Entre los grandes viajeros medievales, se suele destacar a un representante de cada religión o cultura: el cristiano Marco Polo (siglo XIII), el musulmán Ibn Battuta (siglo XIV)... y el judío Benjamín de Tudela, que se adelantó a los otros dos y cuyo Libro de viajes acaba de ser traducido del hebreo por primera vez al catalán por Manuel Forcano en una edición de la editorial Angle.
La crónica de viajes del navarro Benjamín de Tudela –la primera escrita en hebreo– describe un itinerario por la segunda mitad del siglo XII a través de la costa mediterránea, con ciudades como Constantinopla, Jerusalén (donde los cruzados luchaban contra Saladino), Bagdad, Isfahan o El Cairo, con especial atención a las comunidades judías, al tráfico de mercancías, al gobierno de cada zona así como a las historias y leyendas locales. Incluye relatos sobre lugares que no alcanzó a visitar, como Arabia, Persia o China. Sus vívidas descripciones muestran un mundo colorido y en ebullición, que rompe con el tópico gris de la edad media y anuncia claramente el Renacimiento.
En realidad, el libro lo redactó un anónimo a partir de las notas de viajes que había tomado Tudela, de quien se conoce poco. Se especula con que pudo ser un comerciante, tal vez de piedras preciosas, aunque para algunos fue un rabino. En su periplo –que se habría extendido entre cinco y catorce años– visitó 190 ciudades.
La gesta de Benjamín de Tudela sigue inspirando a artistas en la actualidad. Ayer se inauguró en el Episcopio de Ávila (hasta el 28 de abril) la exposición itinerante 'Benjamín de Tudela. Un viajero en el tiempo', en la que el fotógrafo tudelano Jesús Álava recorre las ciudades visitadas por el viajero.