossiano
Obras repletas de ironía sobre nuestra vida como Caront , en la que una barca que alude a la que cruzaba la laguna Estigia de camino al Hades está hoy sobre un mar de confeti. O como Interior a l´interior , una gran jaula de barrotes metálicos en cuyo interior hay una coqueta mesita redonda con una pecera esférica en la que nada un pez.
O como Enganyifa , que se presentó ya póstumamente y que tanto Miguel Marcos como Vicenç Altaió, presidente de la Fundació Brossa, que colabora en el montaje de la muestra y que ha acudido a la ciudad madrileña, califican como el Guernica de Brossa. Una instalación con 54 óleos –que n pintó él sino que encargó– que muestran elegantes patas de caballos al trote o en competiciones, frente a 44 balones de fútbol, pintura de alta sociedad frente a lo popular, las masas. Guerra cultural. Y animalidad.
Una rueda cuadrada, un martillo en el que el metal ha sido sustituido por un calendario de taco, marcando la inexorabilidad del tiempo, una trampa para ratones que tiene atrapado el as de corazones, un trofeo erguido al que va ligado otro caído, triunfo y derrota, un poema visual en el que está escrito rojo en azul y azul en rojo... Poemas visuales, poemas objeto, instalaciones, carteles, proyecciones del cine que creó con Pere Portabella, imágenes con Tàpies, Alberti, vedettes y fakires, o con él sacándose una baraja entera de la boca... Para Altaió es importante que la muestra se haga “en un espacio artístico de la periferia”, porque, concluye, “Brossa era crítico con el proceso de institucionalización del arte y quería que llegara a todo el mundo, lo veía como una herramienta no de mercado sino de transformación”.