Escenas cotidianas con un punto de fantasía, miradas al futuro de la humanidad o al personal, con entierros y homenajes diversos, con el conflicto vasco (así dice el autor a veces), con el foco a menudo en las relaciones paternofiliales, y bastante música, también. Coses que no havia d’explicar (Godall), de Iban Zaldua (traducción de Agustín Garmendia) es un libro de cuentos con una buena variedad de voces, temas, formas y tonos narrativos que no quiere hacer creer que es otra cosa.
Con la de música que hay en el libro, pensaba que vendría con una camiseta de algún grupo de música, pero viene con americana, aunque al menos lleva una chapa de Teenage Fanclub...
Es que las camisetas, en Vitoria con el frío que hace... las saco en junio y las guardo en octubre.
A veces no queda muy claro si la música de sus cuentos es un homenaje o una crítica…
En general son homenajes. En la vida me ha tocado lidiar con gentes con las que coincides en los gustos musicales y otros con los que no. Es un reflejo de la vida. Yo vivo con música, escribo con música, hago la colada con música, voy a muchos conciertos, tengo una colección de discos enormes… Es algo que es parte de mi vida y se acaba filtrando en mis libros. Tengo una serie, que dio lugar a un libro, Biodiskografiak (2011, en castellano Biodiscografías en Páginas de Espuma, 2015) en que me planteé escribir una vez al mes un cuento sobre un elepé, y en un momento dado cerré esa vía pero de vez en cuando me sale alguno.
Vivo con música, escribo con música, hago la colada con música, voy a muchos conciertos, tengo una colección de discos enormes… Es parte de mi vida y se acaba filtrando en mis libros”
¡Pero insiste en que Teenage Fanclub son unos pesados repetitivos!
Es que hay gente que dice eso. La primera vez que los escuché, y me pasó también con Stereolab, pensé ¡cuánta cuerda le echan a los mismos acordes! Pero luego hice clic y ahora soy muy fan de los dos grupos. También tiene que ver con la decadencia del rock y con la decadencia personal mía.
El rock era una música de adolescentes…
Y ahora es de dinosaurios. Pero no me parece mal. Cuando voy a conciertos pienso: “Este será el último al que vaya”, pero luego siempre hay alguien mayor que yo, y puedo seguir yendo. O con los festivales, igual ya no deberían ser para mí, pero ahí hay un tipo diez años mayor que yo…
¿Y esta entrevista la leerá algún día o hará como algún personaje suyo cuando lo entrevistan?
Ja, ja, ja. Procuro no leerlas, la verdad. Porque no me fío de mí mismo. Me siento más seguro escribiendo que respondiendo entrevistas. Soy muy malo improvisando. A la quinta entrevista me suelen salir las cosas más fluidas.
Bueno, pues nada, ¿sacamos unos entrevistadores como sparring y vuelvo más tarde?
Estaría bien, ja, ja, ja. También pasa que es volver sobre algo que has escrito hace tiempo, el libro salió en euskera en el 2018, son cuatro años…
Por eso no sale la pandemia, ¿eh?
Bueno, y de hecho no sé si escribiré sobre la pandemia. La gente tiene muchísima prisa por hablar de las cosas que le pasan y yo creo que la literatura como la entiendo es lo contrario a la prisa. Yo sigo dándoles vueltas a cuentos sobre cuestiones que viví o se me ocurrieron hace veinte o treinta años y todavía no he encontrado la manera de plasmarlas en el papel. Si hay algo en que la literatura tenga una ventaja es en el reposar, que la distancia y el tiempo hagan su camino y su trabajo y tome perspectiva.
¿Por ejemplo?
Hace unos años había gente que se quejaba de que no salían novelas sobre el conflicto vasco, y los escritores decían que el tema tenía que reposar. Un poco como cuando Borges decía lo extraño que le resultaba que no hubiera una gran novela sobre la Segunda Guerra Mundial, como sí había habido de la primera, con T.S. Elliot o Erich Maria Remarque, pero resulta que está Grossman, con Vida y destino, por ejemplo, que se escribió en 1959 y no se publicó hasta 1980 en Suiza.
En muchos de sus cuentos hay un gran diálogo con el pasado.
Es la ventaja que te da tener más años, con 16 o 18 años no escribía cuentos en que los personajes se reencontraban después de veinte años, no puedes tener esa perspectiva.
Esquematizando, veo dos variantes de sus cuentos. Por una parte están aquellos en que la trama queda colgada y los que quedan cerrados con un giro de última hora. ¿Lo planifica o le sale así?
Yo soy más de lo segundo. Mi tradición como lector está ligada al género fantástico sobre todo, un género en que como decía Piglia un cuento cuenta dos historias, y en el fantástico tradicional, en la tradición de Poe por ejemplo, la historia B que va oculta emerge al final y es la sorpresa. Yo soy mucho de eso, es mi educación como lector y por tanto como escritor. Un escritor no deja de ser un lector un poco descarado. Ahora bien, hay otra tradición, la que simplificando podríamos ejemplificar con Chéjov, en la que no pasa nada, el cuento en ese sentido tiene que ver más con una novela en miniatura, es una evocación. En los cuentos fantásticos tradicionales el final es cerrado, pero siempre tienes que avisar al lector al principio o en medio, y el cuento además no tiene por qué terminar al final, sino un poco antes. El cuento chejoviano, de tranche de vie, termina después, es el lector quien tiene que hacer el trabajo. Si al lector el final abierto no le convence y no se plantea los finales alternativos he fracasado como escritor. Yo estoy configurado por las lecturas que tuve en mi juventud, pero seguramente en mi madurez estoy leyendo más de lo otro y también se filtra en mi literatura. Los cuentos no son como las novelas, son diferentes y en muchos casos contrapuestos. La novela, como yo la entiendo, exige esquemas, mientras que un cuento sale de un impulso. Sí que hago mi planificación, no tiene que ser mucho, más bien me planteo dudas, en qué persona explicar el cuento… [revisa su libreta de apuntes y enseña muchas páginas con notas, en su mayoría de cuentos sin escribir]. De joven no lo necesitaba, pero ya con la edad tengo que apuntarlo porque se me olvida.
¿Entonces de joven le salían con más fluidez?
Bueno, la seguridad es enemiga del arte, con la edad cada vez me siento más inseguro, antes me lanzaba con más inseguridad e inconsciencia, pero a medida que avanzas y lees más y sabes más…
…también dudas más.
Cada vez me cuesta más quedarme contento con lo que escribo, y produzco menos, pero creo que mejor. Ahora cuando llevas al texto una idea ya estoy seguro de que puede salir bien.
La seguridad es enemiga del arte, con la edad cada vez me siento más inseguro”
También trata el tema de los funerales laicos. ¿Echa a veces de menos la iglesia?
Es todo un mundo. En la familia, en que no somos creyentes, nos hacíamos la reflexión sobre qué fácil lo tienen montado en la iglesia, que cómodo es, porque está totalmente pautado, si quieres hacer algo civil te puede salir el tiro por la culata, a veces ponen un powerpoint con imágenes de gatitos que, en fin…
Perdemos el ritual religioso y no se ha sustituido por un ritual social aceptado. Y entonces viene Halloween y tiene el campo libre.
Necesitamos una cierta ritualización, y Halloween es todo comercial. Sustituir a la iglesia… es que lo tiene muy bien montado, ha tenido dos mil años para hacerlo.
¿Son tan de homenajes en el País Vasco como refleja su libro?
No tanto pero bastante. Tiene un poco que ver con la generación de los primeros héroes de la recuperación de la lengua vasca a partir de los años cincuenta y sesenta, porque esa gente se está muriendo, están llegando a unas edades muy provectas y una cierta decadencia que es cuando surge el homenaje. Mala señal sobre la vida y la capacidad productiva o renovadora de la persona. Nuestra sociedad tiene una necesidad tremenda de héroes.
Necesitamos santos laicos, tal vez.
Eso es. Como ya no hay santos eclesiásticos… Una de las canteras es la lucha por la lengua y la literatura vascas, las grandes figuras fundacionales. La modernización y la unificación del euskera y el nacimiento de la literatura contemporánea. Y ya si nos ponemos más radicales, la propia ETA. Esas figuras están desapareciendo y se les hacen homenajes. A nosotros no nos va a llegar ese momento porque somos muchos más y no acapararemos homenajes en la misma medida.
¿Ya tiene preparado su homenaje, entonces? ¿O asistirá a él ya muerto?
Evidentemente intentaré resucitar y lo más zombi posible, con miembros cayéndose… Me encantaría. Es la fantasía de asistir al propio funeral, no soy original en ese sentido.
En sus cuentos también hay mucho diálogo intergeneracional entre padres e hijos.
Las relaciones padres-hijos son un temazo. Yo ya he llegado a un punto en que lo puedo contemplar desde los dos lados de la trinchera. He vivido en un hogar que se basaba en una serie de implícitos tácitos sobre los que no se hablaba nunca, soy de una generación que ha mentido mucho en casa, y siendo muy formal. Ahora estamos en el lado contrario, yo preferiría no saber muchas cosas de mis hijas. Hemos querido fomentar una confianza que a veces no me resulta del todo sana. Muchos cuentos provienen de ese contraste y de las paradojas que surgen en el camino. La épica y la represión seguramente eran más útiles que la ironía, que te puede resultar un instrumento eficaz y sobre todo muy ameno, pero se te vuelve en contra y te estalla en la cara. De esa doble experiencia cada vez me salen más cuentos sobre familias y relaciones familiares.
Es muy sano tener secretos, no contarlo todo. Esa manía que hay hoy de la sinceridad absoluta puede ser muy incómoda”
Y secretos, también…
Es muy sano tener secretos, no contarlo todo. Esa manía que hay hoy de la sinceridad absoluta puede ser muy incómoda. Las relaciones sociales se basan también en la elipsis. Estar diciendo continuamente lo que piensas a la gente de alrededor puede ser muy doloroso, en la sociedad hemos desarrollado unos códigos para poder engrasar las relaciones en que la mentira o no decir toda la verdad tienen un papel muy importante. Hay mucha ficción en que juego a partir de estas reflexiones.
También toca la homosexualidad, en varios cuentos. ¿Cree que falta mucha normalización o es una realidad que simplemente está ahí?
No es que esté haciendo un intento programático de normalización, pero es una realidad. En el tiempo que yo llevo en el mundo ha cambiado muchísimo y en este país más aún. Tal y como yo veo que aparece en la sociedad se tiene que reflejar en mis cuentos. Yo vivo en un ambiente en que es una realidad muy presente.
En muchos además juega con ello, ya que el género del personaje no es explícito hasta el final…
También tiene que ver con el hecho de que el euskera no tiene género explícito. A la hora de escribir es un recurso que suelo utilizar, la parte lúdica de la literatura da mucho juego. Luego me plantea una serie de problemas al verterlo a una lengua románica: lo que más me ha consultado el traductor es el género, y hay casos en que es un elemento importante y otros en que no. Yo me autotraduzco al castellano, y esas traducciones cuestan más, y se puede, pero te lleva a utilizar más perífrasis y otros recursos.
¿Y está de acuerdo con los inventos para hacer el lenguaje más inclusivo?
Bueno, todo es acostumbrarse, creo que el lenguaje evoluciona, aunque haya academias. No sé si es porque vengo de una lengua como el euskera, que he visto cómo se ha ido construyendo en la normalización desde pequeño, y hemos tenido que acostumbrarnos a cambiar las maneras de decir, las palabras que utilizamos, y es posible. Puede resultar más o menos natural o incómodo, pero una lengua estándar nunca es natural. También es cierto que en euskera como el género no es explícito es más maleable, lo cual tampoco quiere decir que no haya sexismo, pero se expresa de otras maneras.
El sexismo está en la sociedad.
El patriarcado está ahí, y en la lengua se refleja.
Dibuja un mundo vasco que mira en cierto modo a Madrid…
Es que los vascos hemos construido España en gran parte.
Vaya, ¿no habían sido los catalanes?
¡Ja, ja, ja! Bueno, tuvieron su oportunidad con la industrialización temprana y con Cambó, pero no acabó de cuajar, por lo visto. Los vascos llevan desde el siglo XVI haciendo la administración española y Madrid es una creación vasca en cierto modo. ¿Cuánto apellido vasco hay en Madrid? Teniendo una opinión contraria al gobierno de psicópatas que manda en Madrid, hemos tenido más tendencia a ir allí que por ejemplo a Barcelona, que a mí se me hace más extraña, más exótica.
Y es que en castellano ha publicado en Madrid...
Funciono en un plano doble, soy escritor euskaldún, pero también ejerzo de escritor español, digamos, con todas las comillas que se le puedan poner a eso. He venido mucho a Barcelona, porque es la sede de muchas editoriales, pero he tenido más relación con editoriales de Madrid, por lo que sea. Cuando era joven mandé originales a todas las editoriales, pero salió así. Si hubiera tenido más relación con editoriales de Barcelona igual lo habría visto de otra manera. Ahora tengo la suerte de que me publican en catalán y eso me da la oportunidad de venir más aquí.
Y cuando publica en castellano, ¿se siente más autor o traductor?
Bueno, soy un agente doble. Mi lengua interna es el castellano. Un día decidí convertir el euskera en mi lengua principal de escritura. Mis padres no saben euskera y me matricularon en una ikastola, pero mi primer libro está escrito en castellano, la opción de lengua tiene que ver en parte con cuestiones políticas, en un momento dado decidí escribir sobre el conflicto vasco, en castellano, pero no me convencieron los cuentos, ni la manera, y creo que pasarme al euskera fue lo que me hizo sentir cómodo escribiendo sobre el tema. Tal vez en castellano hubiera acabado igual, pero no fue el caso. También tiene que ver con mi vida cotidiana, mis lecturas… cada vez eran más en euskera.