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“Bernstein podía ser insufrible, pero siempre sacaba lo mejor de ti”

Entrevista

John Demain, director de orquesta, dirige ‘Candide’ de Leonard Bernstein en el Liceu

El maestro John Demain fotografiado ayer ante la fachada del Liceu

Àlex Garcia

Celebrar el centenario de Leonard Bernstein (1918-1990) es abrazar también su producción operística. La famosa Candide , la ópera cómica que el autor de West Side Story escribió inspirándose en la famosa novela de Voltaire, con toda su naturaleza satírica y su trasfondo filosófico, llega por fin al Gran Teatre del Liceu (el 18 y el 20 de octubre). Será en versión escenificada, aunque, como indica el maestro John DeMain (Youngstown, Ohio, 1944), dadas las idas y venidas y los sucesivos cambios de escenarios de la historia, resultará mucho más entendible en versión concierto. DeMain, que fue durante dos décadas director musical de la Houston Grand Opera, habla de su experiencia profesional con el que fue uno de los compositores estadounidenses más importantes del siglo XX. Sin ir más lejos, se encargó de dirigir el estrenó en 1983 de A quiet place en la Houston.

¿Cómo se portó Bernstein? ¿Le dejó dirigir su obra?

Lenny tenía fama de irrumpir en el escenario por el pasillo de platea, arrebatarle la batuta al director y ponerse a dirigir él mismo...

Pero usted no le dejó...

No. Él siempre quería ser excepcional.Y le encantaba pactar. “Dile que le damos media hora más por ensayo, que serán ensayos de tres horas, pero ni un segundo más”, me indicaba el intendente del teatro. “¿Tres horas? ¡Trato hecho!”, respondía él. Yo le pedí que me dejara una semana a solas ensayando con la orquesta de lo contrario no me dejaría hacer mía la pieza. “Luego podrás venir y hacerme todas las sugerencias que quieras”, le dije. “¡Deal!”, respondió. Creo que durante aquellas cinco semanas que pasó en Houston le traté de manera muy distinta a los demás: como un compositor.

¿Para otros era una estrella?

Era una estrella, y además dirigía, y eso intimidaba. Recuerdo que en la primera lectura de A quiet place saltó de la silla para ocupar mi puesto y le dije: “primero yo y luego tú”. Y es que podía resultar insufrible. No obstante, su mánager se me acercó luego y me dijo: “Nunca le había visto tan feliz, ¿qué le has hecho?”

Tenía una gran personalidad.

La más poderosa, pero no negativa, sino muy positiva. Era judío, le gustaba llamarse a sí mismo rabino (maestro) y le encantaba contribuir y compartir. Podía sacar lo mejor de todo el mundo. A mi me cambió la manera de entender espacio y tiempo. La primera vez que le vi, en 1962, yo era estudiante en Juilliard y él dirigía la New York Philharmonic: ¡el primer director estadounidense en ese podio! Había estrenado Candide en 1956 y West Side Story en 1957. Candide era entonces, junto a los lieder de Mahler cantados por Fischer Dieskau, el catecismo que todo el mundo escuchaba antes de ir a la cama. La cuestión es que a la prensa le costó aceptarle como director de la NY Philharmonic siendo autor de éxito en Broadway. Le pasó también a André Previn.

¿Quiere decir que sin esa presión habría hecho más musicales y menos Candide?

No olvidemos que Lenny había traído a Mahler a los Estados Unidos. Grabó todas sus sinfonías. Y se sumergió en las sinfonías de Beethoven, estaba fascinado. Sus genes, como los míos –mis abuelos venían de Italia, mi apellido era en realidad DiMenna, pero los maestros en la escuela los escribían como sonaba–, no le permitían vivir sin música clásica y ópera. Tenía una conexión fuerte con Europa. Y la explota en Candide, con fragmentos a la veneciana, a lo Mozart, etc. Candide es una novela picaresca que le dio la oportunidad de dar la vuelta al mundo y preguntarse qué suena a español, qué suena a alemán... Y no había pasado tanto tiempo desde que Prokofiev escribiera su Sinfonía Clásica, y me parece que hay una gran conexión. Claro que es una fantasía –muy elaborada– de chico encuentra chica, salen al mundo y regresan, y en este sentido es una historia muy americana. Pero volviendo a la pregunta, Bernstein adoraba a su vez el jazz. West Side Story era básicamente jazz, aunque muy sofisticado y difícil. No se había visto nada igual desde Porgy and Bess de Gershwin. Pero tras eso creo que dejó de escribir un tiempo. Intentó hacer Peter Pan pero no funcionó. E hizo Trouble in Tahiti en un acto. De hecho, con West Side Story intentaba escribir una ópera. Fue Jerome Robbins quien le dijo que nadie la escucharía, que aquello tenían que bailarlo, cantarlo y hablarlo. Y lo convirtió en un éxito.

Usted dirigió el revival de West Side Story años después.

Sí. Recuerdo que Robbins me dijo que Lenny tenía un sentido del teatro pésimo, aunque escribía una música fabulosa. Tal vez sí necesitaba de un genio teatral como Robbins para la estructura. Estaban muy unidos, creaban puzles y se los enviaban uno al otro. Fue muy interesante volver a 1957, cuando con West Side Story todos ellos se convirtieron en estrellas: Bernstein, Robbins, Sondheim...