Primera persona

Primera persona

La primera persona del singular se ha convertido en un problema político, además de estético y narrativo. Desde sus orígenes, la literatura y el resto de las artes se consagraron a lo otro, a lo distinto de uno mismo: el mundo, los dioses, los grandes personajes, la ficción. También lo hicieron durante la mayor parte de su existencia las tecnologías miméticas: la fotografía, el cine, la televisión. Pero en nuestra época muchísimos de los libros que captan mayor atención hablan sobre las experiencias y los traumas del yo. Y la iconosfera está dominada por la selfie, el vídeo youtuber y otras formas de la autorrepresentación.

Uno de los mejores ensayos que he leído recientemente sobre el tema es gráfico: No siento nada ), de la historietista sueca Liv Strömquist. A partir del pensamiento de Eva Illouz, Han Byung-Chul o Slavoj Žižek, el cómic explora las dificultades del amor en una época en que intentamos racionalizar todos nuestros vínculos y en que invertimos una cantidad extraordinaria de deseo en nuestra propia subjetividad. ¿Cómo enamorarnos de los demás si estamos tan perdidamente enamorados de nosotros mismos? ¿Para qué invertir nuestra energía creativa en contar las vidas de los otros, si lo que realmente nos apetece es compartir nuestro aborto o nuestra depresión o nuestra huida al mundo rural, y sabemos que existe un mercado favorable para el yo, yo, yo?

En nuestra época muchísimos de los libros que captan mayor atención hablan sobre las experiencias y los traumas del yo

Después de disfrutar las novelas gráficas anteriores de Guy DeLisle ( Shenzhen, Pyongyang, Crónicas birmanas, Crónicas de Jerusalén ), he leído con esa conciencia crítica la nueva entrega de su autobiografía en viñetas, Crónicas de juventud (Astiberri). Los recuerdos de su trabajo de verano en una fábrica de papel y de cómo afianzó su vocación artística conducen a buenas escenas y metáforas. Pero qué difícil es traspasar los límites de lo propio y alcanzar lo universal cuando dejas que te constriña la primera persona.

Por eso, en el contexto del Salón del Cómic de Barcelona, que tendrá lugar la semana que viene en formato virtual, recomiendo cinco volúmenes en tercera persona. Tres biografías de filósofos: La mujer del retrato. Concepción Arenal, vida posible de una niña pelirroja (Nórdica), de Teresa Novoa y Mónica Rodríguez; Las tres vidas de Hannah Arendt (Salamandra Graphic), de Ken Krimstein; y La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound (Errata Naturae), de Frédéric Pajak. Un volumen de crónicas ilustradas: Pandemia (Flow Press), que supone la llegada a nuestro idioma de la prestigiosa revista norteamericana de no ficción ilustrada The Nib . Y La bomba (Norma), de D. Alcante, Bollée y Rodier, que narra en toda su complejidad cómo se construyó el arma que arrasó Hiroshima y Nagasaki. Aunque parezca mentira, la generosidad de interesarse por las vidas ajenas y de representarlas ha empezado a convertirse en un gesto político. Hay que apoyar las obras que narran el tú o el nosotros.

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